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Claves para ser un adulto mayor feliz

Publicado el 2 de agosto, 2025
Claves para ser un adulto mayor feliz
Envejecer saludablemente es conservar la capacidad funcional para lograr bienestar. (Adobe Stock)

Don Fer tiene 71 años y vive la vida con grata satisfacción. En términos prácticos, tiene una vida feliz: se jubiló hace nueve años, cuenta con una pensión que le permite vivir desahogadamente, viaja varias veces al año tanto dentro como fuera de su natal México, su estado de salud en general es bueno, cuenta con servicios médicos y de prevención que lo atienden tres o cuatro veces al año y disfruta dedicar parte de su tiempo a hacer reparaciones en su hogar.

Además, tiene cinco hijos con quienes mantiene lazos de amor inquebrantables, disfruta sobremanera las travesuras y andanzas de sus cinco nietos y, sobre todo, sus círculos sociales son amplios y diversos, por lo que prácticamente su actividad diaria es muy dinámica. Sin embargo, lo que más lo llena de gozo es reunir a su descendencia un domingo para comer y beber una cerveza; o una noche de viernes para jugar dominó. En uno u otro caso, sus hijos y nietos escuchan embelesados sus experiencias de vida, sus historias de juventud, sus aprendizajes acumulados, sus anécdotas familiares, sus recuerdos entrañables.

Aunque en las últimas dos décadas vio morir a su madre, a su esposa, a su padre, a algunos amigos y otros familiares, su estado de ánimo no decae, pues sabe que la muerte no es una amenaza, sino solo la cita que todo ser humano tiene marcada desde su nacimiento. En otras palabras, don Fer no permite que los altibajos naturales del destino le roben la felicidad.

Pero ¿qué significa ser un adulto mayor feliz? Y, lo más importante, ¿cómo se logra llegar a ese estado de satisfacción y plenitud y cómo sortear los mitos, las pérdidas, las enfermedades y, aun así, tener bienestar? En un país como México, donde más de 17 millones de personas rebasan los 60 años, pensar en una vejez dichosa no es un asunto de futuro, sino de presente.

¿QUÉ SIGNIFICA SER UN “ADULTO MAYOR FELIZ”?

Para muchos, hablar de “adulto mayor feliz” suena a anuncio de televisión, pues en automático se proyecta la idea de una persona de cabellos blancos peinados al viento con nietos corriendo a su alrededor en cámara lenta. Sin embargo, el asunto va mucho más allá de esa imagen aspiracional.

“El término adulto mayor feliz es objeto de controversia en el ámbito gerontológico dado que muchas veces se emplea desde una visión reduccionista o romántica de la vejez, pero desligada de las condiciones materiales y estructurales que atraviesan las personas mayores”, señala Elizeth Altamirano López, psicólogo con especialidad en psicogerontología. “Sin embargo, desde una perspectiva científica y crítica, el concepto puede ser abordado a través del marco del bienestar subjetivo y del envejecimiento exitoso”.

Posgraduado en Administración de Instituciones Gerontológicas y con máster en Gerontología Social por la Universidad Europea del Atlántico, Altamirano explica que envejecer exitosamente implica no solo la ausencia de enfermedad, sino también la participación dinámica en la vida, la funcionalidad física y cognitiva y la satisfacción con la propia existencia.

“Desde esta óptica, un adulto mayor feliz no es quien evade el dolor o las pérdidas, sino quien logra mantener un sentido de vida, autonomía, vínculos afectivos y participación social, a pesar de enfrentar enfermedades crónicas, duelos múltiples o precariedades materiales”, agrega el experto en entrevista con NW Noticias.

Según la Encuesta Nacional sobre Salud y Envejecimiento en México (Enasem 2018), muchos adultos mayores reportan sentirse satisfechos con su vida, incluso con problemas de salud, si conservan redes sociales y un entorno significativo. Elizeth Altamirano apunta que la felicidad en la vejez, en el contexto mexicano, está vinculada con la posibilidad de que la persona siga siendo reconocida, escuchada, útil y parte activa de su comunidad y familia.

“No es una idealización, sino una construcción subjetiva sostenida por elementos concretos como la seguridad económica, la salud, el acceso a servicios, el afecto y la espiritualidad”, indica el también gerontólogo certificado por parte del Consejo Mexicano de Gerontología, A. C.

ESTEREOTIPOS QUE ROBAN DIGNIDAD

Esa construcción de bienestar, no obstante, se ve entorpecida por los estigmas que pesan sobre el envejecimiento: “En la sociedad mexicana, profundamente marcada por el culto a la juventud y la productividad, los mitos sobre la vejez refuerzan la marginación, infantilización y discriminación hacia las personas mayores. Estos mitos son construcciones sociales que generan representaciones falsas, homogéneas y muchas veces peyorativas”.

Altamirano López es enfático al enumerar las falsas creencias que más daño causan: la vejez es sinónimo de enfermedad o inutilidad; también es una etapa de enfermedad y deterioro inevitable; las personas mayores ya no pueden aprender ni cambiar; no tienen vida sexual ni deseos afectivos; están de más en la familia o la sociedad; son dependientes por naturaleza; es natural que estén tristes, solos o deprimidos.

“Estas malas ideas afectan no solo el trato social, sino también las políticas públicas, las decisiones médicas y las actitudes familiares”, interviene el especialista. “Los medios de comunicación y las industrias cosméticas también contribuyen a reforzar el rechazo hacia los cuerpos envejecidos”.

El problema no es menor. La Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis 2022) revela que el 33 por ciento de los adultos mayores en México se sienten discriminados, ya sea en centros de salud, instituciones públicas o entornos laborales. “Combatir estos mitos implica promover una visión más diversa, realista y digna de la vejez, que reconozca sus aportes, experiencias y potencialidades”.

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Altamirano López: “El término ‘adulto mayor feliz’ muchas veces se emplea desde una visión romántica de la vejez”. (Especial)

PILARES PARA UNA VEJEZ PLENA

Así pues, ¿qué acciones concretas pueden sostener una vida plena después de los 60 años? Altamirano divide su respuesta en cuatro pilares fundamentales: salud física, bienestar emocional, vínculos sociales y dimensión espiritual.

SALUD FÍSICA:

“El mantenimiento de la salud en la vejez es uno de los pilares para garantizar autonomía e independencia”. Para ello, la clave está en adoptar una visión preventiva e integral de la atención médica.

Esta visión incluye prácticas como el acceso regular a servicios de salud geriátrica, actividad física adaptada (como caminatas o yoga geriátrico), control de enfermedades crónicas, vacunación, salud visual y auditiva y una alimentación equilibrada basada en la dieta mexicana tradicional.

BIENESTAR EMOCIONAL:

Aquí el foco está en reconocer la complejidad emocional de esta etapa. “El envejecimiento conlleva múltiples pérdidas: de personas cercanas, de roles, de capacidades físicas. No obstante, también puede ser una etapa de equilibrio emocional gracias a la experiencia acumulada y la capacidad de resiliencia”.

Altamirano destaca el rol de la psicogerontología para acompañar los procesos emocionales: “Después de los 60 años se incrementa el riesgo de padecimientos como la depresión, muchas veces invisibilizada o confundida con ‘tristeza normal’ de la vejez”.

Las estrategias recomendadas van desde grupos comunitarios y espacios de escucha hasta terapias breves, logoterapia y círculos de palabra. “El sentido de propósito —tener actividades significativas, sentirse útil— es un factor protector clave en esta etapa”.

VÍNCULOS SOCIALES:

“La dimensión social es esencial para evitar el aislamiento, uno de los principales factores de riesgo en la vejez”, advierte el especialista. Las redes —familiares, vecinales o comunitarias— son fundamentales para sostener la identidad y brindar contención.

En México la oferta es amplia: Centros de Día del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam), universidades del adulto mayor, iglesias, organizaciones vecinales y casas de cultura, entre otros espacios. Pero el reto va más allá de la oferta: es también reconocer el papel activo que pueden tener las personas mayores en la vida social.

“También es importante visibilizar su papel como cuidadores, activistas comunitarios, transmisores de saberes, líderes barriales. Garantizar su inclusión social implica reconocer sus derechos, capacidades y voz”. Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (Enadis 2022), una de cada tres personas mayores percibe discriminación por su edad, lo cual afecta su integración social: “Por ello la creación de políticas públicas con enfoque gerontológico es clave”.

DIMENSIÓN ESPIRITUAL:

En una sociedad marcada por la religiosidad popular y las tradiciones ancestrales, la espiritualidad adquiere un peso específico en la vejez. “La espiritualidad, entendida más allá de la religión, constituye una fuente profunda de sentido, consuelo y trascendencia. En la vejez muchas personas reflexionan sobre su historia de vida, sus valores, sus legados, y encuentran en la fe o en prácticas culturales una forma de reconciliación interior”.

Las prácticas recomendadas incluyen desde la meditación y el perdón hasta el reencuentro con tradiciones como los rituales familiares, el Día de Muertos y la espiritualidad mesoamericana.

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La felicidad en esta etapa no es una fantasía; es una construcción digna y concreta. (Adobe Stock)

EL ARTE DE ENVEJECER CON PROPÓSITO

Desde su oficina en la Unidad de Investigación en Gerontología de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza de la UNAM, de la cual es jefe, el doctor Víctor Manuel Mendoza Núñez no solo habla sobre el envejecimiento: lo encarna con convicción, claridad y una vocación que no se jubila.

“Yo me hice viejo trabajando con el envejecimiento”, dice sin ambages, con la seguridad de quien ha dedicado toda una vida a comprender el sentido profundo de envejecer bien. Y no lo dice por decir: con casi 40 años de trabajo académico, Mendoza Núñez es uno de los referentes en gerontología en América Latina.

En esas cuatro décadas ha visto de todo respecto a los adultos mayores: políticas ineficaces, prejuicios culturales, abandonos familiares, pero también transformaciones profundas, personas que florecen con nuevos proyectos, comunidades que se organizan para incluir a quienes antes estaban al margen.

Lo primero que desmonta Mendoza es la idea de que envejecer equivale a enfermar. “Antes de 2015, cada quien entendía el envejecimiento saludable como podía. Se confundía con no tener enfermedades o con mantenerse activo. Pero la Organización Mundial de la Salud nos dio un marco claro: envejecer saludablemente es conservar la capacidad funcional para lograr bienestar”.

La “capacidad funcional” es un concepto clave. No se trata de si una persona tiene diabetes o hipertensión, sino de si esas condiciones están controladas y si, a pesar de ellas, la persona puede hacer lo que le interesa. “Una persona puede tener diabetes mellitus y, desde el punto de vista gerontológico, ser saludable, es decir, tener la autonomía física, psicológica y social suficiente para hacer aquello que le brinda bienestar”.

Esa capacidad funcional se construye con dos pilares: la capacidad intrínseca (física, psicológica, social) y un entorno favorable. La conjunción de ambas determina qué tanto puede una persona mayor mantenerse independiente, autónoma y satisfecha con su vida: “Lo importante no es solo poder moverse o pensar bien, sino hacer lo que le da sentido a mi vida. Eso es bienestar”, expresa el especialista.

Mendoza Núñez es médico cirujano por la UNAM y tiene especialidad en Medicina General Familiar, maestría en Gerontología Social por la Universidad Autónoma de Madrid y doctorado en Ciencias por la UNAM. Actualmente, es miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. Es autor de nueve libros, de entre los cuales sobresale el titulado Gerontología comunitaria.

Si hay un tema en el que insiste como un mantra es la idea de “motivos de vida”. Retoma el concepto japonés de ikigai, que alude a la razón por la cual uno se levanta por las mañanas. “Necesitamos proyectos vitales, pues el bienestar no es solo estar bien, sino tener algo que nos impulse”. Ese proyecto puede ser cuidar a los nietos, escribir memorias, integrarse a un huerto comunitario o fundar un club de lectura. Lo importante es que tenga sentido para la persona: “No se trata de hacer cosas por hacerlas. Se trata de saber para qué quiero seguir viviendo”.

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Mendoza Núñez: “Necesitamos proyectos vitales, pues el bienestar no es solo estar bien, sino tener algo que nos impulse”. (Especial)

LA RELEVANCIA DE LAS REDES SOCIALES

Un concepto que se entreteje en toda la visión del doctor Mendoza es el de “muerte social”, un fenómeno silencioso pero devastador que ocurre cuando alguien deja de participar en su comunidad: “Cuando uno ya no está presente en la vida de los otros, aunque esté físicamente, empieza a desaparecer”.

Ante ello, explica, las redes sociales y comunitarias no solo ofrecen compañía, sino que son fuentes de reconocimiento, apoyo emocional y sentido. “El apoyo social permite cumplir o incluso descubrir nuestros motivos de vida”, dice. En ese sentido, por ejemplo, la jubilación sin plan posterior puede ser un abismo: “Hay estudios que muestran que algunas personas mueren a los pocos años de jubilarse por no tener un proyecto de vida”.

Por ello insiste en fortalecer el voluntariado, especialmente aquel que conecta experiencia con contribución, pues los adultos mayores “podemos asesorar estudiantes, participar en programas ecológicos, cuidar a otras personas mayores. El punto es: ¿qué hago con lo que soy y con lo que sé?”.

En otro orden de ideas, al hablar de prácticas saludables, el doctor es tajante: el ejercicio físico no se empieza a los 60 años, sino que debe realizarse toda la vida. “Pero si no lo hiciste antes, empieza hoy”. También recomienda una alimentación balanceada, bajo consumo de grasas y azúcares, sueño reparador, autocuidado y, sobre todo, vida social activa. Empero, vuelve al punto central: “Nada de eso funciona si no tengo motivos para levantarme cada día”.

UN MANEJO DEL DUELO ACTIVO

La vejez es, asimismo, una etapa de duelos, no solo por la muerte de seres queridos, sino porque también se pierde el trabajo, el rol social, la pareja, los amigos e, incluso, las mascotas. “Hay pérdidas reconocidas y otras que no se reconocen, pero duelen igual”, afirma.

En ese sentido, el manejo del duelo debe ser activo; es decir, no se trata de evitar el dolor, sino de tener con quién compartirlo. Y por ello las redes sociales activas son clave: “Si no existen, hay que construirlas. No se vale decir que tienes amigos si nunca los ves”.

El doctor Mendoza revela que, en lo personal, podría estar jubilado desde hace varios años. Pero no quiere. “Mientras tenga capacidad cognitiva y sienta que puedo aportar, seguiré aquí”, indica con firmeza. Considera que la UNAM le ha dado ese reconocimiento, y que ello mismo debería replicarse en todos los ámbitos, el permitir que las personas mayores sigan contribuyendo mientras puedan y quieran.

“Lo que quiero es que se reconozca lo que soy, lo que sé y lo que puedo seguir ofreciendo”, enfatiza.

La reflexión final del doctor Mendoza es una invitación urgente a repensar la vejez no como un retiro, sino como una nueva etapa de participación; a reconocer que la salud no es la ausencia de dolencias, sino la presencia de sentido; y a ver a los adultos mayores no como carga, sino como capital. “No necesitamos que nos den cosas. Necesitamos oportunidades para seguir desarrollándonos”, concluye. N

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