“Nuestro pueblo continúa muriendo: coincidir con ellas, estrecharles la mano, es algo inconcebible”: las esgrimistas ucranianas, de paso por París esta semana, no ven posible enfrentarse a las rusas, que podrían regresar a la competición a principios de mayo en la próxima cita de la Copa del Mundo, en Plovdiv, Bulgaria.
Número uno nacional y bronce en el Grand Prix de Turín de febrero, Alina Poloziuk (20 años) sigue entrenando en su país, desde donde viajó el lunes a esta concentración en París. “Vengo de Mykolaiv, en el sur. La ciudad acaba de ser bombardeada”, cuenta la deportista ucraniana, admitiendo estar “cansada de hablar de la guerra”.
ESGRIMISTAS UCRANIANAS HAN OPTADO POR EL EXILIO
Añade: “Pienso mucho en ella pero mi objetivo es prepararme para la competición. Eso en realidad es una buena manera de distraer mis pensamientos”, afirma. A diferencia de Poloziuk o de la entrenadora nacional Olga Leleiko, que se han quedado en Ucrania, otras deportistas del país han optado por el exilio. Es el caso de las hermanas gemelas Olga y Svitlana Sopit, que desde septiembre están instaladas en Bourg-la-Reine, en la periferia sur de París.
“Los deportistas que se han quedado en Ucrania viven unas condiciones realmente lamentables para poder entrenar, pero no se rinden. ¿Que no hay electricidad? ¿Que no hay calefacción? Da igual, siguen trabajando”, dice Svitlana Sopit con admiración.
“Cuando vamos a las competiciones en Ucrania, a veces comenzamos un asalto y escuchamos luego la alarma, así que interrumpimos y nos vamos a un refugio. Esperamos tres horas, volvemos a salir y seguimos compitiendo. Después, en un momento dado, se corta la electricidad, la luz, y tenemos que esperar de nuevo dos horas”, cuenta Olga Sopit. “Las competiciones pueden durar una docena de horas”, subraya.
77 HORAS PARA SALIR DE UCRANIA
Las gemelas hicieron entonces un largo viaje de 77 horas para poder llegar por carretera a Novi Sad, Serbia. Después tardaron cinco meses en volver a Ucrania. “Mi vida no ha sido la misma”, reconoce Olga Sopit. “Hemos estado en tantos países, hemos pasado por muchos hogares, hemos conocido tanta gente de bien. Después de 32 vuelos, terminamos por venir a quedarnos en Francia”, explica.
En ello tiene su parte de responsabilidad el maestro de armas Laurent Alliez, instalado en Bourg-la-Reine: “Ella (Olga) había venido a entrenarse con nosotros antes del conflicto. Cuando comenzó la guerra me contactó y me pidió regresar. Con el club y el ayuntamiento, trabajamos de manera conjunta para encontrarle un alojamiento”.
LA GUERRA CONVULSIONA EL ESGRIMA
La guerra y el conflicto es un tema que convulsiona el esgrima en las últimas semanas. La Federación Internacional de Esgrima (FIE) fue la primera en abrir la puerta a una reintegración de los deportistas rusos y bielorrusos, vetados de las competiciones desde la invasión de Ucrania.
Ausentes del Gran Premio de Seúl este fin de semana por unos plazos demasiado cortos, rusos y bielorrusos podrían regresar sin sus símbolos nacionales a las pistas en Plovdiv la próxima semana, por primera vez desde que el esgrima levantó la suspensión.
Las autoridades ucranianas han prohibido a sus deportistas participar en competiciones en las que figuren rusos o bielorrusos, aunque el esgrima haya empezado su fase de clasificación para los Juegos Olímpicos de París-2024. “Hay cosas más importantes que las competiciones deportivas”, recuerda Svitlana Sopit. “En mi país, hay gente que muere cada día, especialmente soldados que luchan por nuestra libertad”, insiste. N
(Con información de AFP)
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