Bomba “vintage” en las colinas vietnamitas, un rectángulo estándar en el estacionamiento de un hipermercado húngaro, una nave futurista en Dubai: cualquiera que sea su forma, las gasolineras en servicio —emblema de las sociedades modernas—están en suspenso debido a la transición energética.
Entre los precios de los combustibles en fuerte alza, en particular debido a la guerra en Ucrania, el agotamiento de los recursos y la lucha contra el calentamiento climático, los años del motor térmico están contados.
Esto podría significar el final —o al menos la hora de una profunda reconversión— para las gasolineras, cuya historia se confunde con la del auge del automóvil a principios del siglo XX. En Moscú, la estación más antigua del centro de la ciudad vio la luz en la década de 1930. Noventa años más tarde, esta sobria construcción color crema y rojo sigue allí, a la sombra de la Catedral de Cristo Salvador.
Algunas estaciones de servicio se convirtieron en lugares de memoria, como la de Blackwell’s Corner, en el desierto californiano. En ella, un inmenso retrato de James Dean recuerda que fue aquí, en 1955, donde el Porsche del actor de La Furia de vivir hizo su última parada antes del accidente que le fue fatal 40 kilómetros más adelante.
El rasgo común de la mayoría de las gasolineras es su toldo que, además de proteger de las inclemencias del tiempo, a menudo apoya la estrategia marketing de su propietario.
Un diseño que convierte a algunas de las estaciones de servicio en monumentos clasificados, como la de Red Hill, a 170 kilómetros al norte de Londres, con sus seis toldos circulares característicos de los años 1960.
TRANSICIÓN ENERGÉTICA Y EL REGRESO A LA VEGETACIÓN
La gasolinera 76 de Beverly Hills, por su blancura, curvas y luces de neón, evoca durante la noche una nave espacial situada cerca de las palmeras de Little Santa Monica Boulevard.
El rockero británico Noel Gallagher la eligió en 2011 para la portada de su primer álbum con los High Flying Birds. Pero las gasolineras no son siempre es tan llamativas. En muchos lugares, los techos son simples chapas onduladas. Por ejemplo, en el condado de Nimba, en Liberia, donde el combustible se vende en frascos que se llenan con un embudo.
En Francia, muchos de los pequeños puntos de venta de los pueblos han cerrado. En 2021 había algo más de 11,000 estaciones de servicio, frente a 41,000 a principios de los años ochenta. Esto se debe a la competencia de los supermercados que recuperaron las cuotas de este mercado mediante la utilización de los márgenes.
“En los años 2000, nos diversificamos en las actividades de garaje y después de lavado”, explica Francis Pousse, representante de las gasolineras Mobilians, que reúne a los profesionales del automóvil. “Pero los márgenes siguieron bajando y, frente a las inversiones necesarias para modernizarse, muchos gerentes colgaron los guantes. En la actualidad, los jóvenes que compran garajes-gasolineras cierran la parte de venta de combustible”, subraya.
¿Cuántos pueblos conservan el recuerdo de esta lejana época de los pequeños comercios de carburantes? Cerca de Gjilan, en Kosovo, algunas estaciones abandonadas están regresando a la vegetación, tal vez augurando el destino de las demás cuando la humanidad de vuelta la página del petróleo.
Mientras tanto, algunas son recicladas, como esta antigua estación de servicio Tela, en Phnom Penh, que aplicó literalmente el concepto de la transición ecológica. Allí ahora no se compra combustible, sino plantas verdes. N
(Con información de AFP)