Si las donas, las pizzas y las hamburguesas con queso te resultan irresistibles, tal vez tu fuerza de voluntad no sea la única responsable, ya que un estudio ha descubierto que nuestro cerebro está programado- para anhelar el doble golpe de los carbohidratos y las grasas.
Un equipo de investigadores de Estados Unidos, Alemania, Suiza y Canadá asegura que, cuando nos presentan la opción de alimentos con alto contenido tanto de grasas como de carbohidratos -como es el caso de muchos alimentos procesados-, la parte del cerebro que se encarga de procesar la recompensa se activa con mayor intensidad que cuando nos ponen enfrente alimentos ricos en grasas o en carbohidratos.
Los científicos creen que esto se debe a la manera como evolucionamos para encontrar alimentos que aportan la mayor cantidad de energía, a la vez que minimizamos nuestra exposición al peligro.
Los autores del estudio señalan que, cuando los humanos éramos cazadores-recolectores, nuestra dieta consistía, sobre todo, de plantas y carnes animales, y rara vez encontrábamos alimentos ricos en grasas y carbohidratos. Sin embargo, a partir del desarrollo de la agricultura, hace unos 12,000 años, se nos ha facilitado mucho producir grasas y carbohidratos tanto por separado como combinados. Y debido a que alimentos como las donas ingresaron en nuestras dietas apenas en los últimos 150 años, nuestros cerebros todavía no han evolucionado una respuesta nueva.
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A fin de entender cómo responde el cerebro ante los distintos alimentos, los investigadores practicaron escaneos cerebrales a 206 adultos mientras les mostraban fotografías de bocadillos ricos en grasa o en azúcar, o una combinación de las dos. Así mismo, dieron dinero a los participantes para que ofertaran por los alimentos que más deseaban consumir.
Los científicos hallaron que los alimentos ricos tanto en carbohidratos como en grasas estimularon los circuitos neuronales del centro de recompensa del cerebro; y que dicha estimulación fue mucho mayor que con los alimentos que habían identificado como sus favoritos. Es más, los sujetos del estudio estuvieron dispuestos a pagar más por los productos con alto contenido de grasas y carbohidratos.
Con base en el ejemplo de un ratón que no correría el riesgo de salir de su madriguera y exponerse a un depredador para conseguir un alimento de bajo contenido energético, Dana Small, directora del Centro de Investigación en Fisiología y Dieta Moderna, en la Universidad de Yale, explicó en una declaración: “El proceso biológico que regula la asociación de los alimentos con su valor nutricional evolucionó para definir, cuidadosamente, el valor de un alimento y permitir que los organismos tomen decisiones adaptativas”.
“Al parecer, los alimentos que contienen grasas y carbohidratos indican al cerebro sus cargas calóricas potenciales a través de distintos mecanismos”, agregó. “Nuestro estudio demuestra que, cuando se combinan ambos nutrientes, el cerebro parece sobreestimar el valor energético de un alimento”.
Los científicos esperan que su estudio, publicado en la revista Cell Metabolism, contribuya a esclarecer las causas de la obesidad, por qué comemos cuando no estamos hambrientos, y a qué se debe que las personas tengan dificultades para perder peso y mantenerlo.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek