En la era digital, niñas, niños y adolescentes navegan en un mundo lleno de oportunidades, pero también de riesgos invisibles. Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son herramientas indispensables para su educación, comunicación, participación y recreación. Sin embargo, a diario se enfrentan a los monstruos de internet: amenazas reales como el abuso y la explotación sexual en línea, muchas veces sin que ellos —ni los adultos a su alrededor— sean plenamente conscientes del peligro.
Estos riesgos no solo comprometen su bienestar emocional y físico, sino que con frecuencia traspasan la pantalla y se convierten en violencia en el mundo presencial. Los peligros digitales no siempre se presentan en forma de amenazas evidentes. Más allá de los contenidos explícitos o los casos extremos de abuso, existen daños más sutiles y persistentes: la manipulación emocional disfrazada de amistad, la normalización del discurso de odio, la presión por encajar en estereotipos irreales o la exposición constante a ideales inalcanzables.
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Estos elementos silenciosos erosionan la autoestima, alteran el comportamiento y moldean la identidad. Las cifras son contundentes. Según el informe “Children and Digital Marketing: Rights, Risks and Opportunities” de Unicef (2023), uno de cada tres usuarios de internet en el mundo es una niña, niño o adolescente, y cada diez segundos una persona menor de 18 años entra en contacto con contenidos inadecuados en línea.
LA CAMPAÑA “LOS MONSTRUOS EN INTERNET SON REALES”
En América Latina, cuatro de cada diez han interactuado con personas desconocidas en internet, y tres de cada cuatro no comprenden del todo los riesgos digitales, según Grooming LatAm. Estos datos reflejan una realidad alarmante: la mayoría de niñas, niños y adolescentes están expuestos, y muchas veces no cuentan con las herramientas necesarias para protegerse.
Ante esta situación, en seis países de América Latina se lanzó la campaña “Los monstruos en internet son reales”, con el fin de visibilizar estos riesgos y promover la educación digital como herramienta de protección. No se trata de generar miedo, sino de impulsar una conversación urgente y transformadora sobre la protección digital de la niñez.
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Uno de los riesgos más graves es el grooming, una práctica en la que adultos u otros menores se hacen pasar por pares o amistades en línea para ganarse la confianza de niñas, niños o adolescentes con fines de explotación sexual. El abuso puede comenzar con un mensaje aparentemente inocente y escalar hacia la solicitud de imágenes íntimas, encuentros presenciales o chantajes.
También enfrentamos amenazas tecnológicas cada vez más sofisticadas, como los deepfakes: videos, audios o imágenes manipuladas con inteligencia artificial que pueden ser utilizados para extorsión, acoso o humillación pública. A esto se suman los retos virales peligrosos que incitan a la niñez y adolescencia a realizar desafíos extremos o autolesivos en busca de aprobación o visibilidad.
ES CLAVE FOMENTAR EL PENSAMIENTO CRÍTICO
Para que la navegación en internet sea verdaderamente segura es necesario empoderar a niñas, niños y adolescentes con habilidades concretas para identificar señales de riesgo. Esto incluye no solo enseñarles a reconocer cuándo una conversación se vuelve incómoda, cuándo alguien solicita información personal o imágenes, o cuándo un perfil parece sospechoso o falso, sino también promover acciones simples pero efectivas —como practicar simulaciones de riesgo en el aula y fortalecer la autoestima desde la educación emocional— que refuercen su capacidad de autoprotección.
También es clave fomentar el pensamiento crítico frente a los contenidos que consumen, ayudándoles a distinguir entre lo real y lo manipulado, y a comprender que no están obligados a responder a presiones sociales o desafíos virales.
Madres, padres y cuidadores pueden contribuir de gran forma simplemente estando presentes: conversando con apertura, escuchando sin juzgar y mostrando interés genuino por lo que niñas, niños y adolescentes viven en internet. Establecer acuerdos familiares sobre el uso de dispositivos, conocer las plataformas que utilizan y mantenerse informados sobre los riesgos emergentes son pasos clave para construir una relación de confianza y protección.
Esta responsabilidad no recae únicamente en las familias o en las escuelas. Como lo afirma la Observación General N.º 25 del Comité de los Derechos del Niño (2021) de las Naciones Unidas, los Estados deben garantizar que los entornos digitales promuevan y protejan todos los derechos de la niñez, y asegurar que los proveedores de servicios digitales actúen con la debida diligencia para prevenir riesgos y daños.
LA TAREA ES DE TODOS
Proteger a niñas, niños y adolescentes en entornos digitales no significa desconectarlos, sino acompañarlos con herramientas, orientación y entornos seguros. Para lograrlo se requiere una respuesta colectiva y coordinada: los gobiernos deben liderar políticas públicas de protección digital; las plataformas tecnológicas, diseñar espacios más seguros; los sistemas educativos, incorporar la alfabetización digital crítica; y los medios de comunicación, generar contenidos que informen y empoderen.
Muchos riesgos digitales permanecen invisibles simplemente porque no los conocemos o no hablamos de ellos. Por eso, la información, la educación y el compromiso activo de toda la sociedad son esenciales para construir un entorno digital más seguro y justo. Las decisiones que tomemos hoy —como gobiernos, empresas, medios, organizaciones y ciudadanía— determinarán si internet será una herramienta de empoderamiento o una fuente de riesgo para las nuevas generaciones.
Visita monstruoseninternetsonreales.com para conocer más sobre la campaña, acceder a materiales gratuitos y descubrir cómo puedes ayudar a proteger a niñas, niños y adolescentes en internet. Porque, en comunidad, la información se convierte en protección. N
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Cristina Barrera es directora regional de ChildFund América. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.