Thomas Whitton era un peón y zapatero de Shoreditch, este de Londres. Tenía apenas 13 años en junio de 1836 cuando fue sentenciado en el Old Bailey por robar algodón impreso. Su sentencia fue ser enviado a la Tierra de Van Diemen (Tasmania).
Cuando llegó a las costas de Australia un año después, el londinense de cabello castaño y ojos azules se había hecho algunos tatuajes interesantes en su largo viaje. En su brazo derecho había un tributo a una muchacha con las palabras “amor para tu corazón”, y en su izquierdo, imágenes de dos hombres con una botella y un vaso, una sirena, un ancla y las iniciales “R.R.”
Whitton (quien finalmente fue liberado a sus 20 años) fue solo uno de los 58,002 convictos victorianos de quienes encontramos las descripciones de sus tatuajes mientras revisábamos los archivos judiciales. Por entonces, algunos comentaristas creían que las “personas de mala reputación” usaban tatuajes para marcarse “como salvajes” como una señal de que pertenecían a una pandilla criminal. Pero nuestra base de datos revela que los tatuajes de los convictos expresaban una gama sorprendentemente amplia de sentimientos positivos y, de hecho, a la moda. Y los convictos de ninguna manera fueron los únicos en tenerlos.
Estos registros nos permitieron ver —por primera vez— que la historia del tatuaje no se restringía a marinos, soldados y convictos, sino que era un fenómeno creciente y aceptado en la Inglaterra victoriana. Los tatuajes dan un atisbo importante a las vidas de quienes no dejaron registros escritos propios. Como una forma de “historia desde abajo”, nos dieron un entendimiento fugaz pero intrigante de las identidades y emociones de la gente común en el pasado.
Para estudiar estas cuestiones, llevamos a cabo el análisis más grande de tatuajes que se haya hecho, examinando 75,688 descripciones de tatuajes, en 58,002 convictos en Gran Bretaña y Australia de 1793 a 1925. Usamos técnicas de búsqueda y procesamiento de datos para extraer información entremetida en los campos descriptivos más amplios de los registros criminales, y vinculamos esta información con evidencia extensa sobre las características e historias personales de nuestros sujetos. Dado que los significados de los tatuajes a veces eran difíciles de desentrañar, usamos visualizaciones para identificar patrones de uso y yuxtaposiciones de diseños en particular.
Lee más: ¿Te gustan los tatuajes? Estos son seis de los mejores tatuadores del mundo
Una historia breve de los tatuajes
Tatuarse se ha hecho a lo largo de la historia humana. La evidencia de cuerpos preservados en hielo indica la existencia de la práctica tan temprano como 4000 a.C. Y aun cuando es imposible trazar una historia continua, hay evidencia de tatuajes en la mayoría de las culturas, a veces como una forma de estigma forzado (en esclavos y criminales en los imperios griego y romano), pero en muchos casos como una práctica voluntaria usada para expresar identidad.
Los primeros cristianos se hicieron tatuajes religiosos como una muestra de devoción y para conmemorar peregrinaciones. Prohibidos por el papa Adriano en 787, los tatuajes desaparecieron en gran medida de la historia registrada en el Occidente medieval, aunque sabemos que estaban presentes en muchas otras culturas, notablemente en Polinesia y Japón.
La historia tradicional dice que la práctica resurgió en Europa después de que el capitán Cook y sus marinos encontraron a los habitantes tatuados de Tahití en su visita al alugar en 1769. Pero historiadores más recientes, incluidos Jane Caplan y Matt Lodder, han descubierto evidencia de tatuajes entre soldados, marinos y peones en el siglo anterior al viaje de Cook. Los registros de convictos usados en nuestro estudio datan desde 1793 y, así, documentan una práctica que ya estaba muy extendida.
Un registro escrito
Siendo una práctica de la que, típicamente, el único registro es el cuerpo en sí, sobreviven pocos registros sistemáticos antes de la llegada de la fotografía. Una excepción de esto son las descripciones escritas de los tatuajes (e incluso el dibujo ocasional) que se guardan de la gente institucionalizada y obligada a someterse al registro de información sobre sus cuerpos como un medio de identificarlos. Esto se aplica especialmente a tres grupos: criminales convictos, soldados y marinos. De estos, los registros de convictos son los más voluminosos y sistemáticos.
Tales registros se hicieron primero en gran cantidad para quienes eran transportados a Australia desde 1788 (ya que entonces Australia era una prisión abierta) pues las autoridades necesitaban algún medio de seguirles el rastro.
Entérate: Dr. Evil, el tatuador británico acusado de cortar ilegalmente una lengua, una oreja y un pezón
Se empezaron a hacer registros carcelarios similares en Gran Bretaña desde 1816, en parte para poder identificar a quienes escapaban. Pero los registros se hicieron todavía más sistemáticos debido a las preocupaciones crecientes de reincidencia en el siglo XIX.
Diseños y sujetos
Al contrario de las creencias contemporáneas, los tatuajes de los convictos incluían una gama amplia de sujetos y diseños y expresaban algunas emociones muy positivas.
Hallamos múltiples registros de imágenes relacionadas con la identidad británica y americana, así como diseños centrados en temas diversos como astronomía, placer, religión y sexo. Entre los más populares, había temas navales y expresiones de amor. Pero la forma de tatuaje más popular eran los nombres escritos y las iniciales, los cuales estaban presentes en 56 por ciento de las descripciones. Los puntos también eran muy populares y se hallaron en 30 por ciento de las descripciones.
La distribución de los sujetos se volvió más regular con el tiempo, mientras algunos de los primeros temas populares —notablemente navales, joyería y astronomía— disminuyeron y hubo un surgimiento de tatuajes que retrataban religión, naturaleza, identidad nacional y muerte.
Hasta 1850, la evidencia proviene principalmente de convictos transportados a Australia, de los cuales una cuarta parte estaba tatuada. Aun cuando no podemos decirlo con seguridad, es posible que la mayoría fueran hechos durante el largo viaje. El hecho de que muchos se tatuaron en la piel el año de su condena o transportación refleja el aceptar el hecho de que haber sido llevados a medio mundo de distancia, probablemente para nunca regresar a Gran Bretaña, fue un evento que les cambió la vida.
Temas navales y amor
Había una diversidad vasta en temas navales, incluidas sirenas, barcos, marinos, banderas y símbolos astronómicos relacionados como el Sol, la Luna y las estrellas. Pero el diseño más popular era el ancla. Los marinos, como Thomas Prescott, transportado a Australia en 1819, tenían un “ancla sirena corazón flechado sol luna y estrellas” en su brazo derecho. Los tatuajes que expresaban relaciones con amantes, amigos y familiares también eran muy populares (probablemente porque el viaje a Australia los separaba por la fuerza de sus seres queridos). Estos se llevaban más a menudo en áreas visibles del cuerpo, como antebrazos y manos.
Te puede interesar: Tatuajes que se hicieron los sobrevivientes del Bataclan para “nunca olvidar”
Cuando se tatuaban nombres de pila en el brazo de un convicto, con toda probabilidad eran los nombres de alguien del sexo opuesto. Las iniciales “i.l.” (“I love”, yo amo) a menudo antecedían a otro par de iniciales. Por ejemplo, William Graham, de 21 años, fue encarcelado en la nueva penitenciaría nacional, Millbank, en 1826 por “hurto mayor”, incluido el robo de un pañuelo y un “par de pantalones”. Él demostró el amor por su familia con las iniciales de ellos y las de “E.C.” (probablemente su amante). Él también tenía un corazón con flechas cruzadas en su brazo derecho. Su brazo izquierdo tenía sus propias iniciales junto con “E.C.” y un “pájaro en un arbusto”. Este diseño fue representado en un dibujo raro en el registro carcelario.
Como es a menudo el caso, nunca sabremos precisamente qué pretendía expresar William con estos tatuajes o quién era E.C. Pero sin duda había amor involucrado.
Cinco puntos e identidad criminal
A fines del siglo XIX, los observadores sociales, criminólogos y la prensa estaban preocupados con la noción de que los tatuajes eran evidencia de una “personalidad criminal”. El investigador social Henry Mayhew escribió en su libro de 1862 sobre prisiones londinenses:
“La mayoría de las personas de mala reputación’, dijo el guarda de prisión, ‘tienen marcas privadas estampadas: sirenas, hombres y mujeres desnudos, y las cosas más extraordinarias que hayas visto. Están marcados como salvajes, mientras que muchos de los ladrones regulares tienen cinco puntos entre su pulgar e índice, como una señal de que pertenecen a ‘los cuarenta ladrones’, como lo llaman”.
Sin embargo, hay poca evidencia para sugerir que los tatuajes de la época frecuentemente expresaban una identidad criminal. Aun cuando hay una poca evidencia de los “cinco puntos” descritos por Mayhew, la información que hallamos nos permitió refutar este mito histórico. En 1828, una serie de ladrones juveniles en Londres suscitó ansiedad por el crimen juvenil. El Morning Post se quejó de:
“Una pandilla de por lo menos 40 delincuentes juveniles… conocidos como los ‘40 ladrones’, en todos los caminos metropolitanos, donde subsisten de su saqueo a los carruajes y pasajeros”.
Lee más: El FBI desarrolla una tecnología para el rastreo de tatuajes
Los “Cuarenta Ladrones” supuestamente se podían identificar por sus tatuajes: cinco puntos puestos entre el pulgar e índice: “Se reconocían mutuamente por cinco puntos azules en la mano, los cuales se hacían con pólvora”, afirmó The London Standard el 3 de enero de 1829.
Cinco puntos era, de hecho, un tatuaje popular, pero no principalmente en los contextos descritos por Mayhew y los periódicos. Nuestra información muestra la presencia de este tatuaje en la década de 1820, cuando se lo halló en 23 convictos. Pero aun cuando los cinco puntos crecieron en popularidad hacia la década de 1870, no solo se halló en convictos masculinos encarcelados, sino también en quienes eran transportados, especialmente mujeres. Y aun cuando los convictos a menudo eran encarcelados antes de ser transportados, el uso extendido del tatuaje de cinco puntos (378 convictos entre 1820 y 1880) sugiere que cualquier “pandilla” no habría podido identificarse fácilmente solo con este tatuaje.
Joyería obrera
Siendo el tatuaje más simple de crear, los puntos eran tremendamente populares: más de 20,000 convictos tenían uno o más puntos en sus brazos, manos e incluso rostros. La parte izquierda del cuerpo era dominante, sugiriendo que los puntos a menudo los hacía uno mismo. Pero las colocaciones (diseños ubicados junto con los puntos en la misma parte del cuerpo) demuestran que los puntos, incluidos cinco y siete puntos, rara vez se alineaban con expresiones de criminalidad o desafío —como las calaveras con tibias cruzadas—, pero a menudo eran usados con propósitos meramente decorativos, como anillos y brazaletes.
Dichos tatuajes eran una forma de joyería obrera que era barata y fácil de aplicar. Por ejemplo, Sarah Phillips, transportada en 1838 por robar botas, tenía un “anillo de siete puntos” y “tres puntos” en sus dedos. Otras colocaciones del tatuaje de siete puntos incluían el Sol, la Luna y estrellas, lo cual posiblemente significa que los puntos se usaban para representar constelaciones, como el cúmulo de siete estrellas de las Pléyades. También podrían representar amor. Las marcas registradas de Elizabeth Morgan en los registros de transportación sugieren que ella tenía un tatuaje de cinco puntos como una expresión de amor por un tal Joseph Bayles.
Placeres y censura
En vez de expresar una identidad criminal, los convictos grababan sus cuerpos más o menos de la misma forma que hoy: conmemorando a sus amantes y familia, la mayoría de edad y los placeres de la vida obrera. Alrededor de 5 por ciento de los convictos tenía tatuajes relacionados con el placer. Por ejemplo, dieciséis fechas de nacimiento fueron conmemorados con tatuajes de botellas.
Entérate: Vencer con tinta al cáncer de mama
El alcohol, fumar, bailar y las cartas eran los temas de una gama de tatuajes. James Allen tenía un tatuaje de un vaso y un hombre fumando una pipa. Entre los nueve tatuajes de Marion Telford había un hombre y una mujer bailando en su brazo derecho. Los deportes también eran conmemorados.
Cuando William Lindsay llegó a Australia en 1854, su cuerpo estaba decorado con un encuentro de box completo en su pecho, así como varias imágenes distintivas, incluidas “bergantín con velas extendidas”, “ballena soltando un chorro”, “sirena”, “mujer en brazo derecho”, “marino y bandera, serpiente y tres anillos”.
El sexo también era un tema, pero los dependientes victorianos a menudo oscurecían el grado de obscenidad en los registros, como cuando parte del tatuaje de Robert Dudlow fue descrito como una “palabra indecente”. Pero las imágenes de hombres y mujeres desnudos eran tatuadas comúnmente en partes visibles del cuerpo.
Los convictos también expresaban un interés en la naturaleza. Había muchos animales, incluidos pájaros, mariposas, caballos, perros, serpientes y escorpiones. Las flores a menudo se acompañaban de animales (en especial pájaros) o rodeaban la muñeca o el cuello para simular joyería. Frederick Ash, condenado en 1889 en el Old Bailey por la violación de una niña de 13 años, fue registrado en el Registro de Criminales Habituales en 1893 teniendo 25 diseños en su cuerpo. Los diseños incluían un elefante, sirena, “niña en un burro”, serpiente, león y un unicornio (al parecer como parte de un escudo de armas), camaleón, escorpión, otro león y un ciempiés arbóreo.
Una moda se difunde
No está claro de cómo se difundió la moda de tatuarse, pero la evidencia sugiere que cada vez más hombres y mujeres —no solo soldados, marinos y convictos— se hicieron tatuajes en el transcurso del siglo XIX. Las fechas de nacimiento de los convictos con y sin tatuajes en el Registro de Criminales Habituales muestra un aumento claro en la proporción de convictos con tatuajes; la mitad de los convictos documentados poseía tatuajes para finales del siglo.
La evidencia de tatuajes fuera del registro de convictos es escasa, pero hay sugerencias tentadoras de que una amplia gama de orígenes sociales se hizo tatuajes. Junto con los miles de peones y trabajadores no calificados con tatuajes en nuestros registros había 60 dependientes, 49 comerciantes, 22 agentes y 20 ingenieros. El conocimiento del tatuaje se difundió por los “fenómenos” tatuados exhibidos en circos y ferias, y por marinos y oficiales que regresaban de viajes por el Pacífico. También hubo una publicidad creciente relacionada con tatuajes hacia finales del siglo.
Te puede interesar: La Tatuadora, una plataforma que te acompaña en todo el proceso de pintar tu piel
El conocimiento público del tatuaje en la década de 1870 fue difundido por el caso muy publicitado del Demandante Tichborne, cuando un impostor (referido indistintamente como Thomas Castro o Arthur Orton) afirmaba ser Roger Tichborne, la heredero perdido de la dignidad de baronet de los Tichborne. Su afirmación se vino abajo en 1872 cuando se reveló que Roger poseía tatuajes distintivos, mientras que Castro/Orton —como lo confirman nuestros registros— no tenía uno solo.
Y en la década de 1880, se desarrolló una moda por los tatuajes en la élite social después de que se supiera que varios miembros de la nobleza y realeza, tanto hombres como mujeres, se habían hecho tatuajes, incluido Eduardo, príncipe de Gales e hijo mayor de la reina Victoria, y el príncipe Alberto Víctor.
Esta moda fue facilitada por la aparición de tatuadores profesionales quienes montaron estudios, y por la invención de una máquina eléctrica para tatuar en 1891, por un estadounidense, Samuel O’Reilly. Para 1900, los tatuajes habían permeado muchas partes de la sociedad británica.
Buffalo Bill
Emblemáticos de la popularidad de los tatuajes a finales del siglo fueron los 392 convictos en la base de datos (todos hombres) que tenían un tatuaje del artista itinerante estadounidense Buffalo Bill. La primera gira de su espectáculo del Salvaje Oeste en Gran Bretaña sucedió en 1887, cuando actuó para la reina Victoria. Sus espectáculos londinenses atrajeron a 2.5 millones de clientes y él regresó para giras posteriores en los siguientes 15 años. Parece que los tatuadores aprovecharon su popularidad al desarrollar plantillas de su imagen y ofrecer el tatuaje como parte de la experiencia de ir a la exhibición.
Tatuajes de un busto de Buffalo Bill se hallaron frecuentemente en convictos con tatuajes de mujeres, la cabeza y manos entrelazadas de una mujer, como en los tatuajes de Charles Wilson, que incluían “dos corazones (uno atravesado), manos entrelazadas y un ancla” en su antebrazo derecho y un busto de Buffalo Bill y la palabra MAGGIE en mayúsculas en un pergamino en su antebrazo izquierdo.
Las frecuentes expresiones de amor asociadas con tatuajes de Buffalo Bill sugieren que los hombres a menudo iban a ver el espectáculo con sus amantes y se hacían tatuajes para conmemorar tanto la visita como su amor mutuo. Los hombres que tenían un tatuaje de Buffalo Bill incluían a un herrero, un cartero, un zapatero, un pintor y vidriero.
Un sol ocultándose
Los tatuajes se hicieron más sofisticados alrededor de inicios del siglo XX. William Henry Greenway, un “criminal habitual” que fue enjuiciado en 1907, trabajaba como fotógrafo londinense. Él conmemoró su oficio con una tatuaje de una cámara en su antebrazo. En 1910, se describió que William Parfitt tenía un tatuaje de una hélice en su brazo, al igual que uno de los últimos convictos en nuestra base de datos, John Miller, quien fue encarcelado por “allanamiento de morada” en 1924. Combinando tanto diseños tradicionales como invenciones modernas para conmemorar la pérdida de su hermano, Miller tenía una hélice junto con “un sol ocultándose, barco hundiéndose, tumba de un marino, lápida, en memoria del hermano querido RT y un corazón atravesado”.
Los tatuajes entre convictos era una actividad expresiva, rara vez conectada específicamente con sus crímenes y castigos. En sus imágenes de vicio y placer, algunos convictos tal vez hayan mostrado una moralidad alterna, pero para la mayoría los tatuajes simplemente reflejaban sus identidades y afinidades personales, sus amores e intereses. Conforme los tatuajes se hicieron más populares y eficientes, se volvieron más inventivos y creativos, reflejando tendencias culturales y modas más amplias.
Pero a principios del siglo XX, como resultado de sus asociaciones criminales y las preocupaciones crecientes por la higiene, los tatuajes perdieron algo de su popularidad y se volvieron una actividad marginal, aunque todavía significativa (en especial entre marinos y soldados en tiempos de guerra). Y luego, a partir de la década de 1950, según el sociólogo Michael Rees, tatuarse comenzó a recuperar su popularidad, primero entre grupos marginales que incluían miembros de pandillas, motociclistas, punks y rockeros como símbolos tanto de alianza al grupo como de desafío a la sociedad convencional.
Fue apenas con el renacimiento reciente del tatuaje, a partir de la década de 1970, que comenzó a convertirse en cosa común, permeando en la cultura de consumo a través de los medios de comunicación y la exposición de celebridades tatuadas. Finalmente, fue reconocido como una forma de arte. Hoy, uno de cada cinco británicos al parecer tiene un tatuaje.
Y nuestra investigación muestra que los motivos para hacerse un tatuaje tal vez no hayan cambiado mucho desde que Whitton expuso su piel a la tinta por primera vez cuando viajaba a Tasmania hace más de 180 años.
Robert Shoemaker es profesor de historia británica del siglo XVIII en la Universidad de Sheffield, Reino Unido. Zoe Alker es profesora numeraria de historia del siglo XIX y humanidades digitales en la Universidad de Liverpool, Reino Unido.
Las opiniones expresadas en este artículo son propiedad de los autores.
Este artículo se publicó primero en The Conversation y se publica aquí con una licencia de Creative Commons. Lee el artículo original.