
NUESTRA VIDA DIGITAL está compuesta por interacciones diarias con decenas de páginas web. Cada una de ellas tiene como objetivo registrar datos sobre nuestra visita: desde nuestros hábitos de navegación, hasta preferencias personales. En teoría, esto busca mejorar la experiencia del usuario y facilitar futuras visitas.
Sin embargo, muchas veces aceptamos estas condiciones, llamados cookies, por pura inercia, sin detenernos a reflexionar qué implica ese acto tan cotidiano. ¿Quién lee los términos? ¿Quién se cuestiona qué información se guarda o para qué se usará? La realidad es inquietante: esa ligereza puede estar entregando, sin saberlo, tu identidad a manos de ciberdelincuentes.
Un informe reciente de NordVPN revela una cifra importante de analizar: más de 93,000 millones de cookies están circulando en mercados de la dark web. De ellas, más de 221 millones corresponden a México, que ocupa el puesto 11 a nivel mundial en esta preocupante clasificación.
No estamos hablando de meros rastros digitales sin valor; hablamos de credenciales activas, identificadores de sesión y datos personales que permiten acceder a cuentas bancarias, correos, plataformas de trabajo e, incluso, servicios gubernamentales.
Originalmente, las cookies fueron creadas con fines técnicos como facilitar la navegación. No obstante, hoy muchas de ellas no solo almacenan configuraciones básicas, sino también información altamente sensible que, si cae en manos equivocadas, puede utilizarse para robo de identidad, espionaje digital o acceso no autorizado a sistemas.
Lo más preocupante es que, debido a su naturaleza persistente, muchas cookies no expiran al cerrar sesión ni se eliminan al borrar el historial del navegador. Algunas, como las “zombie cookies”, incluso se regeneran automáticamente después de ser eliminadas. Y otras, las “supercookies”, son prácticamente indetectables para el usuario promedio.
Lejos de ser una curiosidad técnica, las cookies robadas se han convertido en una moneda de cambio en el mundo del cibercrimen. Se venden, se intercambian y se clasifican según el tipo de información que contienen. Términos como “login”, “session”, “auth” o “ID” son comunes en los listados de venta, indicando que muchas de estas cookies permiten el acceso directo a cuentas activas, lo que significa que un atacante no necesita conocer tu contraseña: basta con cargar una de estas cookies en su navegador y, con unos pocos clics, asumir tu identidad digital, sin levantar sospechas.
Entre los datos más comunes filtrados están:
De acuerdo con la investigación referida, con una sola cookie se puede iniciar un ataque de ingeniería social, realizar una suplantación de identidad o tomar el control de una cuenta.
Pero ¿cómo llega esta información a la dark web? La mayoría de las cookies robadas provienen de infecciones silenciosas mediante malware espía como Redline Stealer, Vidar, LummaC2 y CryptBot, programas que suelen esconderse en:
Que México figure en el top 15 de países con mayor filtración de cookies no es casualidad. Somos un país con una alta adopción de internet móvil, un creciente uso de banca digital y, al mismo tiempo, una cultura digital aún en construcción, donde muchos usuarios siguen careciendo de conocimientos básicos en ciberseguridad.
El riesgo se agrava cuando organizaciones, instituciones y gobiernos también descuidan las prácticas de protección de datos. Cada vez que una entidad no cifra adecuadamente sus sesiones o no protege sus endpoints, pone en riesgo no solo su infraestructura, sino también la de sus usuarios y colaboradores.
Si bien aceptar cookies no es intrínsecamente negativo, ya que muchas son necesarias para el buen funcionamiento de un sitio web, la amenaza aparece al permitir cookies de terceros sin saberlo, especialmente aquellas instaladas por redes publicitarias o sistemas de análisis que rastrean tu comportamiento a través de múltiples sitios.
El verdadero enemigo es la normalización del consentimiento automático: una conducta cada vez más común, inducida por interfaces diseñadas para confundir o presionar al usuario a hacer clic en “Aceptar todo” sin ofrecer alternativas claras o entendibles.
Aun así, reducir tu exposición es posible tomando acciones que pueden marcar una gran diferencia como:
En conclusión, aceptar cookies no debería ser una decisión tomada a la ligera. Cada vez que haces clic podrías estar abriendo una puerta por la que se cuela el crimen digital. En una época donde la identidad digital es tan valiosa como la física, cuidar tus rastros en línea no es paranoia, es sentido común. N
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Sergio Martínez es director de Investigación y Desarrollo en IQSEC. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.