LA HISTORIA del bailarín clásico mexicano Isaac Hernández y sus diez hermanos es la apuesta de sus padres por un modelo educativo disruptivo para su época: el homeschooling.
El covid-19 obligó a que todos llevaran la escuela a la casa, es decir, llevaron las clases de la escuela tradicional a su espacio familiar. Sin embargo, la traducción más adecuada para el concepto “homeschooling” sería “desescolarización”, en referencia a que el modelo promueve que los niños estudien fuera de la escuela tradicional que dicta un currículum académico específico avalado por el sistema educativo.
Quienes han vivido de manera exitosa un modelo de homeschooling, como Isaac Hernández y sus hermanos, tienen un sinnúmero de anécdotas para explicar cómo sus padres lograron que este sistema fuera efectivo para su familia.
Actualmente, Isaac (31 años) y su hermano Esteban (27 años) son dos protagonistas del ballet internacional. Trabajan como bailarines principales en el English National Ballet y el San Francisco Ballet, respectivamente. Aprendieron sus primeros pasos con sus otros nueve hermanos en su patio trasero en Guadalajara, Jalisco. Su primer maestro de ballet fue su padre, Héctor Hernández.
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Originario de Monterrey, Nuevo León, el patriarca de los Hernández comenzó “tarde” su entrenamiento como bailarín clásico. Se inició a los 14 años, cuando la edad recomendada es a los ocho. Se trasladó a la Ciudad de México y comenzó a bailar con varias compañías, pero pronto decidió viajar a Nueva York, animado por Rudolf Nureyev, cuando ese bailarín soviético —considerado uno de los mejores del siglo XX— se presentó en México.
A pesar de haber viajado con poco dinero, sus presentaciones le dieron suficientes recursos para lograr estudiar con los grandes maestros del ballet neoyorquino de ese tiempo. Cuando regresó a México comenzó a materializar un proyecto social para establecer una escuela de ballet para niños desfavorecidos. Ahí conoció a una bailarina que se convertiría en su esposa, Laura Elena Fernández. Se casaron en 1978 y tuvieron 11 hijos.
Héctor y Laura habían sido bailarines profesionales y también profesores. Así que ante el desencanto que tenían por el sistema educativo tradicional, decidieron que para sus hijos procurarían un modelo de educación en casa. Dividían a los niños en dos grupos para poder repasar las materias adecuadas a su edad.
Su madre fomentaba la práctica de clases de piano y guitarra. También tenían clases de artes marciales todas las mañanas. Su padre intercambiaba clases de ballet con otros profesores que podían dar a sus hijos otras asignaturas que enriquecieran y diversificaran su aprendizaje. También procuraban que sus hijos tuvieran un constante acercamiento a los espectáculos artísticos.
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En una charla virtual con alumnos del Tec de Monterrey, durante VibrArt Arts & Culture Festival 2021, Isaac recuerda esos años en que su propio padre comenzó a darles ballet para completar su plan de estudios en casa, con una clase de educación física de altísima calidad, como solo podría darla alguien que se había entrenado profesionalmente como bailarín.
Algo más. Su padre promovía en sus hijos la conciencia de servicio a la comunidad. Subían a los 11 niños a una camioneta tipo combi para ir a los pueblos cercanos donde él ofrecía su ayuda a personas necesitadas. Esa furgoneta VW fue parte fundamental de la familia, pues era la misma en la que se trasladaban para buscar patrocinios para que Isaac y Esteban pudieran bailar, competir y seguir aprendiendo.
“Mi madre fue fundamental e incansable. Y también mis hermanos. Hasta nos coordinábamos para emboscar a diferentes políticos en diferentes lugares. Si nos enterábamos de que el gobernador iba a dar una conferencia en la Cámara de Comercio, nos parábamos en diferentes salidas con cartas escritas a mano pidiendo apoyo para poder aceptar oportunidades como la de competir en el American Grand Prix (una competencia anual de ballet, en Nueva York)”, contó el bailarín en su charla virtual con el Tec.
“NADIE CREÍA QUE ME HABÍA FORMADO MI PAPÁ EN EL PATIO DE LA CASA”
Entonces vino la época en que Isaac comenzó a ganar las competencias y, a sus 11 años, le ofrecían becas para estudiar en el extranjero.
“Empecé a ver niños que tenían mi edad que habían estudiado en la Ópera de París y en el Real Ballet, que habían estudiado en grandes instituciones y, curiosamente, ahí hago la referencia del patio de la casa, porque empecé a ganar y nadie creía que me había formado mi papá en el patio de la casa. Inexplicable para ellos cómo sin grandes instalaciones, sin grandes maestros reconocidos y sin grandes metodologías, habíamos logrado desarrollar un nivel técnico que no era comparable con ninguna otra escuela, con ningún otro estudiante, en ese momento, a esa edad. Empecé a causar algo de revuelo en ese mundo de las competencias”, recordó.
Hoy es anecdótico que declinara la propuesta de escuelas tan prestigiadas en el mundo del ballet como la Ópera de París, pero su madre estaba preocupada por dejar que un niño tan pequeño tuviera que vivir solo en otro país y en dormitorios escolares.
Fue una decisión familiar que a los 13 años aceptara la propuesta de la Rock School for Dance Education, una escuela pequeña en Filadelfia que le ofrecía entrenamiento personalizado y un ambiente seguro, pues un familiar podría mudarse con él a un departamento que la escuela rentaría para ellos.
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La educación que había recibido en casa —donde sus compañeros eran sus propios hermanos— fue de tal calidad que debía tomar la decisión de abandonar su país, porque en México “no existían las condiciones” para seguir su preparación como bailarín profesional, resumió el propio Isaac en su charla.
Los hermanos Hernández y sus propios padres son generosos con los medios de comunicación para platicar sus anécdotas. En una entrevista con una agencia de noticias, en 2017, para referirse al modelo poco ortodoxo de crianza que los padres de Isaac llevaron con sus 11 hijos, le preguntaron sobre la película Captain Fantastic, protagonizada por Viggo Mortensen. “La gente pensaba, como en esa película, que mis papás estaban locos y que nos estaban causando un daño permanente”, contestó el bailarín en aquella ocasión.
A sus 74 años, el patriarca don Héctor ha logrado ver las carreras consolidadas de sus hijos bailarines y de sus otros nueve hijos que también participan en los proyectos culturales que la familia ha impulsado, además de haber abierto el Centro Relevé del que dependen siete proyectos de clases gratuitas de ballet, en Jalisco, con un total de 600 estudiantes.
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Sus propios hijos están impulsando empresas culturales como Soul Arts Productions que Emilia, hermana mayor de la familia, encabeza como productora ejecutiva. Otro de los hermanos, Joel, es el director de tecnología de esa productora. La hermana menor, Yael, está a cargo del acondicionamiento físico del grupo Joven Ballet HH que también depende de la asociación civil que encabeza su padre. Su madre, Laura, también es muy activa en todos los proyectos, como en el curso Pirouetteando, del cual es directora y promotora.
Emilia, quien ha acompañado a Isaac desde los 13 años como su tutora, también ha contado con orgullo sobre ese modelo educativo distinto a lo convencional que, por su formación, sus padres pudieron darles. En su caso, fue educada en casa desde el preescolar hasta la preparatoria.
Es un sistema que no podría acomodar a todas las familias, pues requiere dedicación y tiempo. Otro ingrediente adicional para poder conducirlo de manera exitosa —como ocurrió con el clan Hernández Fernández— es el entrenamiento adecuado por parte de los padres. N