Trotar es uno de los ejercicios que pueden ayudarla a una persona a evitar volverse obesa incluso si tiene un riesgo genético de desarrollar la condición, según unos investigadores.
La nueva investigación involucró a 18,424 adultos chinos de la etnia han entre 30 y 70 años, quienes participaron en el estudio del Biobanco de Taiwán. Los investigadores recopilaron mediciones de obesidad, como el índice de masa corporal, porcentaje de grasa corporal, las circunferencias de cintura y cadera y la proporción entre cintura y cadera. El equipo también calculó las calificaciones de riesgo genético usando datos del Biobanco de Taiwán.
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Los participantes les dijeron a los investigadores los tipos de ejercicios que hacían. Se consideró que los encuestados se ejercitaban con regularidad si se ejercitaban por lo menos 30 minutos, tres veces a la semana. Las actividades relacionadas con el trabajo, como las labores manuales, no contaban como ejercicio.
Los autores del artículo publicado en la revista PLOS hallaron que el ejercitarse con regularidad parecía aligerar a influencia general de los genes asociados con la obesidad en cuatro mediciones: índice de masa corporal y grasa corporal, así como en la circunferencia de cintura y cadera.
Trotar con regularidad dio los mejores resultados y se halló que atenúa los efectos genéticos en el índice de masa corporal, la masa corporal y la circunferencia de cadera. Se haló que escalar montañas, caminar, bailar con un estándar internacional y las sesiones de yoga que duran por lo menos una hora mitigan los efectos en el índice de masa corporal.
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Sin embargo, andar en bicicleta, hacer estiramientos, nadar, los juegos de baile rítmico y el qigong no marcaron una diferencia en las mediciones de obesidad.
Estudios anteriores también han sugerido que ejercitarse disminuye la influencia de los genes asociados con la obesidad en el índice de masa corporal. Pero los autores argumentan que el índice de masa corporal no es la medición más precisa de la condición.
La calificación del índice de masa corporal (calculada mediante dividir el peso de una persona en kilogramos por el cuadrado de su altura en metros) no incluye mediciones como el exceso o distribución de grasa corporal, ni toma en cuenta variables como la edad, el sexo, origen étnico y la masa muscular que pueden conformar la salud de una persona de numerosas maneras.
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Wan-Yu Lin, coautora del estudio y profesora adjunta en el Instituto de Epidemiología y Medicina Preventiva de la Universidad Nacional de Taiwán, dijo a Newsweek: “Los beneficios de ejercitarse con regularidad tienen más impacto en los sujetos que están más predispuestos a la obesidad”.
Ejercitarse menos de 30 minutos tres veces a la semana no es suficiente para reducir la influencia genética adversa en la obesidad, enfatizó ella.
“La obesidad es provocada por la genética, factores en el estilo de vida, y la interacción entre ellos. Aun cuando los materiales hereditarios son congénitos, los factores en el estilo de vida pueden ser determinados por uno mismo”, comentó Wan-Yu.
Kathryn Erica Bradbury, una epidemióloga nutricional en la Universidad de Auckland quien no trabajó en el estudio, dijo a Newsweek: “Este estudio da más soporte a los hallazgos previos, de que el ejercicio puede ayudar a mantener un menor peso corporal en la gente que está genéticamente predispuesta a cargar peso extra”.
Algunos ejercicios, como el tenis y el baloncesto, no eran comunes en la población estudiada por los autores, por lo que se requiere de más datos para hacer los hallazgos más cercanos a la población más amplia, argumentó ella.
La mayoría de la gente no sabrá si está genéticamente predispuesta a cargar peso extra, dijo Bradbury, pero el ejercicio extra es benéfico para todos.
Previamente este mes, un equipo diferente observó la obesidad desde un ángulo diferente, y concluyó que la gente se ha vuelto más gorda en los últimos 50 años a causa de los ambientes en que vivimos.
Lo que se conoce como un ambiente obesogénico podría aumentar nuestras posibilidades de tener un índice de masa corporal poco sano desde que estamos en el útero hasta que morimos, advirtieron los autores del estudio publicado en The BMJ.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek