
Hace unas semanas, en Viena, se celebró el Austrian World Summit, convocado por mi amigo Arnold Schwarzenegger (exgobernador de California, a quien hemos invitado al Instituto de Liderazgo que lanzaremos en el Centro Fox). En la Hofburg, líderes de todo el mundo coincidieron en un mensaje contundente: la crisis climática no es un desafío del futuro, es la emergencia del presente.
Ese llamado internacional debe resonar en México. Tenemos sol, viento, agua y talento para ser potencia verde. Durante mi presidencia comprendí que nuestro país no podía depender únicamente del petróleo. Apostamos por modernizar el sector energético, abrir espacio a la innovación y sentar bases para diversificar la matriz.
Hoy, más de veinte años después, mientras el mundo acelera hacia las renovables, México insiste en modelos del pasado. Según la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA), nuestro país podría multiplicar por cuatro su capacidad solar y eólica antes de 2030. Sin embargo, el plan energético nacional sigue privilegiando la “soberanía” en hidrocarburos, retrasando inversiones limpias que crearían empleos, bajarían costos y garantizarían seguridad energética real.
El reto es claro. Para avanzar hacia un México verde y competitivo se requieren tres decisiones concretas:
Ya existen ejemplos que inspiran:
Estos modelos prueban que México tiene todo para liderar. Solo falta voluntad política.
La agenda ambiental se conecta directamente con la paz y la democracia. Un país que destruye su patrimonio natural con megaproyectos apresurados pierde autoridad moral para hablar de liderazgo verde. El Tren Maya es el ejemplo más evidente.
Según estudios de la UNAM y de especialistas en biodiversidad, la obra amenaza cenotes, selvas y hábitats de especies únicas. Además, se ha señalado la insuficiente consulta a comunidades indígenas, contraviniendo el Convenio 169 de la OIT. La lección es clara: no hay desarrollo verdadero si se sacrifica biodiversidad y cultura.
México debe garantizar que toda infraestructura futura cumpla con tres principios:
¿Cómo reparar los daños ya causados? No basta con decretos desde el escritorio. Hace falta una coalición nacional: agencias gubernamentales, universidades, sociedad civil y comunidades locales trabajando juntas.
Existen metodologías probadas: reforestación con especies nativas, monitoreo comunitario de fauna, proyectos de ecoturismo sustentable que generan ingreso sin destruir el entorno. Ejemplos como la Reserva de la Biosfera de Montes Azules en Chiapas o el modelo de gestión comunitaria en la Sierra Norte de Oaxaca muestran que sí es posible conciliar desarrollo y conservación.
En mi gobierno alcanzamos un logro histórico: la mayor construcción de vivienda social en la historia moderna de México, con millones de familias accediendo por primera vez a un hogar digno. Ese fue un pilar de desarrollo y movilidad social.
Hoy, el reto es distinto: no solo construir más, sino construir mejor. La vivienda del futuro debe ser verde, con materiales de bajo impacto, eficiencia energética, techos solares, captación de agua y planeación urbana sustentable.
Aquí entra un recurso fundamental: las remesas de nuestros paisanos. El monto total de remesas que recibió México en 2024 fue de 64,745 millones de dólares estadounidenses, superando la aportación al PIB del sector petrolero y del turístico. Imaginemos si parte de esos recursos se canalizara —con apoyo de la banca y programas de coinversión— a proyectos de vivienda sustentable y energías limpias en comunidades. Sería un modelo único en el mundo: migrantes impulsando la vivienda verde en su tierra.
Nuestros paisanos sostienen al país con sus envíos. Ahora debemos darles la oportunidad de ser protagonistas en la transición energética y ambiental.
En el año 2000 los mexicanos demostramos que el cambio es posible. Después de 71 años de un solo partido en el poder, la ciudadanía votó por una transición democrática que abrió un nuevo capítulo en nuestra historia. Esa elección no solo cambió de presidente: cambió la dirección de México.
Hoy, enfrentamos un desafío semejante. Así como entonces elegimos democracia, ahora debemos elegir futuro verde, instituciones sólidas y energías limpias. Cuando los mexicanos deciden, México se transforma. Y esta generación puede ser la que coloque a nuestro país en la vanguardia del siglo XXI: verde, democrático y en paz.
La política ambiental no puede separarse de la política democrática. Un país que erosiona la autonomía de sus instituciones pierde autoridad para hablar de futuro. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha señalado que el debilitamiento del Estado de derecho en América Latina frena también la defensa de territorios y recursos naturales. Y el Banco Mundial advierte que las naciones con mayor transparencia y estabilidad institucional son también las que logran mayores inversiones en energías limpias.
México debe recuperar su papel como constructor de paz y referente democrático, pero ahora sumando la agenda verde. En los años de mi presidencia defendimos principios claros: frente al autoritarismo de Fidel Castro, defendimos la dignidad nacional; frente al 11 de septiembre, expresamos solidaridad sin titubeos; frente a la guerra de Irak, dijimos NO a unas armas de destrucción masiva que nunca existieron. La lección fue clara: soberanía y paz no se negocian.
Esa misma convicción me llevó en 2024 a intentar ingresar a Venezuela, junto con otros expresidentes, como observador democrático invitado por María Corina Machado. El régimen nos bloqueó. Aprendí que callar es claudicar. Y por eso, desde el Centro Fox seguimos reuniendo voces libres frente a populismos y dictaduras.
HOY México enfrenta una responsabilidad mayor: recuperar su voz democrática y sumarla a la causa verde del siglo XXI.
Lo aprendí entonces, lo sostengo ahora y lo proclamaré siempre: la paz es la única victoria posible. Pero esa paz solo será duradera si se acompaña de democracia firme, instituciones sólidas, energía limpia y compromiso ambiental.
Es tiempo de que México recupere el liderazgo que alguna vez tuvo: como voz de la democracia, como constructor incansable de paz y como potencia verde del siglo XXI.
Colaboración especial en exclusiva para Newsweek en Español América. N
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