Kirill Dmitriev, CEO del Fondo de Inversión Directa de Rusia, no se anduvo por las ramas para decir que el esfuerzo de su país para producir una vacuna contra COVID-19 era una cuestión de prestigio nacional.
El mes pasado, durante una entrevista con la cadena CNN, el director del grupo que administra los fondos soberanos que financian las investigaciones rusas en el coronavirus declaró: “Es un momento Sputnik”, haciendo referencia al año de 1957, cuando la Unión Soviética ganó la carrera espacial poniendo en órbita el primer satélite.
En una nueva alusión a dicha era, la vacuna que el presidente ruso Vladimir Putin anunció este martes 11 de agosto lleva el nombre de Sputnik V. Mas lo que está por verse es si el Kremlin puede anotarse otro logro geopolítico al cabo de más de seis décadas del Sputnik original.
“Los estadounidenses se sorprendieron al escuchar la señal de radar del Sputnik”, prosiguió Dmitriev, en julio.
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“Ha pasado lo mismo con la vacuna. Rusia la desarrolló primero”, añadió, haciéndose eco de la opinión dominante en Moscú, en cuanto a que la búsqueda de un tratamiento para el coronavirus es una competencia entre potencias rivales para tener el derecho de jactarse de salvar vidas.
Las declaraciones de Dmitriev parecen responder a las dudas que ha planteado el mundo científico respecto de la celeridad con que los rusos produjeron una vacuna; y más allá, sus comentarios respaldan las afirmaciones de Rusia sobre el éxito de la vacuna, pese a que solo se hizo un pequeño estudio con unas pocas decenas de voluntarios (lo que equivale a un ensayo clínico de etapa dos), y a que los resultados no han sido publicados.
La Organización Mundial de la Salud [OMS] ha prevenido contra el “nacionalismo de la vacunación”, y ha pedido no ceder a la tentación de tomar atajos, sobre todo en los ensayos de seguridad de gran escala que forman parte de la etapa tres, en los que es necesario que participen miles de individuos y cuyos hallazgos se dan a conocer luego de varios meses.
Tras el aparente éxito del instituto moscovita Gamaleya, y para resaltar la importancia del logro, Vladimir Putin hizo una inusual referencia a una de sus hijas (cuyas identidades nunca ha hecho públicas).
“Después de la segunda dosis -la segunda vacunación- su temperatura se elevó un poco”, informó el mandatario, acerca de su hija anónima-, “pero no hubo más problemas y ahora se siente muy bien”.
Putin ha sido muy criticado por su respuesta al coronavirus, ya que Rusia ha escalado las clasificaciones hasta convertirse en el cuarto país más afectado por la pandemia.
Además de que delegó la responsabilidad en los gobernadores regionales, nunca les proporcionó los recursos necesarios para hacer frente a la enfermedad, situación que condujo a grandes manifestaciones; por ejemplo, en la ciudad siberiana de Jabárovsk, donde persisten las protestas.
Es muy significativo que Rusia sea el primer país que anuncia una vacuna.
“Para Putin, quien ha sido muy criticado por su ineficacia e indecisión para hacer frente a la pandemia, es de suma importancia demostrar que sus científicos están haciendo bien las cosas y que su país está liderando el mundo”, explicó Nikolai Petrov, investigador principal del programa Rusia y Eurasia, en la organización Chatham House.
En opinión de Petrov, el mandatario ruso dio a la vacuna el nombre de Sputnik para que el público internacional pudiera constatar el logro de su país. En cuanto a la eficacia del producto, eso es secundario: lo importante para Putin es haberse anotado un éxito de relaciones públicas.
“El gobierno [ruso] siempre está en busca de algún indicador que le permita demostrar que está manejando bien la pandemia; mucho mejor, incluso, que países como Estados Unidos y el Reino Unido. Es por ello que este logro es muy importante para su imagen”, agregó Petrov, en entrevista con Newsweek.
En un gesto amistoso con su colega autócrata, el filipino Rodrigo Duterte ha anunciado que su país recibió el ofrecimiento de la vacuna rusa, y declaró que él mismo estaba dispuesto a recibirla, públicamente, para así demostrar a sus compatriotas que la sustancia es segura.
“Creo que la vacuna que usted ha producido es muy buena para la humanidad”, dijo Duterte, dirigiéndose a Putin.
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Aun así, Mark Galeotti, experto en asuntos rusos y profesor honorario de la Escuela de Estudios Eslavos y de Europa Oriental en la University College London, considera que Putin podría topar con algunas dificultades.
“Es una estrategia rusa clásica -como lo fue la del Sputnik original-, pero también es un gran riesgo. Si el medicamento resulta ser lo que prometió, fabuloso. Sin embargo, si es ineficaz o -peor aún- tiene efectos colaterales, entonces el esfuerzo podría ser contraproducente”, previno Galeotti, en su comentario para Newsweek.
En buena medida, el éxito de Putin depende de que la vacuna se administre a toda la población rusa; en particular, tomando en cuenta el intenso sentimiento antivacunas que impera en ese país.
“Si existe la sospecha de que el tratamiento no se ha sometido a las pruebas adecuadas, la resistencia de la ciudadanía podría convertirse, fácilmente, en un desafío político”, agregó Galeotti.
“Uno de los riesgos más grandes que enfrenta cualquier gobierno es perder la confianza y la legitimidad ante su pueblo. En ese sentido, debemos recordar que las calificaciones de confianza de Putin han caído drásticamente y, hasta ahora, no han podido repuntar al nivel de sus calificaciones de aprobación”.
Según informes de la BBC, la OMS está en conversaciones con las autoridades rusas sobre la revisión de su vacuna, la cual no está contemplada entre las seis que supervisa la organización y que ya se encuentran en la etapa tres de los ensayos clínicos. A fin de precipitar la respuesta inmunológica, la vacuna Sputnik utiliza cepas de adenovirus adaptadas, un patógeno que suele causar el resfriado común.
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Por lo pronto, el sistema médico está un tanto confundido por las disparidades entre las evidencias científicas sobre la eficacia de la vacuna y el presunto “paso de Rusia hacia una victoria humana” sobre el coronavirus, según la expresión que utilizara el martes el ministro de salud ruso, Mikhail Murashko.
“No estamos jugándonos la Copa Mundial y tampoco es un concurso musical de Eurovisión”, protestó Danny Altmann, profesor de inmunología en el Imperial College de Londres.
“Estamos juntos en este problema. Es imposible enfatizar cuán importante es el origen de la vacuna”, añadió.
Si la vacuna autorizada tuviera efectos secundarios significativos que no fueron detectados debido a ensayos clínicos precipitados u omitidos por completo, la confianza del público podría verse muy dañada.
El estadounidense Donald Trump y su gobierno han insistido en acusar a China de encubrir la gravedad de la amenaza del coronavirus, situación que ha politizado la pandemia y, por consiguiente, su potencial cura.
“A veces me siento como un actor secundario en la película de Peter Sellers sobre la Guerra Fría, donde el planeta Tierra sufre una debacle terrible y la única salida es la colaboración de médicos y científicos brillantes”, musitó el inmunólogo, en entrevista con Newsweek.
“De pronto, nos damos cuenta de que no es un juego. Tenemos a un líder ruso y a un líder estadounidense, y ya que ambos están jugándose su popularidad, hacen toda clase de afirmaciones y ejercen presión política para lanzar una vacuna que tal vez no sea la óptima”, agregó.
“Es un escenario espantoso”, concluyó Altmann.
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek