En los dos poemarios que ha publicado, Melisa Arzate Amaro pinta con versos una meditación profunda de la realidad. A través de su lente puramente femenina y atravesada por diversas experiencias como mujer y ciudadana, esta poeta y escritora comparte en entrevista un poco más sobre su mente y los detalles del presente que la inquietan.
Su conversación, como su poesía, es sagaz. Sus versos son una mezcla de lamento y reclamo, pero ¿cuál es el disparador de poemas como los suyos? “Yo creo que hay poesía que se escribe después de haber vivido y es la genealogía a la que yo pertenezco, es decir, la poesía que se escribe sobre la vida. El disparador en ese sentido, para mí, con mi obra Titila sangre, pero también con Entera nueva, es la vida misma”.
Como todo ser humano (y artista), Melisa Arzate cuenta con sus propios lugares para regresar, tanto en la forma como en las temáticas. En su caso, la realidad política del país es un destino constante, al igual que la idea del amor y el lenguaje. Estas obsesiones nutren sus instantes de reflexión.
“No creo que yo encuentre el disparador, creo que el disparador me encuentra a mí. De pronto recibo una carga de algo que me sacude, y sé que no puedo hacer más que reflexionar sobre eso, y mi medio para hacerlo es la poesía. Eso permite que la meditación sea absolutamente profunda”.
HACERSE A SÍ MISMA FRENTE A LA REALIDAD
Melisa Arzate es originaria de la Ciudad de México, colaboradora de diversas revistas y ha incursionado en varios géneros, como el ensayo y la narrativa. En este sentido, la escritora entiende la poesía como “una de las posibilidades que tiene la literatura para armarse y para hacerse a sí misma frente a la realidad. Creo que la poesía puede ser no tan taquillera porque tiene el misterio, y el misterio no es fácil. La principal característica de la poesía es el misterio. No la rítmica, no el verso, no la prosa, ni la lírica”.
Como historiadora y apasionada del arte y el lenguaje, sus versos contienen una fuerte carga referencial del pasado, otras civilizaciones y palabras con orígenes compartidos. Esa particularidad sobrepasa a la escritura, pues Arzate recurre a la mitología griega para profundizar sobre el misterio de la poesía.
“Es una especie de oráculo”, explica la poeta, cuya obra más reciente es el poemario Titila sangre (Ediciones Periféricas, 2024). “El oráculo daba ciertas pistas sobre algo que quien escuchaba tenía que trenzar y tenía que apropiarse de eso, pero quedaba herido. El escucha quedaba herido con la palabra del oráculo. Creo que la poesía es eso mismo”.
La capacidad de la escritora para envolver a sus lectores se relaciona, en gran medida, con el equilibrio que plasma entre las dolencias de su ser y los momentos de amor, ternura y belleza: uno de los talentos propios de los poetas, junto al colmar de misterio sus versos.
MELISA ARZATE Y EL MISTERIO
“El poeta tira una flecha, hiere y deja un mensaje que no es absolutamente discernible, descifrable y, claro, no es transparente. Es misterioso y quien fue herido por la palabra tendrá que desmenuzarla para sí mismo, respecto de sí mismo y a partir de sí mismo”, explica la autora.
En los versos de Arzate se plasma una visión única que, al compartirse, convierte a la poesía en un arte absolutamente individual: “Fue individual para mí, fue personalísimo y absolutamente privado. Pero al mismo tiempo se vuelve privado para el lector. El misterio implica eso, ese punto donde ambos seres se engarzan y se revelan a sí mismos a través de la palabra poética”.
Al ser su obra una reflexión escrita desde la autorreferencialidad que refleja una comprensión íntima del mundo, surge la duda de si la poesía puede ser un medio de protesta: “Yo creo que todo acto de creación artística de alguna manera es un acto político, porque somos individuos que estamos en el mundo, que estamos viviendo en una polis y que participamos de ella y de su multiplicidad de caras, vertientes, posibilidades y lecturas. Siempre está allí ese rasgo, digamos, político”.
Además de poeta, Arzate se ha desempeñado como docente, curadora, gestora cultural y colaboradora en las revistas, lo que impregna su poesía de un carácter social propio que supera ideologías y bandos políticos.
“Yo he elegido en mi poesía que ese rasgo no sea apenas sutil y un esbozo, sino que de verdad quiero hacer una especie de manifiesto”, apunta. “No con una afiliación hacia ningún lado, sino al contrario, como alguien que, digámoslo así, padece esa situación social como ciudadana”.
SE DUELE POR UN MUNDO METIDO EN GUERRAS
La guerra en Gaza y Ucrania son parte de estas dolencias, y también lo son la infinidad de problemas que vive México. En sus versos, los desastres en minas, el tráfico de personas y los feminicidios son heridas de alguien que, en palabras de Melisa Arzate, “se duele por un mundo que otra vez está metido en guerras, que no para de hacerse al terreno bélico y a las trincheras unos contra otros. Un mundo que no cesa de separar, dividir y fragmentar cuerpos, familias, individuos y mentes”.
En ese sentido, Arzate Amaro reflexiona qué es lo más valioso que la poesía tiene que ofrecerle al tiempo presente: “En algún momento platicaba con Pura López Colomé y decía: creo que la poesía quizá no tiene nada que hacer para cambiar el mundo. Yo al escribir un poema no voy a encontrar a ningún desaparecido, escribiendo un verso no voy a desenterrar ningún cuerpo, como tampoco voy a lograr pacificar la Franja de Gaza. Y es cierto”.
Sin embargo, como una escritora que ha encontrado un territorio de pensamiento crítico y social en la poesía, profundiza al respecto: “Yo creo que, si bien no voy a participar activamente en la resolución de un conflicto bélico, sí puedo hacer que quien me lea se plantee algo que no se había planteado. Que, quizás un chico que no escucha las noticias porque no le interesan, pero que cayó en el libro mío, se pregunte qué diablos fue Pasta de Conchos y qué hay allí”.
“UNO QUIERE SER PARTE DE ESO QUE HIERE”: MELISA ARZATE
El impacto potencial de la poesía, sin embargo, trasciende el ámbito político, y para explicarlo, Arzate alude a Eduardo Milán, uno de los grandes maestros que ha tenido en su aprendizaje literario, quien declaraba que la poesía inflige una herida en el centro de la civilización.
“Y en ese centro y en esa herida uno quiere estar y ser parte de eso que hiere”, describe. “Yo creo que también esa herida, que a lo mejor alguno de mis poemas, mis palabras o el conjunto de todo ello, esa sensación que deje un poemario, o dos, o una sola línea, puede aspirar a transformar la manera en la que alguien piensa o siente”.
En el panorama de la poesía actual, la autora se toma el tiempo de señalar a una generación muy grande de poetas: “Yo quisiera mencionar particularmente a las mujeres que están haciendo una poesía impresionante. Yo me siento muy afortunada de compartir con ellas el tiempo y el espacio, e incluso a veces ciertos espacios físicos específicos de la poesía”.
Elisa Díaz Castelo y Xitlálitl Rodríguez son algunos de los nombres que, junto al de Melisa Arzate, han plasmado parte de su ser y su sentir en versos de gran calidad estética y artística. N