PADECER un infarto cerebral llega a provocar secuelas muy graves, por ello solo un tercio de las personas que lo sufren logran tener una recuperación exitosa. En tanto, el segundo tercio sufre consecuencias severas y el último fallece.
Las secuelas de un infarto cerebral, conocido médicamente como accidente cerebrovascular, pueden variar desde leves hasta severas como parálisis, problemas de raciocinio, del habla y de la visión, así como el entorpecimiento de la coordinación motora.
La buena noticia es que el 80 por ciento de los infartos cerebrales pueden evitarse si se cambian ciertas prácticas en el estilo de vida.
En el marco de la conmemoración del Día Mundial del Infarto Cerebral, el pasado 29 de octubre, la Sociedad Mexicana de Medicina de Emergencias puso en marcha una estrategia denominada “Camaleón”, un nombre que recoge algunos de los síntomas que se presentan en el accidente cerebrovascular: cara colgada, mano pesada, lengua trabada y ponerse en acción, faceta de respuesta rápida para contrarrestar el ataque médicamente.
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“Un accidente cerebrovascular o ataque cerebral sucede cuando se detiene el flujo sanguíneo a parte del cerebro”, se explica en MedlinePlus, la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos. “Al no poder recibir el oxígeno y nutrientes que necesitan, las células cerebrales comienzan a morir en minutos. Esto puede causar un daño severo al cerebro, discapacidad permanente e incluso la muerte”.
De acuerdo con este sitio especializado, el tratamiento oportuno puede salvar una vida y aumentar la posibilidad de una rehabilitación y recuperación exitosa.
“Hay dos tipos de ataques cerebrales. El accidente cerebrovascular isquémico es causado por un coágulo de sangre que bloquea o tapa un vaso sanguíneo en el cerebro. Es el tipo más común, un 80 de los ataques cerebrales son isquémicos. Y el otro, el accidente cerebrovascular hemorrágico, es causado por un vaso sanguíneo que se rompe y sangra en el cerebro”, se añade en MedlinePlus.
Jeffrey Saber, neurólogo de la Universidad de California, publicó en un artículo en AHA/ASA Journals que cada hora que un paciente no tiene atención médica tras un infarto cerebral equivale a envejecer 3.6 años.
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En tanto, los adultos mayores, especialmente aquellos que superan los 65 años, son los más propensos a sufrir un infarto cerebral, menciona la Dra. Dulce María Bonifacio Delgadillo, subespecialista en Neurorradiología y Terapia Endovascular Neurológica.
Además, las posibilidades de recuperación exitosa de los adultos mayores son aún más bajas “debido a que con frecuencia tienen otras enfermedades que pueden complicar su estado de salud”, anota la experta.
Este sector de la población registra un alto número de padecimientos en enfermedades como hipertensión arterial, diabetes, obesidad, hipercolesterolemia y cardiopatías. Asimismo, tener antecedentes de infarto cerebral en la familia eleva considerablemente las posibilidades de padecer uno.
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Otras causas que provocan el accidente cerebrovascular pueden ser el consumo de tabaco, la inactividad física, un régimen alimentario con escaso consumo de frutas y verduras y el consumo excesivo de alcohol. Antes de la pandemia, los infartos cerebrales representaban la primera causa de discapacidad en adultos mayores en México, así como el quinto puesto en la mortalidad del mismo grupo social; al año se contabilizaban casi 170,000 casos.
En México se cuenta con una red de hospitales, tanto privados como públicos, para atender los infartos cerebrales. Las líneas de emergencia, como el 911, cuentan con la atención de profesionales y médicos capacitados que informan y ofrecen diagnósticos, junto con tratamientos, estudios de imagen cerebral, equipos auxiliares y un plan institucional para realizar una evaluación inicial.
En tanto, la Organización Panamericana de Salud (OPS) cuenta con la “Estrategia paso a paso de la OMS para la vigilancia de accidentes cerebrovasculares”, en la cual se presenta un estudio profundo sobre esta afección, causas, consecuencias, tratamientos y planes para evitar que la tasa de mortalidad continúe afectando a la población mundial.
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“Mientras muchos países luchan con las consecuencias y los problemas de las enfermedades transmisibles, las enfermedades crónicas no transmisibles están en aumento”, se lee en dicho documento. “Además de ser una causa importante de muerte, muchos pacientes que sobreviven a un accidente cerebrovascular presentan algún tipo de discapacidad y necesitan ayuda en sus actividades cotidianas, ayuda que deben proporcionar los miembros de la familia, el sistema de salud u otras instituciones sociales”.
La OPS señala que la desinformación sobre los accidentes cerebrovasculares son un obstáculo para la coordinación del tratamiento y la rehabilitación de los afectados. Entre los síntomas se encuentran distintas facetas como mareo, vértigo, cefalea localizada, visión borrosa, disartria (dificultad para hablar), crisis convulsivas y disfagia (dificultad para tragar).
“En el caso de un infarto cerebral, es fundamental reconocer los síntomas y llegar al hospital a tiempo, puesto que la eficacia de los tratamientos incrementa si se administran dentro de las primeras 4.5 horas a partir del inicio de los síntomas”, anota el Dr. Ricardo Ascencio Tene, especialista en medicina de emergencias. “Durante la enfermedad vascular cerebral, cada minuto mueren aproximadamente 1.9 millones de neuronas. De ahí la importancia de actuar de manera inmediata”. N