VISTO desde Moscú, el Ártico no es un espacio natural frágil que debe protegerse del cambio climático, sino una reserva desbordante de materias primas y oportunidades comerciales. Y, para asegurar su supremacía, Rusia lo patrulla con una flota de rompehielos nucleares.
“Un tercio de nuestro territorio se sitúa más allá del círculo polar”, asegura Dmitri Lobusov, capitán del navío 50 let Pobedy (50 años de la Victoria). “Nuestros ancestros ya sobresalían en la navegación en aguas heladas. Y nosotros continuamos, con éxito”, añade.
El oficial a cargo de este rompehielos indica la creciente importancia de sus misiones con el “desarrollo de recursos” naturales. El presidente ruso, Vladimir Putin, señaló la explotación de la riqueza ártica (petróleo, gas y minerales) como una prioridad estratégica.
La región encabeza las exportaciones nacionales de gas natural licuado (GNL) producido por la rusa Novatek y la francesa Total en la península del Yamal, en el noroeste de Siberia.
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“La zona ártica tiene un potencial enorme. En términos de recursos, hablamos de 15,000 millones de toneladas de petróleo y cien billones de metros cúbicos de gas. Suficientes para decenas, incluso centenares de años”, señaló el exministro de Energía, Alexander Novak, actualmente vice primer ministro.
Su rentabilidad dependerá en parte de la ruta marítima del norte, también conocida como Paso del Noreste, que conecta Europa con Asia por el norte de Rusia, a través de los océanos Atlántico, Ártico y Pacífico.
Esta vía ártica, la mitad de larga que la del canal de Suez, debería simplificar el transporte de hidrocarburos al sureste asiático.
Antes era solo navegable en verano, pero ahora es practicable más a menudo debido al retroceso del hielo ártico por culpa del calentamiento global. Pero el despliegue de rompehielos rusos de propulsión nuclear también es esencial en la materia.
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Esta flota, bajo control del gigante de la energía atómica Rosatom, es única en el mundo dado que “solo Rusia tiene una ruta (el paso del Noreste) donde se requieran rompehielos”, indica Serguéi Kondratiev, experto del Instituto por la Energía y las Finanzas, un centro de reflexión independiente.
En marzo de 2021, cuando el canal de Suez quedó bloqueado varios días por un portacontenedores encallado, Moscú aprovechó para recalcar que su vía ártica ya no era un sueño lejano, sino una realidad en pleno desarrollo.
Rosatom asegura que en los próximos cinco años debe aumentar de cinco a nueve sus rompehielos nucleares. El objetivo es alcanzar un tráfico de 80 millones de toneladas de mercancías por esta ruta en 2024 y 160 millones hasta 2035, contra los 33 millones de 2020.
Estas cifras todavía quedan lejos de los 1,000 millones de toneladas que transitan anualmente por el canal de Suez. Pero Kondratiev indica que todas las grandes empresas rusas como Gazpromneft, Norilsk Nickel o Rosneft necesitarán el Ártico y, por lo tanto, “todos necesitarán servicios de una flota de rompehielos”.
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Rosneft, por ejemplo, desarrolla un monumental proyecto petrolero en la península siberiana del Taimyr con el que espera obtener beneficios apabullantes.
“En los años 1980-1990 acompañábamos un navío y luego parábamos a la espera del siguiente. Ahora no estamos inmovilizados más de un minuto”, asegura el capitán Lobusov.
La navegación ártica durante todo el año está prevista para 2030. Y no solo para los rusos. Rosatom indica que el armador danés Maersk y el chino Cosco ya toman la ruta del norte. Vladimir Putin “saludó el interés” de los actores extranjeros por esta vía marítima y aseguró “no querer excluir a nadie”.
El grupo nuclear ruso cifra el coste de desarrollo de esta ruta comercial en 735,000 millones de rublos (8,500 millones de euros, 10,000 millones de dólares) hasta 2024. De ellos, 274,000 millones de rublos proceden del Estado.
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Las asociaciones ecologistas denuncian este apetito por los hidrocarburos, que fomentan el cambio climático, y la creciente presencia de reactores atómicos en el Ártico.
“Los proyectos de desarrollo en un ecosistema tan frágil comportan riesgos y las infraestructuras deben contribuir a mitigarlos”, reconoce Rosatom, señalando que la propulsión nuclear es más limpia que los carburantes clásicos.
“Sin embargo, con oportunidades económicas tan importantes para la población local y para la economía mundial, será difícil no echar mano de estas reservas”, añade el grupo. N
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Con información de AFP