EL POETA Abel German (AG) nació en Morón, Cuba, en 1951 y desde el año 2000 está exiliado en Valencia, España.
Él ha publicado recientemente, mediante la pequeña pero briosa editorial miamense Dos Islas —que sigue anotándose puntos altos en sus haberes— Si acaso 3 cuervos, un poemario que, sin abandonar del todo los llamados del corazón, nos conmueve, nos hace meditar, reír, lamentar, nos tira y nos levanta con versos llegados de una inteligencia feraz, feroz.
Si bien está dividido en 19 partes —si consideramos que cada poema signifique una parte—, este cronista lo leyó, lo saboreó como si contase con una sola; es decir, un solo poema que corre a lo largo de 85 páginas en las cuales desfilan como en paseo propio la filosofía…, la filosofía de la calle… De la calle digo porque, aunque con facilidad se nota que la otra, la Filosofía del salón de clases, la de los libros de cabecera, ha sido una de las fuentes del poeta…, pues solamente eso ha sido: una de las fuentes, porque la gran fuente en la que AG ha bebido y ahora nos la entrega multiplicada en Si acaso 3 cuervos, palpita, asciende y cae, guiña y grita con la vida, con el efecto, el defecto, el anverso y el reverso de esta.
Así: “Quiero decir, como odio estos huesos fungibles que resisten / no sé qué. ¿El peso del tiempo? ¿El diluvio de tiempo que no cesa?”
“La inutilidad de todo… la inutilidad / incluso del fuego eterno que no lo es (eterno, digo); la inutilidad / de la brisa que trastoca los datos y / de los datos”.
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Pero este poemario —en cuyo título el cardinal “3” ya nos avisa que viene más desde la mente que del corazón—, es un rara avis que universaliza sin apenas dar el dato de lo vivido, lo vívido, el dato digo de la llamada “realidad”. Sin que resulte el ingenio por el ingenio, ni muchos menos —se infiere fácilmente de lo dicho hasta aquí— el arte por el arte, se despega de la vivencia como con premura, para meternos por los que yo llamaría vericuetos iluminados.
Dicho lo anterior, quizás esté de más agregar que Si acaso 3 cuervos se desconecta casi totalmente de la patria, del terruño, del sitio del alumbramiento y todo lo demás por el estilo en favor de una poesía que asciende desde su mismo planteo, desde su propia ascensión, desde su nacimiento no como de la cascada, sino de la cascada purificada hacia lo universal.
¿En qué proporción, entonces, hallamos en este poemario la cubanidad o la latinoamericanidad o en fin la americanidad?
La respuesta sería: Si acaso 3 cuervos es un libro cubano en la misma medida que Veinte mil leguas de viaje submarino es francés o Utopía, inglés.
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Hay en el beisbol una regla que consiste en que un manager puede continuar el juego (el partido) bajo protesta, en desacuerdo con una decisión que ha tomado un árbitro, y que él —el manager— afirma que lo perjudica. Es decir, el manager continúa en el partido y, pase lo que pase para el bien de su equipo o lo contrario, él está jugando bajo protesta.
En Si acaso 3 cuervos parece llegarnos el aviso de que AG continúa en el partido, aquí, en la vida, en el planeta, pero bajo protesta. O sea, el poeta, en varias de las piezas de este poemario, parece preguntarse y preguntarnos: ¿Qué hago aquí?, ¿por qué estoy aquí?, ¿qué sentido tiene estar aquí?
Así, no debemos extrañarnos porque el poemario muestre, como otro de sus Norte, el existencialismo, el escepticismo, el pesimismo a veces, el subjetivismo casi siempre por no decir siempre —que quede claro: ese subjetivismo que no puede ser más objetivo si repasamos lo que la realidad indica.
Cito: “La velocidad, el deseo de destino, cierta certidumbre… / todo se escurre / como un chorro borroso”.
“Te digo: Me alcé con el trofeo que estaba allí, un premio a nada, / una copa de aire y de sol, y salí, copa en mano, a buscar los aplausos / de la soledad, las mujeres de la soledad, las multitudes solitarias entre / las que además busqué inútilmente algo, siempre entre cuatro paredes”.
“Alguna gaviota que guarda bajo de sus plumas sucias un cuervo”.
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Sin embargo, y pareciera contradictorio, pero no lo es, este poemario resulta una rebelión y a la par un lance de suma temeridad. No lo es porque, si atendemos a las líneas anteriores, AG, como aquel manager, persiste en continuar no obstante lo quejumbroso en ocasiones, lo blasfemo en otras, lo rabioso en tantas, como quien no quisiera abandonar el partido, pero sí dejar claras ciertas directrices para otros managers o al menos ciertas “denuncias” a ver qué podría ocurrir luego, en un futuro quizá infinito….
En Si acaso 3 cuervos, AG se “debate” entre el agnosticismo y el ateísmo. Esta razón es la causante en mi opinión de varias de las piezas más altas de un libro que —me atrevo a opinarlo— está constituido, todo, por piezas de alto vuelo. Es esta razón la que proporciona una magnífica fuerza dramática —porque lo venido del intelecto también puede ser o es dramático— a no pocas líneas del poemario.
Vean si no: “Los imagino (me refiero todavía a los fantasmas) / como peces atrapados en el espacio de una red que espera / ser recogida y multiplicada por Dios.”
“¿Por qué Dios baja la cabeza? ¿Por qué no se acerca y dice esto es así o asá? / ¿Por qué se humilla y escurre el bulto apenas digo tres?”
“Entretanto Dios convierte en polvo lo que toca y no pregunta el precio”.
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En este poemario, en el cual el desencanto en diferentes gradaciones asoma las orejas en una y otra página —si consideramos lo antes apuntado esto no debe sorprendernos—, no se evidencian subtramas, subtemas u otras apoyaturas de este tipo. Si acaso 3 cuervos es un solo bombazo, un puñetazo contra la roca y asimismo contra el viento.
Parafraseando a aquel: este no es un libro, es dinamita que corre de manera tal que no hemos terminado una página cuando ya ansiamos la próxima.
Parejo en su altitud poética, decía, si bien veo dos fuertes tirones hacia arriba. Uno el hermoso y terrible “Cuaderno de notas de un vigilante nocturno desaparecido” y el otro, que igual podría aterrorizar pero que, bien visto, es una reflexión, una invitación a observar con ojo alerta las encrucijadas:
“Ahora escucho una voz de mujer que calma a un niño que llora, / atraviesa la pared tras la que estoy agazapado, y me sobrecoge. / ¿Y si es la madrastra del cuento?, ¿o la loca que acaba de secuestrarlo / para jugar a ser madre y luego abandonarlo o… descuartizarlo?, ¿la / asesina?, / ¿la desesperada y loca del noticiario?”.
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Los símbolos más utilizados en Si acaso 3 cuervos son la “rata” —aparece diez veces— y el “tren” —ocho.
Las ratas, ya lo sabemos: “Las ratas siguen en la sombra. El corazón cansado del cazador / se apacigua con luciérnaga”.
“Luego hay que comerse esas ratas de alcantarilla”.
“Intentan ver a Dios. / O a las ratas. En ese orden”.
Podríamos pensar que el tren resulta la esperanza en medio del estupor, del estropicio de la batalla, pero no es tan así: “Trenes sin itinerarios. Trenes desviados. / Trenes furtivos cuyo estruendo se confundía con el estruendo de los / sueños”.
“Lo tienen todo, todo, pero el tren no aminora la marcha”.
“¡¡¡Qué paz la de esos trenes que pasan repletos de almas a descarrilar!!!”
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En este libro, el autor se desentiende de ese propósito que ha sido uno de los derroteros de los materialistas: buscar, sugerir soluciones a un mal social o antropológico o algo así. En Si acaso 3 cuervos el poeta se hace libre: expone con ánimos únicamente de eso, de exponer, no de resolver, no le interesa enmendar algo que, al parecer, no tiene solución.
Así, dice de la muerte: “Desde la muerte los muertos nos hablan, si bien / con trampas. En realidad no es desde allí, es obvio. / Y ni siquiera son ellos. Seamos sinceros: Se trata de un juego otro.”
“Empieza la angustia alargándose por los bordes del reloj, / con todas las muertes futuras disueltas en un solo fogonazo.”
No obstante lo antes dicho, en este poemario de AG hallamos algunos oasis —¿podríamos tomarlos como oasis luego de que hemos aplaudido lo contrario?—: exposiciones donde lo sensorial se enseñorea y así el lirismo aflora o sería mejor decir revienta.
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Cito: “Una soledad llena de secretos. Y de rostros ocultos. / Y de preguntas que suben o bajan como invitados que acaban de / sobrevivir / a una inundación letal de pétalos.”
“Esa pluma de paloma que cae como un misterio.”
Hace acaso 40 años, sostenía este servidor una conversación con el excelente poeta cubano Osvaldo Navarro (1946-2008) acerca de los notables alcances de varios poemas que había dado a conocer, recientemente, un cubano de la generación anterior a la nuestra. Luego de ponderar una y otra vez los versos en cuestión, Osvaldo concluyó: “Habrá que reconsiderar los estudios sobre la poesía cubana contemporánea”.
Cierro con este aviso de Si acaso 3 cuervos: “Extiende la sombra de una nube que no pasa ni cae: la sombra de / una nube que / sigue ahí”. N
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Félix Luis Viera (Cuba, 1945), poeta, cuentista y novelista, ciudadano mexicano por naturalización, reside en Miami. Sus obras más recientes son Irene y Teresa y La sangre del tequila. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.