El menonita zen (Océano, 2023), de Carlos Velázquez, presenta una amalgama de humor, fatalidad, ciencia ficción, música y resignación en siete relatos, en los cuales ofrece un festín de historias inusuales y cautivadoras: desde un hombre que decide ser payaso después de que su hermano le arrebatara su esposa y una rockera obsesionada con la limpieza hasta una mujer fitness de nombre Kendra que cuando se emborracha sale a buscar sexo con personas obesas… En los cuentos de este autor coahuilense no hay personajes buenos ni malos, su evaluación recae en el lector, pero sí sostiene al inicio del libro: “Una tragedia así a quién no pone a filosofar”.
Su escritura única y provocadora, aunado a un gusto especial por la música, son rasgos que caracterizan al escritor originario de Torreón, una ciudad del noroeste del país y la segunda más poblada de Coahuila. En entrevista con Newsweek en Español, conversa frente a un librero —que es de una amiga— y lleva en su mano una pulsera del Vive Latino 2024.
“Cuando terminé mi libro pasado empecé a escribir estos cuentos, que me llevó alrededor de cuatro años, y en el ínter escribía crónicas. Parecía que estaba inactivo, pero realmente estaba trabajando en una obra más ambiciosa en cuanto a extensión; venía de historias de 120-130 páginas y este resultó ser el doble (272)”, responde ante el porqué de su ausencia. Tras cinco años de pausa en el cuento, género donde se ha consagrado, Velázquez regresó con su sexta colección de relatos.
Carlos nació con la música por dentro; su universo está impregnado de notas y letras entrelazadas, una relación evidente desde títulos como Mantén la música maldita (Sexto Piso, 2020). Comfort to Me, segundo álbum de estudio de la banda australiana de pub rock y punk Amyl and the Sniffers; “Suicide Is Painless” de Manic Street Preachers y American Recordings, de Johnny Cash, son algunos temas que podemos observar, escuchar o, en su caso, buscar en El menonita zen. La variedad de géneros y artistas es tan diversa como los mundos que crea con su pluma.
“TE PUEDES DAR EL LUJO DE ESTAR EN OTRA PIEL”
Una de las narraciones más sorprendentes es El código del payaso, segundo en fila. Piponito o, mejor dicho, Rafael, además de adentrarse en una nueva profesión, sufre una serie de pérdidas devastadoras: su esposa, la ilusión de un hijo, incluso una parte de su cuerpo. ¿Qué haces cuando nada te queda? Carlos Velázquez ofrece una solución: convertirse en bufón.
“Dedíquese a alguna actividad que lo haga feliz, le recomendó la terapeuta. Apenas salió del consultorio, Rafael supo cuál sería su nueva profesión…”, son líneas trazadas en el segundo cuento.
—¿Por qué cuento y no otro género literario? —preguntamos.
—Lo chingón de escribir cuentos es que te puedes dar el lujo de estar en otra piel y de soltar la imaginación sin límites; no hay nada que te ate o detenga. Me divierto mucho escribiendo estos relatos. No sé cómo les suceda a otros autores, no hablo mucho con cuentistas, pero en ocasiones los libros de relatos se estructuran de la siguiente manera: cuando tienes un número determinado de historias unificas todo; en mi caso siempre ha sido al revés. El menonita zen fue el primero que terminé (aunque es el último en lista) y fue llamando a los otros.
“Aunque no me propuse hacer un animalario, cuando terminé me di cuenta de que había retratado mucho de las personalidades de la gente con la que convivimos cada día. Y es un poco exacerbado bajo mi estilo, evidentemente no hay menonitas que mediten y leviten todo el tiempo”, bromea.
Su estilo audaz y transgresor, lleno de personajes excéntricos y situaciones surrealistas, ha sido reconocido por colegas y críticos, quienes destacan su originalidad a la hora de abordar temas tabúes, así como su habilidad para dar vida a personajes complejos y memorables.
Obras como La marrana negra de la literatura rosa y La biblia vaquera han sido elogiadas por su capacidad para retratar el lenguaje, las tradiciones y los conflictos propios del norte mexicano. Con una narrativa cruda y honesta, pero a la vez humorística, Velázquez apunta que, a diferencia de otras narraciones, en este nuevo material se permitió “abrir un abanico” con escenarios que van dese Coyoacán hasta la frontera.
“Aunque hay tres cuentos que están atravesados por la música, que podrían formar un bloque, hay diversidad, cambios de voces y de registro. Con este género las historias nunca acaban, siempre llegan. Por ejemplo, cuando terminé El menonita zen inicié el otro que saldrá en agosto”, adelanta.
CONTINÚA CARLOS VELÁZQUEZ GIRA DE “EL MENONITA ZEN”
—¿A qué se debe la falta de guiones en tus textos?
—El lenguaje es dinámico y tan eficiente que se va depurando a sí mismo. Una de las cosas que estorban mucho al momento de la lectura es el exceso de signos ortográficos. Al filo del agua de Agustín Yáñez, publicado el siglo pasado, tiene un sinnúmero de entrecomillados, puntos y comas, etcétera. Los signos de exclamación también se han dejado de emplear —argumenta quien se inició como lector con José Agustín.
—¿Encuentras en las desventuras una motivación para escribir?
—No recuerdo qué autor lo dijo, pero sostenía que “la felicidad no hace buena literatura”. El humor sirve como equilibrio y para humanizar a los personajes. No quiero sonar a que todo es un juego, pero la tragedia a veces también es divertida.
—Describe el entorno donde realizas tus escritos.
—En mi casa tengo dos libreros: uno con literatura en un estudio donde hay un escritorio y una computadora fija. En mi cuarto tengo otro, pero con puros libros de música. Sin embargo, todas mis creaciones nacen del comedor. Por alguna razón, que todavía no identifico, me siento a gusto; es el lugar donde puedo concentrarme, ahí escribo la mayoría de mis libros.
“No tengo ningún ritual. Escribo por las mañanas, porque es cuando tengo tiempo libre. De joven escribía de noche. Hago una pausa a las dos o cuatro de la tarde, dependiendo el día, cuando voy por mi hija a la escuela. Dar a la escritura un lugar sagrado tardaría mucho, nunca llegaría”, acota el autor de 46 años.
Carlos Velázquez seguirá con la gira de El menonita zen por varias ciudades de México: Monterrey, Querétaro, Xalapa, Tijuana, por mencionar algunas. En tanto, su nuevo libro, que todavía no tiene nombre, también estará ubicado en el norte y concluye que serán entre “cinco a seis relatos”. N