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Filippo Giusti: el color como acto de fe

Publicado el 6 de agosto, 2025
Filippo Giusti: el color como acto de fe
Filippo Giusti: el color como acto de fe

El italiano que encontró en México su renacer creativo, con su arte transforma emociones en color y demuestra que vivir del arte sí es posible.

Durante años, Filippo Giusti fue un pintor que no se sabía pintor. Recorría los museos de Italia en silencio y solo, como quien esconde una herida o una verdad. Sin invitar a nadie a disfrutar de su “culposo secreto”, caminaba solo por las salas llenas de siglos, mirando los cuadros en busca de una señal que no se atrevía a interpretar. En ese entonces era actor, un oficio que eligió no por vocación, sino por una especie de revancha contra su padre. Lo que encontró ahí fue ansiedad, ataques de pánico y una vida desgastada por los vicios.

“Estaba miserable”, confiesa, sin dramatismo, desde su estudio en San Miguel de Allende, Guanajuato, en el centro de México, y parece reconocer esa vida como algo ya muy lejano.

Todo cambió con una señal, una luz inesperada en medio de la penumbra y la incertidumbre. Fue una fotógrafa de Nueva York quien le abrió la puerta al mundo invitándolo a hacer unas fotografías para ella en Roma. Así, conoció a Paulina durante un shooting. El amor a primera vista existe, y la historia de Filippo y Paulina es muestra de ello —pero ese es tema de otro texto—, lo que aquí nos acontece es que, gracias a Paulina, Filippo llegó a San Miguel de Allende.

Después de años de perfeccionar su técnica y encontrar su voz, pinta con un propósito claro: recordarnos la empatía. (Especial)

Al principio lo hizo siguiendo la sola intuición de que ahí podía ocurrir algo. No sabía qué. Durante los primeros meses intentó emprender sin éxito: “Perseguíamos el dinero sin pasión, y eso nunca funciona”, dice. Y así, sin buscarlo, se acercó a lo que de verdad había estado llamando desde pequeño: el arte.

La historia de este artista italiano en el Bajío mexicano parece un cuadro que se revela capa por capa. Un día cualquiera Paulina lo llevó a la Fábrica de Arte, La Aurora. No sabía que a Filippo le gustaba el arte porque Filippo no se permitía decirlo. “Me habían programado que el arte no es importante. Siempre desde chiquitito me programaron que, si eres un pintor, eres pobre y te vas a morir pobre. Después de que te hayas muerto tal vez tus pinturas se van a vender. Entonces por eso no te animas. Y parte de mi misión es decirle a la gente que sí se puede”, cuenta.

En La Aurora encontró un anuncio de escalada, y en esa aventura conoció a un joven artista que lo invitó a su estudio. En un cruce de azares y trazos, Filippo hizo su primer dibujo. Uno tan bueno que causó molestia, pero que también provocó la frase que cambiaría su vida: “Deberías ser pintor”. Y por primera vez alguien lo vio en los ojos y le dijo que sí es posible vivir del arte.

Ese momento fue un golpe de realidad, una oportunidad de cambiar completamente de dirección y reiniciar la vida. Lo que siguió fue una etapa de aprendizaje feroz, autodidacta, empapada de Google Art & Culture, YouTube e Instagram. “Sentía que era como volver a nacer”, dice. Y en reefecto, Filippo no aprendió a pintar: recordó cómo se pinta cuando uno es niño y todo lo que hace nace de la pureza.

UNA METÁFORA CONMOVEDORA SOBRE LA EMPATÍA

“El talento te ayuda a correr los primeros 6 kilómetros, pero los otros 36 solo los recorres con disciplina, compromiso y obsesión”, dice en un Ted Talk que dio en 2023, y lo hace buscando resignificar el talento solo como una chispa inicial, pero exaltando el trabajo y la constancia como el verdadero motor del arte y del crecimiento.

Ahora, después de años de perfeccionar su técnica y encontrar su voz, pinta con un propósito claro: recordarnos la empatía. En un acto muy poético, él mismo ha denominado su estilo como “esencialismo” y es una metáfora conmovedora sobre la empatía, la profundidad y la verdadera belleza.

En su Ted Talk dice a la audiencia: “Imagínate los colores, porque los colores de adentro son mucho más interesantes que los colores que tenemos afuera”.

Por eso su proceso no empieza en el lienzo, sino en una conversación. Filippo no retrata rostros, traduce almas. Entrevista a sus modelos con una curiosidad genuina, buscando entender las capas más hondas de sus emociones para después convertirlas en color. Su estilo no obedece a modas ni algoritmos. “El arte no puede seguir tendencias —afirma— porque el arte es lo opuesto a querer gustar a todos”.

Su proceso no empieza en el lienzo, sino en una conversación. Filippo no retrata rostros, traduce almas. (Especial)

Aun con este entendimiento, Filippo es consciente de que ser artista hoy también implica emprender. Ve las redes sociales como un puente y una responsabilidad. Gracias a ellas aprendió a pintar y, ahora, son su forma de tender la mano a otros que empiezan. Su crecimiento ha sido orgánico, pero también intencional. Lee libros de negocios, escucha pódcasts, se entrena emocionalmente para no tomarse los elogios ni las críticas como verdades personales.

“El cumplido habla más de quien lo da que de mí”, dice con serenidad.

Filippo ha llegado a un punto en su carrera en el que puede elegir con cautela dónde exhibe. Muchas galerías lo han invitado, incluso en Estados Unidos, pero su apuesta es otra: conservar la mayor cantidad de su obra para construir un cuerpo de trabajo sólido, una narrativa duradera. Cree, como le enseñó su amigo y mentor Iago, que el verdadero artista no se apresura a venderlo todo. Porque el arte también es un capital simbólico que crece con el tiempo y las decisiones correctas. “Prefiero bajar mi estilo de vida un poco, pero quedarme con mis obras”, confiesa.

Su próxima exposición será en Ciudad de México. Aunque no puede adelantar mucho, se intuye que será más que una muestra: será una declaración de principios, un acto de fe en el arte como lenguaje, como puente, como espejo. Y, sobre todo, como recordatorio de que aún es posible mirar al otro con atención, sin juicio, con la ternura de quien sabe que todos estamos intentando, a nuestra manera, entender qué significa estar vivos.

Filippo Giusti pinta como quien escribe una carta largamente esperada. Cada trazo es una forma de decir sí se puede. No solo vivir del arte, sino vivir con sentido. Crear con honestidad. Y compartir con otros ese lugar donde el alma se siente en casa. N

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