DURANTE la mayor parte del año pasado, la idea de que la pandemia del coronavirus pudo haber sido desatada por un accidente de laboratorio en Wuhan, China, fue desestimada en gran medida y se le consideró como una teoría conspiratoria racista del movimiento de la derecha. A principios de 2020, The Washington Post acusó al senador estadounidense Tom Cotton de “echar leña al fuego en una teoría conspiratoria que ha sido desmentida repetidamente por expertos”. CNN se incorporó al debate con la pieza informativa titulada “Cómo desmentir las teorías conspiratorias y la desinformación sobre el coronavirus proveniente de amigos y familiares”. La mayoría de los medios noticiosos más populares, desde el The New York Times (“teoría marginal”) hasta NPR (“Científicos desmienten la teoría del accidente de laboratorio”), se mostraron igualmente desdeñosos. Newsweek fue una excepción al informar, en abril de 2020, que el Laboratorio de Virología de Wuhan (LVW) participaba en investigaciones de ganancia de función y podría haber sido el sitio donde se produjo la fuga; Mother Jones, Business Insider, el NY Post y FOX News también fueron excepciones.
Sin embargo, en los últimos días la historia ha incursionado en el discurso público. El presidente estadounidense Joe Biden ha exigido una investigación a los organismos de inteligencia de su país. Y los medios convencionales, en un sorprendente cambio de dirección, consideran esta posibilidad con enorme seriedad.
La razón del repentino cambio de actitud es clara: durante las semanas y meses de la pandemia, la cantidad de pruebas sustanciales que señalan al laboratorio de Wuhan continúa aumentando, hasta el punto en que se ha vuelto demasiado grande como para pasarla por alto.
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Quienes se encargaron de descubrir estas pruebas no son periodistas ni espías ni científicos. Son un grupo de investigadores aficionados, con pocos recursos y mucha curiosidad, además de la disposición a dedicar días a explorar la internet en busca de pistas. Durante toda la pandemia, alrededor de dos docenas de corresponsales, muchos de ellos anónimos, que trabajaron independientemente desde muchos países distintos, han descubierto oscuros documentos, han enlazado la información y la han explicado en largos hilos de Twitter, en una especie de lluvia de ideas colectiva y de fuente abierta que fue, en parte, ciencia forense, en parte periodismo ciudadano, y algo totalmente nuevo. Se hacen llamar DRASTIC, siglas de Decentralized Radical Autonomous Search Team Investigating Covid-19 (Equipo de Búsqueda Radical Autónomo que Investiga el Covid-19).
Durante mucho tiempo, los descubrimientos de DRASTIC se limitaron al extraño mundo de Twitter, y eran conocidos únicamente por unos cuantos seguidores nerds. Estos investigadores se toparon con una buena cantidad de callejones sin salida, se enfrascaron en ocasionales disputas con científicos que no estaban de acuerdo con sus interpretaciones y produjeron en tiempo real una gran cantidad de información sin filtrar. Gradualmente, la calidad de su investigación y el rigor de su pensamiento atrajeron a más seguidores, entre ellos, muchos científicos y periodistas profesionales.
Gracias a DRASTIC ahora sabemos que el Instituto de Virología de Wuhan tenía una amplia colección de coronavirus reunidos tras muchos años de búsqueda en cuevas de murciélagos, y que muchos de ellos, como el pariente más cercano que se conoce del SARS-CoV-2, el virus que provocó la pandemia, provenían de un pozo de mina donde, en 2012, tres hombres murieron debido a una enfermedad que, se sospecha, era semejante al SARS.
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Ahora sabemos que el LVW trabajaba activamente con estos virus, utilizando protocolos de seguridad inadecuados, en formas que pudieron haber desencadenado la pandemia, y que el laboratorio y las autoridades chinas han trabajado arduamente para ocultar esas actividades. Sabemos que los primeros casos aparecieron semanas antes del brote en el mercado de Huanan, que alguna vez se consideró como la zona cero.
Por supuesto, nada de esto demuestra que la pandemia haya iniciado en el laboratorio de Wuhan: es totalmente posible que no haya sido así. Sin embargo, las pruebas reunidas por DRASTIC equivalen a lo que los fiscales denominan causa probable, es decir, un argumento sólido y basado en pruebas a favor de una investigación completa. No se sabe si los mejores esfuerzos de Estados Unidos y otras naciones para investigar la hipótesis de la fuga en el laboratorio producirán pruebas inequívocas en un sentido o en otro, al menos, sin la plena cooperación de China, lo cual es poco probable.
Pero si es así, este pequeño y variopinto grupo de investigadores aficionados han revelado lo que podría ser la mayor historia del siglo XXI.
Así es como lo hicieron…
EXTRAÑAS COINCIDENCIAS
El joven indio que se hace llamar The Seeker (el buscador) tiene poco menos de 30 años, vive en alguna parte del este de India y utiliza una pieza de arte tribal de su región de Bengala Occidental en su icono de Twitter, señala en un correo electrónico. Su carrera ha sido una mezcla de arquitectura, pintura y cinematografía; su madre y su hermana dicen que es un khichdi, que significa una mezcla de ingredientes dispares que se suman para producir algo sorprendente y delicioso. Siendo un voraz autodidacta, se convirtió en experto en la búsqueda en los oscuros callejones de la red, muy lejos de los lugares bien iluminados patrullados por Google, en busca de información sobre cualquier tema que le interesara. Publicaba frecuentemente en Reddit, donde ha acumulado la enorme cantidad de 750,000 puntos de karma. Eso fue lo único que The Seeker le reveló a Newsweek mediante correo electrónico y mensajes; él prefiere mantener su anonimato.
Al igual que la mayoría de las personas que seguían las noticias al inicio de la pandemia, The Seeker creía inicialmente que el virus había pasado de los animales salvajes a los seres humanos en un mercado de Wuhan. (El 27 de marzo tuiteó: “Nadie quiere ver morir a sus padres, su abuelo y su abuela por un estúpido virus proveniente de un mercado de animales exóticos”). Él creía esto porque era lo que la prensa establecida le decía, y la prensa establecida lo creía porque eso era lo que decía un puñado de científicos.
Uno de los principales científicos de ese grupo era un biólogo llamado Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance, un grupo de investigación sin fines de lucro que dirigía un amplio programa internacional para estudiar patógenos naturales con el potencial de provocar una pandemia. Daszak había colaborado durante años con Shi Zhengli, directora del Instituto de Virología de Wuhan (IVW) y renombrada viróloga de murciélagos. Daszak fue coautor, junto con Shi, de casi una docena de artículos y le canalizó a esta última al menos 600,000 dólares de subvenciones del gobierno estadounidense.
Como la pandemia surgió prácticamente a las puertas del laboratorio con la mayor colección de coronavirus del mundo, provocando especulaciones de que el IVW podría estar involucrado, Daszak y otros 26 científicos firmaron una carta que fue publicada en The Lancet el 19 de febrero de 2020. “Nos unimos para condenar claramente las teorías conspiratorias que sugieren que el covid-19 no tiene un origen natural”, se lee en dicha carta.
Ahora sabemos, gracias a una solicitud amparada por la Ley de Libertad de Información, que Daszak orquestó la carta para evitar que se hablara de una fuga en el laboratorio. Él fue quien la escribió, que se puso en contacto con otros científicos para que la firmaran, y quien trabajó tras bambalinas para hacer que la carta pareciera representar el punto de vista de una amplia gama de científicos. “Esta declaración no tendrá el logotipo de EcoHealth Alliance y no podrá identificarse como procedente de cualquier organización o persona”, escribió en su presentación a los firmantes. Científicos cuyo trabajo se había traslapado con el del IVW acordaron no firmarla, de manera que pudieran “publicarla en una forma que no se relacionara con nuestra colaboración”.
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Sin embargo, en ese momento no había ningún indicio del papel de Daszak como organizador. La carta ayudó a que este apareciera en todos los medios de comunicación, donde calificó la posibilidad de una filtración en el laboratorio como “ridícula”, “sin bases” y “puras tonterías”. También atacó a los científicos que publicaron pruebas que señalaban al laboratorio. Parte de la razón por la que la teoría del laboratorio no tenía sentido, afirmó, fue que el laboratorio de Wuhan no cultivaba ningún virus ni remotamente parecido al SARS-CoV-2. (Daszak no ha respondido a las solicitudes de comentarios hechos por Newsweek).
Durante mucho tiempo, Daszak tuvo una influencia sorprendente. Pocas personas en los medios lo cuestionaban o señalaban que su carrera y organización sufrirían un profundo daño si resultaba que su trabajo había formado parte indirectamente de la pandemia. Su cómplice involuntario fue Donald Trump, quien adoptó la teoría, convirtiendo lo que debía haber sido una cuestión científica en un tema político.
Cuando el gobierno de Trump canceló los contratos con EcoHealth Alliance en los que se habían gastado millones de dólares en investigaciones sobre nuevos virus, 60 Minutesdifundió un segmento en el que se presentaba a Daszak como un mártir de la maquinaria conspiratoria de la derecha. Para los derechistas de todas partes parecía una cuestión muy simple: el enemigo de mi enemigo es mi amigo: por lo tanto, la teoría de la fuga del laboratorio es una tontería.
UN OLORCILLO A CENSURA
Para principios de 2020, The Seeker comenzaba a cuestionar ese punto de vista. Había comenzado a interactuar con personas que estaban socavando los puntos de vista generalmente aceptados.
Una parte importante fue una extensa publicación en Mediumhecha por Yuri Deigin, el empresario canadiense de la longevidad, en la que se hablaba del RaTG13, un virus que Shi Zhengli había revelado al mundo en un artículo publicado el 3 de febrero en la revista Nature. En ese artículo, Shi presentó el primer análisis amplio del SARS-CoV-2, que aparentemente había salido de la nada; el virus no se parecía a nada que se hubiera visto antes, incluido el primer SARS, que provocó la muerte de 774 personas de 2002 a 2004. Sin embargo, en su artículo Shi también presentó el RaTG13, un virus con una configuración genética similar a la del SARS-CoV-2, lo que lo convertía en el único pariente cercano del virus hasta ese momento.
En el artículo no se presentaban datos precisos sobre el origen del RaTG13. No se indicaba exactamente dónde o cuándo se había encontrado; solo que se había detectado previamente en un murciélago de la provincia de Yunnan, en el sur de China.
El artículo suscitó la sospecha de Deigin. Se preguntó si el SARS-CoV-2 podría haber surgido por alguna mezcla y ajuste genéticos realizados en un laboratorio que trabajara con el RaTG13 o con virus relacionados. Su publicación fue convincente y amplia. The Seeker publicó la teoría de Deigin en el sitio Reddit, que de inmediato suspendió permanentemente su cuenta.
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Ese temprano olorcillo a censura despertó la curiosidad de The Seeker, y lo llevó a leer más sobre las ideas del grupo en Twitter. “Encontré a un animado grupo de personas ansiosas de debatir y explorar el tema”, declaró a Newsweek por correo electrónico.
Se trataba de un grupo ecléctico. Había empresarios, ingenieros y una microbióloga de la Universidad de Innsbruck llamada Rossana Segreto. Ninguno de ellos se conocía previamente; se acercaron al foro después de concluir, cada uno por su cuenta, que la opinión generalizada sobre los orígenes del covid-19 no tenía sentido. Las conversaciones eran moderadas por un bromista coordinador que vivía en algún lugar de Asia, se identificaba con el seudónimo de Billy Bostickson y cuyo icono de Twitter era la caricatura de un mono de laboratorio molido a golpes.
The Seeker encajó perfectamente en el grupo. “Ellos me ayudaron a ponerme al corriente en el debate y comencé a informarme”, dice. “Antes de darme cuenta me enganche en el misterio”. En parte, lo impulsaba la curiosidad, pero también un creciente sentido del deber cívico. “El covid-19 le ha quitado la vida a incontables personas y ha devastado a muchas otras. Pero también ha dejado muchas pistas que no se han seguido. La humanidad merece respuestas”.
The Seeker y el resto del grupo estaban cada vez más convencidos de que el RaTG13 podría ser la clave para obtener algunas de esas respuestas. En un vibrante hilo, media docena de participantes analizaron sus misterios, explorando la internet y los artículos anteriores del IVW en busca de pistas.
Si hubo un momento en el que el equipo DRASTIC se fusionó para formar algo más que sus partes separadas, ese momento sería ese hilo. En tiempo real, y a la vista de todo el mundo, analizaron los datos, pusieron a prueba varias hipótesis, se corrigieron unos a otros y lograron varios aciertos directos.
Los hechos clave se conjuntaron rápidamente. La secuencia genética del RaTG13 coincidía perfectamente con una pequeña pieza de código genético publicado como parte de un artículo que Shi Zhengli escribió años antes, pero que nunca se volvió a mencionar. El código provenía de un virus que el IVW había encontrado en un murciélago de Yunnan. Tras relacionar detalles clave de ambos artículos con antiguas notas periodísticas, el equipo DRASTIC determinó que el RaTG13 provenía de un pozo de mina del condado de Mojiang, en la provincia de Yunnan, donde seis hombres que recogían guano de murciélago en 2012 habían enfermado de neumonía. Tres de ellos murieron. DRASTIC se preguntó si esos habían sido los primeros casos de seres humanos infectados con un precursor del SARS-CoV-2, quizás el RaTG13 o algo parecido a él.
En un perfil que apareció en Scientific American, Shi Zhengli reconoció haber trabajado en un pozo de mina del condado de Mojiang donde varios mineros habían muerto. Sin embargo, evitó relacionar este hecho con el RaTG13 (una omisión que también había cometido en sus artículos científicos), afirmando que lo que había matado a los mineros era un hongo que se hallaba en la caverna.
¿UNA CORAZONADA?
Esa explicación no convenció al grupo DRASTIC. Ellos sospechaban que un virus parecido al SARS, y no un hongo, había provocado la muerte de los mineros y que, por alguna razón, el IVW trataba de ocultar ese hecho. Se trataba de una corazonada, y no tenían ninguna forma de demostrarlo.
En ese punto, The Seeker reveló sus poderes de investigación al grupo. En sus exploraciones en línea había descubierto recientemente una enorme base de datos china de publicaciones académicas y tesis llamada CNKI. Ahora se preguntaba si en algún lugar de ese enorme circuito podría haber información sobre los mineros enfermos.
Trabajando hasta la madrugada en su mesa de noche con su teléfono y su computadora portátil, impulsado por el chai y utilizando caracteres chinos con la ayuda de Google Translate, ingresó “Mojiang”, el condado donde se localizaba la mina, en combinación con cualquier otra palabra que se le ocurriera y que pudiera ser relevante, traduciendo inmediatamente al inglés cada tanda de resultados. “Mojiang + neumonía”; “Mojiang + LVW”; “Mojiang + murciélagos”; “Mojiang + SARS”. Cada búsqueda producía miles de resultados y media docena de bases de datos de revistas, libros, periódicos, tesis de maestría, disertaciones doctorales. Noche tras noche, The Seeker exploró todos esos resultados, pero nunca encontró nada útil. Cuando se le agotó la energía, hizo una pausa para jugar videojuegos y beber más chai.
Estaba a punto de darse por vencido, dice, cuando dio en el blanco: una tesis de maestría de 60 páginas escrita en 2013 por un estudiante de la Universidad de Medicina titulada “El análisis de seis pacientes con neumonía grave provocada por virus desconocidos”. El documento describía con todo detalle las condiciones y el tratamiento paso por paso de los mineros. También mencionaba al presunto culpable: “Provocada por [un coronavirus] semejante al SARS proveniente del murciélago de herradura chino, o de otros murciélagos”.
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El 18 de mayo de 2020, The Seeker publicó el enlace sin muchos aspavientos, y continuó con una segunda tesis de un estudiante de licenciatura del Centro para el Control de Enfermedades de China, donde se confirmaba gran parte de la información del primer documento. Cuatro de los mineros habían dado positivo en la prueba de anticuerpos de una infección parecida al SARS. Y el IVW había realizado pruebas con las muestras de todos ellos. (Poco después de que The Seeker publicara las tesis, China cambió los controles de acceso a CNKI (Infraestructura Nacional del Conocimiento de China, una base de datos de publicaciones académicas de ese país) para que nadie pudiera realizar de nuevo esa búsqueda).
Si un virus semejante al SARS había surgido en 2012, había sido encubierto, y el IVW había enviado personas a la mina para recoger más muestras y llevarlas de vuelta a Wuhan, esta noticia debía haber aparecido en primera plana al día siguiente. En cambio, no se publicó ni una sola nota en varias semanas. En el Reino Unido aparecieron unas cuantas notas, entre ellas, un artículo en el Sunday Times. Los medios estadounidenses hicieron caso omiso.
“Definitivamente, yo esperaba que apareciera en todos los espacios noticiosos”, admite The Seeker. “Me sorprendió la falta general de interés en los hechos o en la razón. Y todavía me desconcierta que, aun con todos sus recursos, los medios de investigación corporativos estén terriblemente a la zaga”.
En unos cuantos días, DRASTIC logró localizar las coordenadas de la misteriosa mina de Mojiang, pero no lograría atraer la atención de los medios sino hasta finales de 2020, cuando inició una carrera para llegar ahí. El primer intento lo hizo John Sudworth de la BBC, que encontró el camino bloqueado por camiones y guardias. (Sudworth pronto sería obligado a salir de China debido a ese reportaje). AP lo intentó por esas mismas fechas, pero tampoco tuvo suerte. Más tarde, equipos de NBC, CBS, Today y otros medios también encontraron el camino bloqueado por camiones, árboles y hombres furiosos. A algunos les dijeron que era peligroso seguir porque había elefantes salvajes. Finalmente, un reportero de The Wall Street Journalllegó a la entrada de la mina viajando en una bicicleta de montaña, solo para ser detenido durante cinco horas para ser interrogado. Los secretos de la mina aún no han sido descubiertos.
UN ENORME JUEGO DE SUDOKU
Aunque la revelación de la mina de Moijang realizada en mayo de 2020 no llegó a ninguna parte en los medios, atrajo nuevos miembros a DRASTIC, lo que permitió al grupo expandir sus labores de recopilación de inteligencia para abarcar desde la genética viral hasta los protocolos de seguridad en los laboratorios biológicos. El 21 de mayo de 2020, Billy Bostickson llamó al grupo “DRASTIC Research”. También comenzó a dividir al equipo en subgrupos que se enfocarían en distintos aspectos del caso. Pronto comenzaron a publicar regularmente sus descubrimientos, los cuales hacían que la participación del laboratorio pareciera más probable.
Un miembro clave del equipo fue Francisco de Asís de Ribera, un científico de datos de Madrid con un gran talento en la minería de grandes conjuntos de datos. Con el paso de los años, el IVW había publicado en distintos medios y formatos una gran cantidad de información sobre sus proyectos de cacería de virus. Ribera comenzó a armarlo todo en “un enorme juego de Sudoku”, buscando espacios donde pudiera hallar algunas de las piezas faltantes, armando lentamente un amplio mapa de todo el programa del IVW en relación con los virus. Él y The Seeker conformaron un formidable equipo, The Seeker al desenterrar nuevas piezas del rompecabezas y Ribera haciéndolas encajar en su lugar. (“Siempre he considerado que Francisco y yo somos como el detective McNulty y el detective Freamon de The Wire”, bromeó The Seeker en un mensaje enviado a Newsweek).
Ribera fue el responsable de resolver otra pieza del rompecabezas del RaTG13. ¿Acaso el LVW había trabajado activamente en el RaTG13 durante los siete años desde su descubrimiento? Peter Daszak lo negó: nunca habían usado el virus porque no era lo suficientemente similar al SARS original. “Pensamos que era interesante, pero que no planteaba un riesgo alto”, declaró a Wired. “Así que no hicimos nada al respecto y lo dejamos en el congelador”.
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Ribera desmintió esa declaración. Cuando se publica un nuevo artículo científico sobre genética, los autores deben integrar las secuencias genéticas correspondientes a una base de datos internacional. Al examinar algunas etiquetas de metadatos que habían sido integradas accidentalmente por el IVW junto con sus secuencias genéticas del RaTG13, Ribera descubrió que los científicos del laboratorio habían estudiado activamente el virus en 2017 y 2018; no lo habían metido en un congelador y se habían olvidado de él después de todo.
De hecho, el IVW había estado muy interesado en el RaTG13 y en todo lo que proviniera del pozo de mina de Mojiang. A partir de su gigantesco juego de Sudoku, Ribera determinó que, en el lapso de varios años, habían hecho al menos siete diferentes viajes a la mina y que habían recolectado miles de muestras. Ribera conjetura que, en 2012 y 2013, su tecnología no era lo suficiente buena para hallar al virus que había matado a los mineros, por lo que volvieron varias veces conforme mejoraban las técnicas.
También hizo una audaz predicción. Al hacer referencias cruzadas de trozos de información provenientes de varias fuentes, Rivera infirió en un hilo de Twitter con fecha del 1 de agosto de 2020, que un grupo de ocho virus relacionados con el SARS, los cuales fueron mencionados brevemente en una oscura sección de un artículo del IVW, también provenían de la mina de Mojiang. En otras palabras, no habían encontrado un pariente del SARS-CoV-2 en ese pozo de mina, sino que habían encontrado nueve. En noviembre de 2020, Shi Zhengli confirmó muchas de las sospechas de DRASTIC sobre la cueva de Mojiang en un apéndice de su artículo original sobre el RaTG13 y en una charla realizada en febrero de 2021.
Desde luego, la única razón que tenía Ribera para realizar esas investigaciones sherlockianas era que el IVW no había compartido los datos que los investigadores habían solicitado. El IVW mantenía una base de datos en su sitio web con toda la información sobre los virus de su colección, incluida la que no había sido publicada, pero esa página del sitio web ha estado vacía durante algún tiempo. En enero de 2021, cuando se le preguntó sobre la base de datos perdida, Shi Zhengli explicó que se había colocado fuera de línea durante la pandemia debido a que el servidor web del IVW se había convertido en blanco de ataques en línea. Sin embargo, una vez más, DRASTIC halló huecos en esta explicación: la base de datos había sido retirada el 12 de septiembre de 2019, poco antes del inicio de la pandemia, y mucho tiempo antes de que el IVW pudiera convertirse en blanco de ataques.
Otras bases de datos arrojaron distintas pruebas. En las solicitudes y otorgamientos de subvenciones del IVW, The Seeker halló descripciones detalladas de los planes de investigación del Instituto, y estas eran condenatorias: había proyectos en marcha para probar la ineficacia de nuevos virus semejantes al SARS que descubrieron en células humanas y en animales de laboratorio, para ver cómo podrían mutar al pasar de una especie a otra, y para recombinar genéticamente partes de virus distintos, todo lo cual se realizó con niveles de bioseguridad deplorables. Estaban presentes todos los elementos para provocar un desastre.
Desde luego, eso no prueba que haya ocurrido algún desastre. A menos que se cuente con los improbables testimonios de testigos oculares, quizá nunca lo sepamos. Pero todas las pruebas que DRASTIC ha encontrado señalan en la misma dirección: el Instituto de Virología de Wuhan ha pasado años recolectando peligrosos coronavirus, algunos de los cuales nunca ha revelado al mundo. Ha sometido a pruebas activamente a esos virus para determinar su capacidad de infectar a las personas, así como cuáles mutaciones pueden ser necesarias para mejorar esa capacidad, probablemente, con el objetivo final de producir una vacuna que protegiera contra todos ellos. Y el esfuerzo que se realiza actualmente para encubrir esto implica que algo pudo haber salido mal.
EN LA CORRIENTE DOMINANTE
A principios de 2021, DRASTIC había generado tanta información que nadie podía mantenerse al corriente, ni siquiera sus propios investigadores, por lo que lanzaron su propio sitio web como repositorio. El sitio contiene suficientes artículos científicos, hilos de Twitter, traducciones de documentos en chino y enlaces a artículos como para mantener ocupado por meses a un detective curioso.
Un número cada vez mayor de esos detectives son periodistas y científicos profesionales. “Rossana Segreto y Yuri Deigin son mis héroes”, dice el escritor Nicholson Baker, que publicó un influyente artículo sobre la teoría de la fuga del laboratorio en la revista New York. “Ellos analizaron las investigaciones, realizaron inspiradas conexiones y descubrieron piezas cruciales de la historia que tenían que ser contadas. Puede decirse lo mismo de Mona Rahalkar y Billy Bostickson. Sacaron los trapos sucios de la ciencia en forma colectiva”.
El periodista británico Ian Birrell está de acuerdo. “No hay duda de que sus esfuerzos colectivos… han sido cruciales para desafiar a China y al orden establecido científico con el fin de garantizar que la teoría de la fuga del laboratorio se investigue adecuadamente”, escribió en Unherd. “Ha sido fascinante ver, en el curso de mis investigaciones realizadas el año pasado, cómo este grupo de activistas, en conjunto con algunos científicos valientes, ha hecho que la hipótesis de la fuga del laboratorio vea la luz”.
Una de esas científicas fue Alina Chan, bióloga molecular del Instituto Broad del MIT y Harvard que reconoció el valor de la información que generaba DRASTIC y comenzó a interpretarla para científicos y no científicos en lúcidas explicaciones publicadas en Twitter, lo que la convirtió en una estrella de la comunicación científica. Chan reconoció los logros del grupo en un largo hilo de Twitter. “Sin el trabajo realizado por el equipo DRASTIC, realmente no sé dónde estaríamos ahora con respecto a los orígenes del covid-19”, escribió, y añadió que “el trabajo de estos elementos ajenos al área… ha tenido un considerable impacto en el discurso científico”.
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Ese discurso científico cambió repentinamente el 6 de enero de 2021, cuando Jesse Bloom, virólogo de la Universidad de Washington y uno de los investigadores más respetados del país acerca del covid-19, se convirtió en la primera figura científica importante en legitimar públicamente las aportaciones de DRASTIC. “Sí, sigo el trabajo”, tuiteó, haciendo que el orden científico establecido se estremeciera. “No estoy de acuerdo [con] todo, pero algunas partes parecen importantes y correctas”. Bloom destacó el artículo de Mona Rahalkar sobre la mina de Mojiang, y añadió que, en los primeros días de la pandemia, “pensé que el escape del laboratorio era muy improbable. Con base en el trabajo posterior, ahora pienso que es bastante plausible”.
Otros científicos presionaron a Bloom para que reconsiderara, pero mantuvo su opinión, y el muro de silencio comenzó a desmoronarse. El 17 de mayo, científicos de Harvard, Yale, MIT, Stanford y otras importantes instituciones y personas, entre ellas Chan, se unieron a Bloom en una carta publicada en Science donde se hacía un llamado a realizar una investigación detallada sobre el laboratorio de Wuhan.
Casi el mismo día, The Seeker atacó de nuevo. Tras entrar en una base de datos alojada por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de China, buscó todas las tesis supervisadas por Shi Zhengli. Bum. Tres resultados. “Lo logré en mi primer intento”, dice. “No estoy seguro de por qué nadie más pensó antes en esto, pero creo que nadie lo estaba buscando”.
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Si acaso hubiera algún resto de duda sobre el patrón de engaños del IVW, estas nuevas tesis lo descartarían de inmediato. En ellas se indica que los investigadores del Instituto nunca habían creído que un hongo había provocado la muerte de los mineros de Mojiang, lo que contradice las afirmaciones de Shi en Scientific American y en otras publicaciones. De hecho, los investigadores del IVW estaban tan preocupados por un nuevo brote de un virus parecido al SARS que hicieron pruebas de sangre a los habitantes de los poblados cercanos para detectar otros posibles casos. Y habían conocido las secuencias de los otros ocho virus parecidos al SARS provenientes de la mina, lo que pudo haber ayudado a los científicos a saber más acerca del SARS-CoV-2 en los primeros días, mucho antes de que iniciara la pandemia, pero se habían guardado la información para ellos mismos, hasta que DRASTIC los puso en evidencia.
Pocos días después de las nuevas revelaciones y de la carta publicada en Science, cada vez más académicos, políticos e incluso los medios convencionales comenzaron a tomar en serio la teoría de la fuga del laboratorio, lo que culminó el 26 de mayo cuando el presidente estadounidense Joe Biden ordenó a los organismos de inteligencia de su país “que redoblaran sus esfuerzos para recopilar y analizar información que pudiera acercarnos a una conclusión definitiva”. Biden prometió que “Estados Unidos también seguirá trabajando con socios de ideas afines en todo el mundo para presionar a China para que participe en una investigación internacional plena, transparente y basada en evidencias y para que proporcione acceso a todos los datos y pruebas relevantes”.
Hasta ahora, China se ha mostrado indiferente a la idea. Es posible que nunca coopere con una investigación. Sin embargo, ahora está claro que la cuestión de si un laboratorio biológico pudo haber provocado esta pandemia (y pudiera provocar la próxima) será analizada en una forma que no habría sido posible si un grupo radical y descentralizado de intrusos no hubiera desafiado al statu quo.
Esta es una lección que The Seeker no olvidará pronto. “Ya no veo a la ciencia como un ámbito exclusivo”, escribió a Newsweek. “Todos pueden marcar una diferencia. N
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek