Mientras el coronavirus que provoca el COVID-19 se sigue propagando por el mundo, un enfoque para prevenir la propagación de enfermedades infecciosas, conocido como inmunidad de grupo, ha suscitado un debate.
Por lo general, el término inmunidad de grupo se refiere a usar vacunas para asegurar que una proporción importante de una población esté protegida contra una enfermedad infecciosa y no pueda contagiarla. Por ejemplo, así fue como se eliminó el sarampión en Estados Unidos hace 20 años, aunque una disminución en los índices de vacunación ha llevado a brotes en años recientes.
La inmunidad de grupo ha adquirido un significado diferente en medio de la pandemia del COVID-19, ya que actualmente no hay vacunas para protegernos contra el coronavirus, aunque se están desarrollando docenas en todo el mundo. Algunos han argumentado, controvertidamente, que deberían abandonarse los confinamientos y se debería obtener la inmunidad mediante permitir que el virus se propague en la población en general, mientras se protege a los más vulnerables.
Los científicos que escriben en la revista Nature Reviews Immunology calculan que “hay poca evidencia” para sugerir que el coronavirus pudiera dejar de propagarse naturalmente antes de que por lo menos 50 por ciento de la población se haya vuelto inmune. “Asumiendo un umbral optimista de 50% para la inmunidad de grupo, para países como Francia y Estados Unidos, esto se traduciría en 100,000—450,000 y 500,000—2,100,000 muertes, respectivamente”, escribieron el epidemiólogo Arnaud Fontanet y Simon Cauchemez, director de la Unidad de Modelos Matemáticos de Enfermedades Infecciosas, ambos del Instituto Pasteur de Francia.
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Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud, dijo a The Washington Post estar preocupado de que presenten la idea como una “postura alternativa importante” apoyada por una cantidad grande de expertos en la comunidad científica. Collins dijo que esto no es cierto, y describió la idea como “extraoficial” y “no ciencia tradicional”.
Después de asociarla en gran medida con las discusiones sobre las políticas del Reino Unido y Suecia al principio de la pandemia, el debate sobre la inmunidad de grupo se reinició la semana pasada con la firma de la Gran Declaración de Barrington. Los autores argumentan que los confinamientos han tenido “efectos devastadores” en la salud pública. En su lugar, ellos creen que debería alcanzarse la inmunidad de grupo mediante permitir que aquellos con menos probabilidades de morir a causa del virus regresen a la vida normal y se proteja a los vulnerables.
Sus autores —que firmaron el documento en el grupo libertario de expertos Instituto Americano de Investigación Económica— incluyen a Martin Kulldorff, profesor de medicina en la Universidad de Harvard; Sunetra Gupta, profesor de epidemiología teórica en la Universidad de Oxford, y Jay Bhattacharya, profesor de medicina en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford.
La semana pasada, el secretario de salud y recursos humanos, Alex Azar, dijo que él y Scott Atlas, asesor sobre el coronavirus para la administración de Trump, se reunieron con Kulldorff, Gupta y Bhattacharya.
Los informes que citan a funcionarios anónimos, incluido el de The Washington Post, indican que Atlas promueve la inmunidad de grupo en la Casa Blanca. Atlas ha negado esto con anterioridad. Newsweek les pidió sus comentarios a la Casa Blanca y Atlas.
La semana pasada, Atlas pareció referirse a los tres científicos en una declaración escrita a Newsweek sobre la respuesta de la Casa Blanca al COVID-19, diciendo: “Para combatir la pandemia, esta administración está enfocada en una estrategia que ahora es apoyada por epidemiólogos y los principales científicos de todo el espectro político de Harvard, Stanford y Oxford, entre otras instituciones de élite en investigación y ciencias médicas: 1) proteger a los vulnerables, 2) prevenir la aglomeración en hospitales y 3) reabrir las escuelas y la sociedad”.
Según el sitio web de la declaración, más de 9,500 “científicos médicos y de salud pública” y 25,048 “médicos profesionales” han firmado la carta, aunque el canal noticioso británico Sky News reveló la semana pasada que aparecieron nombres falsos en la lista la semana pasada, con expertos como “Dr. Johnny Bananas”.
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Bhattacharya dijo a Newsweek que, a su entender, hubo una “campaña deshonrosa” de parte de quienes él describió como “partidarios del confinamiento” de añadir firmas falsas a la carta. Los servidores del sitio han trabajado para eliminar los nombres, que suman menos del 1 por ciento de los signatarios, según Bhattacharya.
La semana pasada, un equipo diferente de investigadores de la Escuela de Física y Astronomía de la Universidad de Edimburgo, publicó un estudio en la revista BMJ basado en un país simulado pero paralelo a la población británica. Al correr diferentes escenarios de respuesta a la pandemia a través del modelo, hallaron que cerrar las escuelas y universidades podría aumentar la cantidad de muertes al compararlo cuando no se hace, ya que esto podría prolongar la pandemia, llevando a la larga a que más personas viejas y vulnerables mueran. Un artículo de opinión sobre el estudio, hecho por científicos que no participaron en el ensayo, dijo que la investigación no tomó en cuenta los efectos a largo plazo del COVID-19.
Los estudios muestran que los confinamientos han sido efectivos en prevenir la propagación del coronavirus y salvar vidas. Los autores de un ensayo publicado en la revista Science en abril, concluyó que las medidas llevadas a cabo por China al comienzo de la pandemia del COVID-19 tal vez hayan evitado 700,000 infecciones. Previamente esta semana, la profesora Dama Anne Johnson, vicepresidenta de la Academia de Ciencias Médicas, dijo a Newsweek que no hay duda de que las medidas de confinamiento fueron capaces de “contener considerablemente la cantidad de transmisiones”.
El mes pasado, Independent Sage, un grupo de científicos encabezado por Sir David King, ex asesor científico en jefe del gobierno británico, publicó un informe sobre por qué no funcionaría la inmunidad de grupo, declarando que “no solo es poco probable lograr el objetivo deseado de inmunidad en la población, sino que se corre el riesgo de una cantidad significativa de muertes y enfermedades evitables, sin proteger la economía”.
El lunes, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), dijo en una conferencia de prensa: “Nunca en la historia de la salud pública se ha usado la inmunidad de grupo como una estrategia para responder a un brote, ya no digamos una pandemia. Es científica y éticamente problemática”.
Tedros dijo que cuando se logra la inmunidad de grupo con vacunas, esta se obtiene mediante “proteger a la gente de un virus, no mediante exponerla a él”. No se sabe lo suficiente sobre la fuerza y duración de la inmunidad de una persona después de contraer el coronavirus, y cómo difiere de persona a persona. También ha habido ejemplos de personas que son infectadas una segunda vez, dijo él.
El director general de la OMS también comentó que menos del 10 por ciento de la población mundial se ha infectado con el coronavirus. Según la Universidad Johns Hopkins, se sabe que más de 38.1 millones de personas se han infectado con el coronavirus, y más de 1 millón han muerto. Estados Unidos es el país con los índices más altos de casos y muertes, con 7.8 millones y casi 216,000 respectivamente.
“Por lo tanto, permitir que el virus circule sin control significa permitir infecciones innecesarias, sufrimiento y muerte”, expresó él. Y aun cuando las personas viejas y aquellas con problemas de salud subyacentes tienen más riesgo de un COVID-19 grave y de morir, personas de todas las edades han muerto, y todavía se sabe poco de los impactos a largo plazo en la salud. Por ejemplo, algunos individuos previamente en buena forma y sanos han reportado sufrir de un “COVID largo”.
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“Permitir que corra libre un virus peligroso, el cual no entendemos del todo, es simplemente poco ético. No es una opción”, dijo Tedros. Sus preocupaciones repetían las de sus compañeros funcionarios de la OMS.
Tedros dijo que la elección no es entre dejar que se abra la sociedad o cerrarla, sino en usar las herramientas que la organización ha promovido desde el principio: rastrear, hacer pruebas, aislar y cuidar a los casos, y rastrear y poner en cuarentena a sus contactos.
Stephen Griffin, profesor adjunto en la Escuela de Medicina de la Universidad de Leeds, Reino Unido, dijo en una declaración: “Científicamente, no hay evidencia, en nuestro entendimiento actual de este virus y cómo respondemos a él, que de alguna manera sugiera que la inmunidad de grupo sea alcanzable, incluso si una proporción alta de la población llegara a infectarse”.
Él continuó: “Todos estamos exhaustos por la pandemia y estamos justificadamente enojados ante la idea de potencialmente soportar una segunda ronda de confinamientos locales y nacionales u otras restricciones. Sin embargo, no debemos mezclar los fracasos de ciertos gobiernos para capitalizar los sacrificios que la gente hace durante los confinamientos con que estas medidas sean en sí poco efectivas”.
Repitiendo las preocupaciones de él, Simon Clarke, profesor adjunto de microbiología celular en la Universidad de Reading, Reino Unido, expresó en una declaración: “No hay evidencia actual sobre el COVID-19 la cual sugiera que un enfoque pasivo a largo plazo tenga algún mérito”.
Michael Head, alto investigador de salud mundial en la Universidad de Southampton, Reino Unido, dijo que la declaración se basa en una “premisa falsa” de que los gobiernos y la comunidad científica desean que continúen los confinamientos extensos hasta que una vacuna esté disponible.
Head dijo: “La idea es que, de alguna manera, las personas vulnerables en la sociedad serán protegidas como resultado de la transmisión de un virus peligroso. Es una idea muy mala”. Él dio el ejemplo del Reino Unido, donde, incluso durante un confinamiento intenso, hubo una “tasa de mortalidad enorme”, principalmente entre los viejos, y del 20 al 30 por ciento de la población británica fue calificada como vulnerable al COVID-19 grave.
Países como Corea del Sur y Nueva Zelanda, “que manejan la pandemia relativamente bien” según Head, no han “simplemente permitido que el virus corra libre con la esperanza de que la comunidad asmática y los viejos puedan hallar dónde esconderse por 12 meses”.
Rupert Beale, líder de grupo en el Laboratorio de Biología Celular de Infección en el Instituto Francis Crick, Reino Unido, dijo en una declaración que se necesitan intervenciones de múltiples objetivos para responder a la pandemia, incluido el reducir la propagación, desarrollar mejores tratamientos y proteger a los vulnerables.
La Gran Declaración de Barrington “da prioridad a un solo aspecto de una estrategia sensata —proteger a los vulnerables— y sugiere que podemos construir con seguridad una ‘inmunidad de grupo’ en el resto de la población. Estos son castillos en el aire”. Beale dijo que no es posible identificar por completo a los individuos vulnerables, o aislarlos por completo.
Como lo muestra la inmunidad a otros miembros de la familia viral del coronavirus, la inmunidad de grupo probablemente no sea posible sin una vacuna, dijo Beale. Se sabe que la inmunidad ante el resfriado común disminuye, al igual que con el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SARS).
Bhattacharya dijo a Newsweek: “Es cierto que las políticas actuales, que requieren poner a los trabajadores ‘esenciales’ y los pobres en situaciones en las cuales podrían quedar expuestos, no protegen a los vulnerables. También es cierto que muchos lugares bajo los confinamientos generales han fallado en proteger a los residentes de asilos de la exposición al virus. También es cierto que las políticas actuales no dan previsiones para escudar a los viejos que viven en hogares con varias generaciones si un familiar es expuesto al virus. La declaración da ideas concretas para usar nuestros recursos para arreglar esos problemas”.