Cuando Jocelyn Leitzinger pidió a sus alumnos que compartieran una experiencia personal relacionada con la discriminación, notó un patrón curioso en los escritos que recibió: la víctima de las historias casi siempre se llamaba Sally. “Era evidente que ese era un nombre genérico usado por ChatGPT”, comenta con preocupación esta profesora radicada en Chicago.
Leitzinger, quien enseña negocios y sociedad en la Universidad de Illinois, Estados Unidos, señala que muchos estudiantes ni siquiera hablaban de vivencias reales. “No estaban escribiendo sobre sus propias vidas”, asegura.
Según sus estimaciones, cerca de la mitad de los 180 estudiantes que tuvo el semestre pasado recurrieron al uso inapropiado de ChatGPT, incluso en ensayos sobre los dilemas éticos relacionados con la inteligencia artificial (IA).
La docente comenta que los resultados de una reciente investigación no la tomaron por sorpresa. Dicho estudio sugiere que quienes utilizan IA generativa para redactar sus trabajos tienden a ser menos críticos en su pensamiento.
Te puede interesar: El filme ‘Her’ ya no es ficción: un hombre se enamora de un ente de IA y le propone matrimonio
Aunque todavía no ha pasado por revisión académica, esta investigación preliminar se volvió viral en redes sociales, al reflejar una inquietud compartida por numerosos docentes que lidian con este tipo de prácticas. Desde su publicación el mes pasado, más de 3,000 académicos han escrito al equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) que lo llevó a cabo, según declaró su autora principal, Nataliya Kosmyna.
Para este estudio, 54 estudiantes de la zona de Boston fueron divididos en tres grupos. Tenían que escribir redacciones de 20 minutos, el primero utilizando ChatGPT, el segundo un motor de búsqueda y el tercero solo su cerebro.
TEXTOS “SIN ALMA”
Los investigadores midieron la actividad cerebral de los estudiantes durante sesiones espaciadas varios meses y dos profesores calificaron sus textos. Los usuarios de ChatGPT tuvieron resultados significativamente peores que los que utilizaron únicamente la cabeza. Los electroencefalogramas mostraron que distintas regiones de sus cerebros se conectaban entre sí con menos frecuencia.
Además, más del 80 por ciento de los usuarios de la IA no podían citar ningún fragmento de la redacción que acababan de escribir, frente al 10 por ciento de cada uno de los otros dos grupos. Al final de la tercera sesión, parecían limitarse principalmente a copiar y pegar.
Por su parte, los profesores encargados de corregir sus textos declararon que eran capaces de reconocer fácilmente aquellos “sin alma”, escritos con IA. Aunque la gramática y la estructura eran correctas, les faltaba creatividad, personalidad y una reflexión profunda.
No obstante, Kosmyna matiza las interpretaciones del estudio que hicieron algunos medios, según las cuales la IA vuelve estúpidas o más perezosas a las personas.
Durante la cuarta sesión, el grupo que hasta entonces solo había utilizado su cerebro fue invitado a utilizar ChatGPT por primera vez y mostró un nivel de conectividad neuronal aún mayor, señala.
Es demasiado pronto para sacar conclusiones de una muestra tan pequeña, según la investigadora, que reclama más estudios sobre cómo utilizar mejor las herramientas de IA para facilitar el aprendizaje.
EL USO DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL: “MENOS FALTAS ORTOGRÁFICAS, PERO TAMBIÉN MENOS CREATIVIDAD”
Ashley Juavinett, neurocientífica en la Universidad de California San Diego, que no participó en el estudio, también critica algunas de las “extrapolaciones” que se hicieron a partir del estudio.
“Este artículo no aporta suficientes pruebas ni rigor metodológico para sacar conclusiones sobre el impacto de los grandes modelos lingüísticos [como ChatGPT] sobre el cerebro”, declara a la agencia de noticias AFP.
Sin embargo, para Leitzinger estos resultados coinciden con su percepción de cómo ha cambiado la escritura de sus alumnos desde la llegada de ChatGPT en 2022, con menos faltas de ortografía, pero también menos autenticidad.
La llegada de la inteligencia artificial se compara a menudo con la introducción de las calculadoras, que obligó a los profesores a cambiar sus métodos. Leitzinger teme que los alumnos ya no necesiten conocimientos básicos antes de utilizar la IA, saltándose la etapa esencial del aprendizaje.
“Escribir es pensar; pensar es escribir. Si eliminamos este proceso, ¿qué queda del pensamiento?”, se pregunta. N
(Con información de agencias)