El “Retrato de la señorita Lieser” de Gustav Klimt, un cuadro perdido que reapareció recientemente, se vendió este miércoles 24 de abril en Viena por 30 millones de euros o más de 37 millones de dólares con los gastos, un récord para Austria a pesar de las zonas grises que rodean su procedencia.
Estimado entre 30 y 50 millones de euros, se vendió a una colección privada de Hong Kong, HomeArt, en el extremo inferior de la horquilla de estimaciones de la casa de subastas im Kinsky, lejos de los 86 millones de euros logrados en junio de 2023 en Londres por otro cuadro del artista.
El comprador prometió dejar la obra a disposición del Museo Belvedere de Viena, que expone el famoso “Beso” de Klimt, durante tres meses. El director de la casa de ventas im Kinsy, Ernst Ploil, se dijo “decepcionado” por el precio final (35 millones de euros, unos 37.4 millones de dólares con los gastos) y le echó la culpa a los “numerosos artículos de prensa críticos” que pudieron disuadir a posibles compradores.
Solo había un eventual comprador en liza, lamentó, pues los otros renunciaron a causa de los interrogantes que rodean a la procedencia del cuadro, encargado por una rica familia judía y realizado en 1917 por Klimt poco antes de morir.
Aún así, Claudia Mörth Gasser, jefa de la sección de arte moderno, señaló que se trata de un acontecimiento remarcable porque nunca se había ofrecido “una obra comparable” en el país natal de Klimt.
“Nadie esperaba que un cuadro de esta importancia, desaparecido durante cien años, resurgiera”, dijo, mientras que el anterior récord austríaco era de 7 millones de euros por una pintura flamenca vendida en 2010.
CUADRO DE KLIMT ESTÁ MUY BIEN CONSERVADO
Este retrato sin firma está causando sensación, en especial porque está muy bien conservado y nunca salió de Austria. Desde su presentación en enero, la gente acudió en masa a admirarlo en exposiciones previas a la venta en Suiza, Alemania, Reino Unido y Hong Kong.
El cuadro, iniciado en 1917 e inconcluso, representa a una joven morena de rasgos precisos, con una gran capa ricamente decorada con flores sobre un fondo rojo vivo. El pintor murió al año siguiente, y un misterio, muy debatido en la prensa especializada, sigue rodeando la identidad de la modelo.
¿Quién es esta joven vienesa de la alta burguesía acomodada, que visitó nueve veces el taller del venerado genio de su época? Se sabe que formaba parte de la familia Lieser, gran dinastía industrial judía y mecenas de las vanguardias artísticas.
¿Es una de las dos hijas, llamadas Helene y Annie, de Henriette (Lilly) Lieser, rica divorciada y pionera de la emancipación femenina? ¿O la hija de su cuñado Adolf, Margarethe, como se afirma en el primer catálogo completo de las obras de Klimt, realizado en los años sesenta?
La única fotografía conocida del cuadro, probablemente tomada en 1925 en el marco de una exposición, sugiere que ese año pertenecía a Lilly Lieser. Según el diario Der Standard, basándose en correspondencia archivada en un museo austríaco, pudo habérselo confiado a un miembro de su personal antes de morir, estando deportada, a finales de 1943.
EN PODER DE UN COMERCIANTE NAZI
El cuadro reapareció en poder de un comerciante nazi. Luego fue heredado por su hija y, más tarde, por unos parientes lejanos. Para la casa Kinsky, especializada en procedimientos de restitución, se trata de “una hipótesis entre otras”.
Después de la guerra, el cuadro nunca fue reclamado, a diferencia de otros bienes, por uno de los tres descendientes de Lieser que sobrevivieron. Según Mörth Gasser, los dueños, que desean permanecer en el anonimato, se pusieron en contacto con su empresa hace dos años para solicitar asesoramiento jurídico. Im Kinsky informó que los actuales beneficiarios de las dos ramas de Lieser viven en Estados Unidos. Algunos viajaron para ver el cuadro y luego firmaron un contrato con los propietarios, eliminando así un obstáculo para su venta.
No se ha filtrado nada sobre los términos de este acuerdo extrajudicial, y algunos expertos criticaron este procedimiento por considerarlo demasiado rápido.
El cuadro no fue expuesto en Estados Unidos por temor a que pudiera ser confiscado por la justicia en caso de litigio, como es norma para las obras sospechosas de ser fruto de expolio. N
(Con información de AFP)