Cuando los competidores de Free Fire, el popular videojuego de disparos en línea, se enfrentan al avatar de la guerrera “Mami Nena”, pocos imaginarían que quien está detrás de la pantalla de la computadora es una mujer chilena de 81 años.
María Elena Arévalo, una octogenaria que vive en un pueblo rural de Chile, adoptó la identidad virtual de Mami Nena, una guerrera de kimono corto, guantes negros y mascara de colmillos.
La mujer de pelo negro y lentes, que suele llevar delantal, se instala frente a las pantallas y afina su letal puntería para combatir en las islas virtuales. Su dulce voz y sus publicaciones en redes sociales, la hicieron popular como la “abuela gamer”. Hoy suma más de 4 millones de seguidores.
Arévalo llegó al mundo de los videojuegos en 2020, para enfrentar la soledad que la abrumó tras la muerte de su esposo luego de 56 años de casados. Cerca de un 42 por ciento de los mayores de 80 años en Chile se sienten solos, un riesgo para su salud mental, según un estudio de la Universidad Católica de Chile.
Por sugerencia de su único nieto, Héctor Carrasco, hoy de 20 años, se sumergió en el mundo digital. “Yo no sabía ni qué era un mouse”, recuerda Arévalo. Sin embargo, una vez que aprendió a jugar, especialmente Free Fire, se entusiasmó. Con su personaje de Mami Nena, como le dice su nieto, se hizo conocida como una feroz rival que persigue a sus oponentes escondidos detrás de árboles y casas.
“No quería hacerle daño a nadie”, evoca. Pero con el tiempo le gustó “seguirlos y matarlos”, afirma con una sonrisa.
EL ESPOSO DE “MAMI NENA” LA ACOMPAÑA EN CADA JUGADA
Arévalo practicó cerca de dos horas, tres veces por semana, durante un año, hasta que ganó los puntos necesarios para alcanzar la liga de rango “Heroico”, el segundo nivel más competitivo del videojuego. Pero no olvida a su marido y su recuerdo la acompaña en Free Fire, encarnado en un ave que sigue a Mami Nena llamado Benito, como ella le decía a su esposo.
Tres años después de comenzar su aventura digital en su casa en Llay-Llay, un pueblo rural a 90 kilómetros de Santiago, la viudez ya no es un tema para ella. Llegó a tener 4 millones de seguidores en TikTok, antes de que le robaran su cuenta, y 700,000 suscriptores en YouTube.
Con ellos interactúa, da consejos para mejorar en Free Fire y regala el codiciado “Pase Élite”, un beneficio dentro del juego que permite a los usuarios acceder a recompensas exclusivas como armas, trajes y medallas. En este renacer de María Elena Arévalo, su nieto fue crucial. “Él me enseñó todo lo que sé. Sin él, yo no estaría aquí”, dice con emoción.
“Siento que es como una mejor amiga”, agrega el joven, que la acompaña siempre en sus videos.
Aunque es una gran jugadora de Free Fire, no entiende muy bien cómo funcionan los celulares o las computadoras. Pero para eso está su nieto. Él maneja sus redes sociales, transmite sus partidas en línea y gestionó su hasta ahora único viaje fuera de Chile.
Gracias a su éxito en el juego, Free Fire la reconoció como una de las figuras influyentes del videojuego y le pagó un viaje a Ciudad de México en 2022, para el aniversario de la marca.
“Todos los niños (jugadores) me decían que les firmara autógrafos. Fue muy hermoso. El día que yo me vaya, me voy a ir con eso”, asegura Arévalo.
RECONOCIDA COMO UNA DE LAS 100 LÍDERES MAYORES DE CHILE
La “abuela gamer” hoy está menos activa en los juegos debido a una esclerodermia, una enfermedad que produce el endurecimiento de la piel, pero no se ve retirada. “Me encanta hacer esto. Seguiré adelante hasta donde pueda”, afirma Arévalo.
Una pasión que comparte cada vez más gente mayor en el mundo. Entre ellos el equipo ucraniano Young Guard, del juego Counter Strike, cuyos integrantes tienen en promedio 75 años, o la japonesa Hamako Mori, de 93 años, la gamer de mayor edad en el mundo.
En Chile, Mami Nen’ sigue cosechando éxitos. El pasado 21 de diciembre fue reconocida por la Universidad Católica y el diario El Mercurio como una de los 100 Líderes Mayores del país por su rol en la reducción de los estereotipos generacionales. “Nunca me imaginé esto. Yo jugaba por jugar, por estar ahí, meneando el dedo”, festejó tras la ceremonia. N