Es justo decir que Xi Jinping obtuvo su empleo a través de las olimpiadas, y que podría perderlo de la misma manera. El hombre fuerte de China era el más alto líder responsable de los Juegos Olímpicos de verano de 2008 en Pekín. Su papel en el bien recibido debut olímpico de su país al parecer lo envalentonó para arriesgarse a hacerse con el poder. Ahora él de nuevo supervisa unos juegos olímpicos. Y si quiere quedarse en el poder —para lograr su meta de ser dictador vitalicio— necesita ganar los Juegos Olímpicos de Pekín 2022.
La mayoría de los observadores dice que el Estado chino es mucho más fuerte de lo que era hace 14 años: capaz de doblegar compañías, instituciones y gobiernos a su voluntad. De hecho, el régimen es más frágil de lo que era en 2008, y Xi enfrenta una resistencia interna a su mando. A pesar de lo que creen casi universalmente los observadores de China, él podría no recibir un tercer periodo, sin precedentes, como secretario general del Partido Comunista Chino, durante este año.
Unos olímpicos fallidos casi seguramente aplastarán sus posibilidades. Esto significa que Xi necesita la justa termine sin escándalos, terrorismo, protestas visibles por los uigures u otros problemas. Y más que nada, dado el papel de China en desatar la pandemia mundial, ello significa que la estrategia de Xi de “cero covid-19” debe funcionar.
Con la presión encima, Xi está preocupado por los detalles. “Los preparativos para estos juegos reflejan el estilo de gobierno del Sr. Xi”, reportó The New York Times. “Él ha estado en el centro de cada decisión, desde el plano de la villa olímpica en Chongli, hasta las marcas de los esquíes y trajes de esquiar”. El líder de China hizo innumerables viajes de inspección a las instalaciones en las colinas de la municipalidad de Pekín, dando órdenes como un gerente de construcción.
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Xi sabe que lo harán responsable de cualquier cosa que salga mal, y esto es cierto para más que solo los juegos. Heredó un régimen administrado por un comité cuando se convirtió en el secretario general del Partido Comunista, en noviembre de 2012. Entonces, ningún líder superior recibía demasiado crédito o demasiada culpa, porque toda decisión que pudiera tener consecuencias se tomaba mediante consenso. El poder se compartía entre el Comité Permanente del Politburó, el pequeño grupo en la cúspide del Partido Comunista. Las personas influyentes en el partido mantenían un equilibrio delicado entre competitivas y cambiantes facciones, grupos, alianzas y coaliciones dentro de la organización gobernante, todo en aras de evitar el caos continuo de las primeras décadas de comunismo en China.
Entre otras cosas, Xi trató de abolir la lealtad hacia la facción. Las facciones permanecen, pero él le puso fin al gobierno cómodo, y en lo fundamental alteró el sistema al quitarle poder a otras figuras importantes. Al hacer esto, Xi acumuló responsabilidad. Al mismo tiempo, aumentó el costo de perder luchas políticas al encarcelar opositores bajo la apariencia de campañas “anticorrupción” incesantes. Su mentalidad de “ustedes mueren, yo vivo” aterró a muchos, y los convenció de que cuando fuera el momento oportuno, él tenía que irse.
Que Xi exigiera obediencia absoluta funcionó mientras las acciones le iban bien al régimen: él podía darse el crédito de lo que todos reconocieron como el “ascenso de China”. Pero Xi ahora es vulnerable porque los problemas intrincados del país ya no se pueden ignorar.
XI JINPING: ECONOMÍA ESTANCADA Y ESCASEZ DE ALIMENTOS
Lo más importante, hay una crisis de deuda que Pekín no puede superar. Evergrande Group, el constructor fallido, y más de una docena de compañías inmobiliarias han incumplido sus compromisos y otras obligaciones de pago desde septiembre. Pekín, sobre todo desde 2008, ha acumulado demasiada deuda, y ahora estas empresas —y el país— enfrentan un ajuste de cuentas.
Pekín puede prolongar el proceso de estirar los préstamos y las obligaciones de pago por un tiempo, pero dado que China ha acumulado un endeudamiento que se acerca, según algunos cálculos, a un pasmoso 350 por ciento del producto interno bruto, el régimen no puede evitar una crisis.
Además, China tiene una economía estancada, escasez de alimentos cada vez peor, un ambiente agotado y brotes acelerados del covid-19. Para empeorar las cosas, el país está al borde de un colapso demográfico, el más marcado en su historia, ante la ausencia de guerras o enfermedades. Los demógrafos chinos en la Universidad de Xi’an Jiaotong anunciaron el otoño pasado que China podría perder a la mitad de su población en 45 años. Para finales de este siglo, según sugieren los cálculos, China podría tener la tercera parte de su tamaño actual.
Dado el estilo de gobierno de hombre fuerte de Xi Jinping, no sorprende que haya señales inequívocas de desacuerdo en los altos círculos de la dirigencia. Esto incluye la publicación de un artículo titulado “El partido se ha vuelto más fuerte a través del entrenamiento revolucionario”, en la edición de diciembre de 2021 de la China Discipline and Supervision Journal.
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“Hay cuadros santurrones —declara el artículo— que expresan abiertamente opiniones contrarias a las dangzhongyang”, un término que significa literalmente “autoridades centrales del partido”, que por lo general se reserva para Xi Jinping. “Algunos cuadros se niegan a obedecer órdenes”. “Ellos no hacen caso y distorsionan las decisiones y políticas de las dangzhongyang”, nos advierten. “Otros incluso albergan ambiciones desorbitadas y actúan en forma contraria a las dangzhongyang, ya sea abierta o subrepticiamente”.
Haya o no una “rebelión interna”, como lo reportó Asia Sentinel, las luchas internas deben ser intensas como para que un canal de propaganda interna revele un desafío abierto al líder del país. En semanas recientes, unos pocos funcionarios han expresado públicamente opiniones que no son acordes con las de Xi. Por ejemplo, Jia Qingguo, miembro del comité permanente de la Conferencia Popular China de Consultoría Política, advirtió sobre el deseo en China de una seguridad nacional absoluta, una crítica clara a Xi.
El Diario del Pueblo, la publicación más acreditada en China, en diciembre publicó un artículo importante sobre la reforma económica sin mencionar el nombre de Xi. Como lo dice un titular de Nikkei Asia, “cuando el principal periódico de China ignora a Xi, cualquier cosa puede suceder”.
La respuesta de Xi a este desacuerdo ha sido intensificar las acciones para obtener apoyo de los militares chinos. Al contrario de sus dos predecesores inmediatos, Xi no se identificaba estrechamente con alguna de las facciones del partido antes de convertirse en secretario general. Tampoco era la primera opción de nadie en la Liga Juvenil Comunista de su predecesor, Hu Jintao, o el Bando de Shanghái de Jiang Zemin, el predecesor de Hu.
FUERZAS MILITARES, LA FACCIÓN
Xi se convirtió en secretario general del Partido Comunista porque, sin una facción propia, él era aceptable para todas las facciones del partido. Era la opción menos inaceptable. Sin embargo, en cuanto obtuvo el puesto máximo, Xi decidió que para amasar poder y gobernar con eficacia necesitaba una base. Así que se ha acercado a ciertos generales y almirantes para que sean el núcleo de su apoyo político.
Ahora, la facción de Xi Jinping son las fuerzas militares. Se cree ampliamente que, después de sus purgas de oficiales de marina “corruptos” y su reorganización de arriba abajo del Ejército Popular de Liberación, Xi controla a los militares.
No obstante, es posible que los militares lo controlen a él. Siendo la facción más cohesionada en el Partido Comunista, los militares podrían estar diciéndole a Xi Jinping qué hacer, o Xi sabe que debe permitirles a los militares hacer lo que quieran.
En cualquier caso, se está dando una dinámica peligrosa. Dada la expansión rápida de su poder, el Ejército Popular de Liberación recibe una proporción más grande de los recursos del país. Y las personas de línea dura, muchas de ellas con uniforme, parecen estar marcando el tono en Pekín, haciendo de su “diplomacia militar” la diplomacia del país.
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Algunos de los generales y almirantes están ansiosos de una lucha, y los civiles chinos solo tienen un control vago. En consecuencia, hay paralelos preocupantes con el ascenso de los militares japoneses ultranacionalistas en la década de 1930, cuando oficiales enojados y arrogantes le quitaron el poder político a los civiles. Hoy, Xi está empoderando a los elementos más beligerantes del sistema político chino.
Entonces, ¿qué pasará cuando los atletas salgan de Pekín? Las figuras del partido sin duda reanudarán lo que el sinólogo australiano Roger Uren una vez llamó la “interminable e inconforme política” de la China comunista.
Sin embargo, esta vez las disputas en el partido y la guerra interna casi con seguridad tendrán consecuencias significativas. Por lo menos, para el líder supremo de China. Xi Jinping busca un tercer periodo sin precedentes como secretario general, en vez de seguir la costumbre reciente y retirarse. Al quedarse, él efectivamente estará desinstitucionalizando al partido, el cual había trabajado desde la década de 1980 para establecer reglas, costumbres y directrices para limitar a los líderes, el resultado del horror elitista del poder cuasi absoluto de Mao Zedong, fundador del régimen. Xi quiere regresar a esa época del sistema del hombre fuerte.
El destino de Xi se decidirá en el 20o Congreso Nacional del Partido Comunista, el cual se espera que se celebre este otoño. Unos juegos olímpicos exitosos es lo que él necesita para ser dictador vitalicio.
El éxito no incluye, entre otras cosas, alguna postergación. Los Juegos Olímpicos de Verano de Tokio 2020 se pospusieron un año a causa del covid-19, y Xi se determinado a comenzar el evento según lo programado. Empezar a tiempo demuestra, según la forma de pensar de Pekín, la superioridad del gobierno comunista chino. También es la prueba de que China, al contrario de Japón y otras naciones, habría conquistado a la enfermedad.
Con este fin, Pekín se ha apegado a su política de “cero covid-19” de pruebas masivas, rastreo obsesivo de contactos y confinamientos draconianos. Pero parece que la política ambiciosa de China, la más estricta del mundo, no ha contenido la propagación de las variantes delta u ómicron.
CERO COVID-19, EL COSTO
Por ejemplo, la ómicron ha llegado a la capital china y se ha extendido rápidamente por gran parte del país. Y si las medidas chinas no funcionan y los juegos olímpicos terminan siendo un evento de propagación masiva, Xi será culpado.
El costo del cero covid-19 ha sido un incalculable daño social y una economía en desaceleración. Aun más, las medidas inflexibles para controlar la enfermedad ya han subrayado el totalitarismo de China. Para Xi, quien reverencia al tirano Mao Zedong, el totalitarismo es algo bueno. Pero no se ve bien en los eventos deportivos internacionales.
“Xi Jinping, el hombre fuerte del Partido Comunista Chino, esperaba que invertir sumas enormes para crear un grandioso espectáculo olímpico le daría a su régimen un prestigio legitimador, tanto local como internacionalmente”, dijo a Newsweek Charles Burton, del Instituto Macdonald-Laurier en Ottawa. “Pero, más bien, estos juegos olímpicos han puesto el foco en el lado oscuro del ubicuo estado de vigilancia chino. En su brutalidad y sus crímenes contra la humanidad, y su papel irresponsable en la pandemia del covid-19”.
Como señala Burton, otrora diplomático canadiense en Pekín, el que China celebre los juegos ha enfocado la atención mundial no solo en las fechorías de China, sino también en la naturaleza de su sistema. Por lo menos al momento, es imposible, por ejemplo, no hablar del genocidio y las detenciones masivas, asesinatos, torturas, violaciones y otras atrocidades cometidas contra los uigures, los kazajos y los tibetanos, minorías raciales y religiosas.
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No serán solo los actos peligrosos y grotescos, sino también la inmoralidad inherente del comunismo chino lo que a Xi se le dificultará mantener fuera de la vista pública. El silenciamiento de la tres veces olímpica Peng Shuai —a principios de noviembre ella acusó a un exmiembro del Comité Permanente del Politburó y a su esposa de violación— llamó la atención internacional precisamente a causa de los juegos olímpicos. Grupos con todo tipo de reclamos contra el Partido Comunista tienen una plataforma más grande para atacar al régimen.
Xi no responde a las críticas y siempre ha sido hábil en crear su propia realidad. Pero ahora otros pueden llegar al público para cuestionarlos a él y su sistema. Y algunos de los críticos serán sus enemigos en la cima del Partido Comunista en Pekín. “Los atletas se han convertido en peones involuntarios de la represión política de Xi Jinping, conforme él intensifica su purga de las facciones hostiles en el partido y las fuerzas militares”, dice Burton. Él está en lo correcto, pero ahora esas facciones hostiles podrían conseguir razones para purgar a Xi.
En cuanto termine la “tregua olímpica” empezará la hora de preocuparse. Qin Gang, el nuevo embajador de China ante Washington, ya abandonó el estilo de vaguedad china en una entrevista con NPR a finales de enero, y amenazó directamente un “conflicto militar” con Estados Unidos.
El lenguaje funesto se da en un momento en el que Xi, si termina con unos juegos olímpicos poco exitosos, tiene un incentivo para moverse contra Taiwán o uno de los otros vecinos de China, para silenciar a los críticos, adversarios y enemigos en casa. Sin embargo, unos juegos exitosos podrían ser no menos peligrosos para el mundo, persuadiéndolo a aprovechar la inercia para atacar.
Xi obviamente quiere atacar. Ha impulsado la idea de que tiene el derecho y la obligación de gobernar al mundo. Ha dicho que China no puede retrasar indefinidamente el tomar territorios. Él supuestamente ha apostado su legitimidad en absorber Taiwán. En un discurso trascendental el 1 de julio, prometió “aplastar los cráneos y derramar la sangre” de quienes se interpongan en el camino de China. Y en un lenguaje aún más escalofriante proclamó que “el pueblo chino no solo es bueno de derribar al viejo mundo, sino que también es bueno en construir uno nuevo”.
Los juegos han llegado a su fin. N
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Gordon G. Chang es autor de The Coming Collapse of China (El inminente colapso de China). Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek.