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Ya no pagues impuestos. Bataille y el fascismo tributario

Publicado el 9 de agosto, 2025
Ya no pagues impuestos. Bataille y el fascismo tributario

Hay un discurso espeso en el ambiente que nos atraviesa la piel, lo hemos absorbido desde antes de nacer y lo tenemos impregnado hasta en los huesos: El mexicano es un chingón. La absorción de esta espesura ha sido inyectada con otras mezclas menos ciertas pero más significativas: “el mexicano es chingón y es bueno”. Esta narrativa impuesta generó el credo de que el mexicano (pero solo el mexicano del sector desfavorecido), es pueblo bueno, se porta bien, paga sus impuestos a tiempo, cumple. El mexicano dice que “el pobre es el más cumplido de todos”, aunque sabemos que estructuralmente es imposible que se beneficie de ser bueno, de pagar sus impuestos a tiempo.

George Bataille, en el texto “La Estructura Psicológica del Fascismo” distingue que la sociedad se integra por una parte homogénea y una heterogénea. La homogeneidad en la sociedad constituye el actuar normativo, las reglas de la conciencia de la identidad posible. Reglas, identidad y conciencia que se constituyen de situaciones que ya fueron previamente definidas. Para Bataille la sociedad es binaria y en esa división se enfatiza que son solo aquellos que constituyen los sectores dominantes y que poseen los medios de producción, quienes fundan y perpetúan la sociedad homogénea.

Pero es complicado fundar y mantener una sociedad homogénea, se necesita desde luego al Estado. La función del Estado no es entonces trabajar para el bien común, social o colectivo, no es la satisfacción de las necesidades de todos, mucho menos el reconocimiento y protección de derechos humanos. Su función se reduce a constituirse en un perpetuador de la homogeneidad. Las instituciones del Estado, el derecho, los tribunales y los cuerpos de seguridad se constituyen por quien ostenta el poder para aniquilar, o someter a la regla, a todas las fuerzas desordenadas (heterogéneas). Byung Chul Han en el ensayo “Sobre el Poder”, plantea que:

“El hábito designa la totalidad de disposiciones o costumbres de un grupo social. Surge por asimilación de los valores o las formas de percepción que están planteados en función de un determinado orden de dominio. Posibilita un amoldamiento en cierta manera prerreflexivo – y también eficiente somáticamente – al orden dominante existente, generando un automatismo de la costumbre en la que, por ejemplo, los desfavorecidos socialmente actúan en función de los modelos de conducta que estableció el dominante…”

Bataille nos pregunta ¿Cuáles serían las razones confesables por las que un hombre querría ser noble, semejante a un representante de la casta militar medieval?, lo que nos lleva a reflexionar ¿Cuáles son las razones por las que un hombre considerado innoble, miseria, el Otro, decide asimilar los valores tradicionalmente nobles, considerando virtuoso pagar impuestos como establecen las reglas?, esto se puede responder bajo la óptica de Bataille: La sociedad homogénea es incapaz de encontrar en sí misma una razón de ser, por eso genera una dependencia hacia las fuerzas imperativas dominantes.

En el ideal, la naturaleza de las obligaciones del pago de impuestos se justifica bajo la narrativa de que todos cooperamos o contribuimos para satisfacer las necesidades de todos, para redistribuir la riqueza y generar beneficios a todo el grupo social. Pero en lo material quien domina no considera a todos Sociedad y por lo tanto no todos son ni deben ser beneficiarios del gasto público. Una prueba es la infraestructura de las ciclovías en la Ciudad de México, solo beneficia a los sectores de más altos ingresos y no a los sectores más desfavorecidos que más requieren movilidad económica y funcional.

Cuando se expone esta radiografía social resulta increíble que como señala Bataille, el poseedor de los medios de producción sea el único que se apropia de los productos generados por la homogeneidad, y además sea el único que se beneficia de lo recaudado por el Estado (aunque indirectamente haya beneficios para algunos sectores sociales homogéneos). Una estructura así no podría perdurar en el tiempo. Este desequilibrio y explotación social debería generar que los productores en la sociedad, siendo el sector desfavorecido, tome conciencia de su realidad y surjan acciones de transformaciones en los cimientos estructurales.

Pero ¿Por qué no sucede?, Porque para evitarlo la clase dominante implementa mecanismos psicológicos de nulificación en la transformación del sistema, uno de tantos mecanismos es la creación de la ficción de la clase media, que para Bataille, es un sector social que se beneficia de algunas participaciones de las ganancias de los poseedores de los medios de producción, consiguiendo así una identificación con ellos y no con su realidad de productores económicos desfavorecidos en la estructura social.

Esta asimilación peligrosa de valores y reglas de la clase dominante es la que mantiene el estado de cosas en la forma actual. Por eso para Han el poder “se afianza generando perspectivas o modelos de interpretación que sirven para legitimar y mantener un orden de dominio”. Es entonces el pago de impuestos puntual una necesidad del sector social dominante, quien no solo se beneficia del producto que genera el trabajo de las clases desfavorecidas, sino que además de acaparar la renta y monopoliza los beneficios del gasto público, transformando así sus necesidades de dominio, en necesidades naturales del sector desfavorecido. Pagamos impuestos pero jamás nos beneficiamos directamente de la riqueza producida y recaudada.

El derecho tributario, para que sea realmente justo, no debe provenir del sentido social creado por los imperativos dominantes, sino que debe ser subversivo. Todo cambio estructural se origina en la subversión, que para Bataille, debe provenir de la clase miserable y dominada. Una subversión tributaria debería formarse en las comunidades miserables una vez que adquieren conciencia de clase o estructural. Los actos de organización fiscal comunitaria, sin intervención de estructuras estatales dominantes, son una opción de subversión organizada.

Un ejemplo poco narrado lo observamos en Chiapas, México. Los productores de café se han organizado en varias cooperativas para fortalecer su actividad económica, y promover un comercio justo y orgánico sin intervención estatal. O la existencia del Tequio en Oaxaca, trabajo comunitario no remunerado para el beneficio de la propia comunidad. Otro ejemplo sería la posibilidad de que las comunidades o colonias se organizaran para crear espacios deportivos y culturales de la más alta calidad, utilizando el suelo para beneficio de ellos mismos, sin intervención Estatal y con reducción de cargas fiscales.

Para Mark Fisher, la subversión y los cambios provienen de la imaginación de futuros a través de expresiones antagonistas de lo considerado: cultura general aceptada, pero es en esta posibilidad donde se presenta el problema. Los distintos sectores que ejercen el poder dominan también la imaginación. Cuando existen inconformidades estructurales de los sectores miserables, a través de distintos mecanismos de control y manejo de la inconformidad, principalmente psicológicos, guían la efervescencia en sentido contrario a la subversión, se dirige la inconformidad a los imperativos que producen fascismo.

Cuando el sector social desfavorecido se inconforma por la desventaja estructural que produce la miseria, quien domina imposibilita la acción subversiva a través de la dominación psicológica dirigiendo el enfoque de inconformidad estructural a los fundamentos sociales del fascismo. Como ocurre en el caso de los jóvenes en Ciudad de México en la “marcha contra la gentrificación”, en lugar de enfocarse en las estructuras, dirigieron sus consignas a atacar gringos y comercios, que pertenecen al mismo sector dominado y homogéneo. La falta de una toma de conciencia estructural utiliza a los jóvenes para mantener las estructuras intactas, incluso fortalecerlas.

Todo esto ocurre a través de la fragmentación del sector homogéneo, se crea una diversidad de luchas moleculares y no unificadas – las olimpiadas de la opresión-, ya no es el sector desfavorecido el inconforme, sino minigrupos vulnerables afectados por distintas razones, que lejos de agruparse se desvinculan e individualizan. En esta fragmentación de la homogeneidad, la atracción entonces de los grupos dominados ya no es hacia la subversión, sino que se instrumentaliza para llevar la atención a la restauración del orden y los “valores tradicionales”. La homogeneidad llega al extremo de afirmar que el problema fiscal es el comercio informal, en vez de exigir tasas más altas para quien acapara la renta.

Esta historia no tiene un final feliz, lejos de organizarnos para generar un nuevo sistema tributario justo, una subversión fiscal que deje de oprimir a unos para beneficiar a otros, la efervescencia nos volverá a todos aliados en la imposición de una moral de cumplimiento fiscal en regla. Y mientras no surja y se recupere la conciencia de la desventaja estructural colectiva, los sectores dominantes logran que antes de revolucionarios, nos volvamos fascistas.

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Marco Agustín Ramírez Rodríguez es abogado fiscalista, constitucionalista y especialista en Derechos Humanos. Fundador y CEO de MR Boutique Legal y director General de Centro de Investigación y Estudios Jurídico Fiscales.

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