Una significativa mayoría de las mujeres que ejercen el trabajo sexual ven este oficio como su única opción de supervivencia, y casi nueve de cada diez de ellas ha intentado abandonar la actividad sin éxito.
Investigaciones realizadas por especialistas en Derecho Penal y Criminología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) señalan que, al buscar nuevas opciones de trabajo, la precariedad que ofrecen otras alternativas laborales o la imposibilidad de mantener los ingresos que proporciona la prestación de servicios sexuales inclina a las trabajadoras a descartar otras ocupaciones.
La información coincide con el último documento del Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED), en donde se destaca que más de la mitad de las personas que se dedican al trabajo sexual respondió que lo ejercía porque era su principal ingreso, seguido de “por necesidad”.
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En tercer lugar, las encuestadas señalaron la flexibilidad en el horario y días, mientras que el cuarto motivo fue por ser una fuente de ingresos extra. Por último, hubo un 5 por ciento que refirió ejercer el trabajo sexual por gusto.
En un informe de las Naciones Unidas en donde se analiza el impacto de las normas patriarcales, las desigualdades económicas y la globalización en la proliferación del trabajo sexual, la relatora Reem Alsalem, destacó que “la prostitución sexualiza y racializa la pobreza, y se dirige a mujeres de entornos marginados, que a menudo carecen de acceso a servicios de protección o a oportunidades viables de ganarse la vida, lo que aumenta su vulnerabilidad ante una mayor explotación”.
Ante un panorama de precariedad, en donde el trabajo sexual es una opción factible de supervivencia, nuevos estudios buscan romper los estigmas en torno a las personas trabajadoras sexuales, pues los prejuicios y la falta de información en torno al trabajo sexual generan que las personas que lo ejercen sufran exclusión, violencia institucional y marginación.
LA VIOLENCIA COMO DENOMINADOR COMÚN
En este sentido, una de las conclusiones principales de la investigación de la UOC es que, contrario a los estereotipos, la experiencia de las mujeres es muy diversa, aunque sí existe un denominador común: ejercer el trabajo sexual tiene consecuencias adversas importantes, pues casi la totalidad de las entrevistadas han sufrido algún tipo de violencia —física, sexual o psicológica— por parte de los clientes o los proxenetas en el marco de su trabajo.
En cuanto al panorama mexicano, la COPRED destaca que uno de los derechos más vulnerados para las personas trabajadoras es el de una vida libre de violencia, pues el 39 por ciento de las encuestadas había sido violentada por algún cliente. Además, 30 por ciento también dijeron haber sufrido violencia por parte de personas que pasan por sus puntos de trabajo, vecinos y la población en general.
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Sin embargo, esta no es la única violencia que enfrentan las trabajadoras. Josep María Tamarit, catedrático de Derecho Penal en la UOC y líder del estudio, detalla: “Un aspecto de mucho interés que revela la investigación es que, a la violencia relacionada con la práctica del sexo de pago, se añaden otras experiencias de victimización, como haber sufrido abuso sexual en la infancia o violencia en las relaciones de pareja”.
El consumo de drogas vinculado con esta actividad también es habitual, pues más de la mitad de las encuestadas afirmaron haber consumido drogas y 46 por ciento dijo haber sufrido alteraciones físicas o psicológicas que habían afectado su salud a raíz de su ocupación.
Entre los factores que las motivan a ingerir drogas están la insistencia de los clientes o el uso de estas sustancias como mecanismo de fuga o para gestionar el daño que les provoca la actividad.
LAS MUJERES TRANSEXUALES EN EL TRABAJO SEXUAL
En el estudio de la UOC, 26 de las mujeres entrevistadas eran transexuales, mientras que la encuesta de la COPRED contó con la participación de 96 mujeres trans, lo que permite tener una perspectiva diferente sobre la experiencia de ejercer el trabajo sexual.
Una de las diferencias recae en la motivación para involucrarse en esta profesión. Si en el caso de las mujeres cis encuestadas por la UOC predomina la necesidad económica después de un proceso de migración en el que ven frustradas sus expectativas cuando llegan a Europa (más de la mitad son mujeres latinoamericanas), en las mujeres transexuales la decisión está relacionada, en algunos casos, con la voluntad de afirmación de su identidad sexual y con experiencias de tipo lúdico.
En otros casos, también pesan las dificultades a la hora de encontrar trabajo a causa de la discriminación que sufren por su identidad.
POLÍTICAS QUE FAVOREZCAN A LAS PERSONAS TRABAJADORAS SEXUALES
Tanto en las conclusiones del estudio de la UOC como en las recomendaciones de la COPRED, se destaca la importancia de implementar políticas públicas y legislar a favor de las personas que ejercen el trabajo sexual, para lo cual es fundamental escuchar sus necesidades sin caer en estereotipos.
En el informe de la COPRED destacan que, al realizar la pregunta “¿Qué significaría para ti la legalización del trabajo sexual?”, 74 por ciento de las personas respondió “no criminalización”. Poder acceder a servicios de salud fue la segunda respuesta más recurrente, seguida por “acceso a la justicia” y “dignificación del empleo”.
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Otros porcentajes menores reflejan que, para las personas que ejercen esta actividad, la legislación sería sinónimo de reconocimiento, garantía y protección de sus derechos.
Estos datos refuerzan la postura regulacionista, impulsada por las organizaciones de trabajadoras sexuales desde los años 1970, que plantea el reconocimiento de la oferta de servicios sexuales como una actividad económica legítima, en donde su legalización es también una forma de acabar con la clandestinidad, la violencia y la marginalidad en la que viven. N