El presidente Trump y los líderes iraníes insisten en que no desean la guerra. Pero con una acumulación de poderío militar en ambos bandos y una creciente presión económica de parte de Estados Unidos, las tensiones se mantienen altas.
Una vez más, hay rumores de guerra en Oriente Medio.
Un año después de que el presidente Donald Trump se retiró del acuerdo nuclear de 2015 entre Irán y seis potencias mundiales, él ha redoblado notablemente su campaña agresiva de guerra económica contra la República Islámica.
Desde la salida el año pasado, Trump volvió a imponer sanciones que ya han reducido a la mitad las ventas de petróleo iraní de 2 millones de barriles por día, haciendo que se desplome la economía del país. Ahora, ejerciendo una política que él llama “presión máxima”, Trump se ha enfocado en las exportaciones restantes de Irán mediante ponerle fin a las exenciones de sanciones que él concedió previamente a ocho de los clientes más grandes de Teherán. La meta de Trump: llevar a Irán a la penuria y obligar a los líderes de Teherán a aceptar un nuevo acuerdo nuclear, esta vez con términos que Trump y sus segundos insisten en que serían mucho más favorables para Estados Unidos y sus aliados regionales.
“Vamos por cero”, declaró recientemente el secretario de Estado, Mike Pompeo, refiriéndose a las exportaciones de petróleo de Irán. “Cuánto tiempo permanezcamos así, en cero, dependerá únicamente de los altos líderes de la República Islámica de Irán. Les dejamos muy en claro nuestras demandas al ayatolá y sus compinches”.
Tanto Trump como los líderes iraníes insisten en que no quieren ir a la guerra. Pero desde que Trump endureció las sanciones el mes pasado, Oriente Medio ha visto un aumento drástico en las tensiones: señales ominosas de movimientos militares iraníes en contra de fuerzas estadounidenses en la región; una acumulación rápida de poderío militar estadounidense cerca de la costa iraní; ataques de supuestos saboteadores iraníes a barcos petroleros árabes, y un ataque con drones a un oleoducto saudí cometido por miembros de la tribu houthi de Yemen, alineados con Irán.
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Luego, de forma igual de súbita, tanto Washington como Teherán dieron a regañadientes un paso atrás al borde de las hostilidades previamente este mes cuando Pompeo declaró que Estados Unidos estaba listo para conversar con Irán sin condiciones previas. El presidente iraní, Hasán Rohaní, respondió diciendo que las conversaciones eran posibles, siempre y cuando Washington tratase a Teherán con “respeto”.
“En las últimas tres semanas, hemos visto un escalamiento grave en el que tanto los iraníes como los estadounidenses se han dado señales de que ambos tienen una manera de disuadir al otro”, dijo a Newsweek Aaron David Miller, exasesor de Oriente Medio de seis secretarios de Estado. Pero aun cuando las fuerzas estadounidenses e iraníes ahora tratan de no cruzar sus caminos, él advierte que “todavía existe el peligro de un choque armado”.
De hecho, no hay señales de que la administración esté lista para retirar la formación de ataque con portaaviones, el escuadrón de bombarderos B-52, el destacamento de 1,500 infantes de marina y un sistema extra de defensa aérea Patriot que envió a la región. Y la política estadounidense de máxima presión económica todavía está en vigor, haciendo que los desarrollos futuros sean altamente impredecibles.
En un ensayo reciente en The Washington Post, Colin Kahl, exasistente adjunto del secretario de Defensa para Oriente Medio en la administración de Obama, pintó un escenario lúgubre en el que delineó con cuánta facilidad Estados Unidos e Irán podrían cometer el error de la guerra.
Desde que Trump endureció las sanciones el mes pasado, Oriente Medio ha visto un aumento drástico en las tensiones
Si las ventas de petróleo iraní —el alma de la economía del país— caen a unos pocos cientos de miles de barriles por día a causa de las sanciones estadounidenses, Kahl dijo que es enteramente posible que los militares iraníes pudiesen ordenar que las milicias chiitas en Irak, apoyadas por Irán, apunten sus armas a los 5,000 soldados estadounidenses apostados allí, así como a los diplomáticos estadounidenses en la Zona Verde de Bagdad. También serían posibles más actos de sabotaje en contra de barcos cargueros en el golfo Pérsico y un aumento en los ataques de houthis contra instalaciones petroleras saudíes, dijo.
Según Kahl, los ataques contra personal estadounidense podrían provocar una respuesta militar en contra de las milicias iraquíes y, a su vez, el minado iraní del golfo Pérsico en represalia. Conforme aumente la violencia, dijo, aviones de guerra estadounidenses podrían bombardear objetivos militares dentro de Irán, incluidas sus instalaciones nucleares. En respuesta, Irán podría ordenar a sus delegados de Hezbolá en Líbano y Siria que abran frentes contra Israel, bombardeando sus ciudades con cohetes que dejen cientos de muertos. Sería casi seguro que Israel respondería con una fuerza enorme, destruyendo objetivos de Hezbolá e iraníes en Líbano y Siria. Conforme aumentasen los precios del petróleo e Irán y sus delegados derramasen más sangre israelí y estadounidense, la administración de Trump estaría bajo una intensa presión política de acudir en ayuda de Israel y acabar con el régimen iraní de una vez por todas. El siguiente paso inevitable, dijo Kahl, sería una invasión estadounidense por tierra de Irán, y una guerra a gran escala que “ni Trump ni los líderes iraníes querían”.
Ese es el escenario de pesadilla. No obstante, por ahora, la administración está profundamente dividida por su política con Irán, con Trump interpretando al moderado John Bolton, asesor de seguridad nacional, como Pompeo adoptando una postura de mucha más línea dura. El presidente, convencido de su habilidad como negociador, parece tener confianza en que puede obligar a Teherán a sentarse en la mesa de negociaciones, donde él dice que confinará sus esfuerzos en obtener un mejor acuerdo nuclear del que consiguió su predecesor a cambio de retirar las sanciones. Bolton y Pompeo quieren que cualquier acuerdo nuevo con Irán vaya más allá del asunto nuclear para incluir condiciones que efectivamente neutralicen a Irán como una potencia regional.
En mayo pasado, Pompeo presentó una docena de demandas, incluida una suspensión a perpetuidad de todo enriquecimiento nuclear iraní, incluso el pacífico enriquecimiento de bajo grado de isotopos médicos. Esto negaría la concesión más importante para salvar las apariencias que Irán obtuvo en sus negociaciones para el acuerdo nuclear de 2015. Pero las demandas también exigen que Irán ponga fin a su programa de misiles balísticos y suspenda su apoyo a Siria, la milicia chiita Hezbolá en Líbano, las milicias proiraníes en Irak y los rebeldes houthis de Yemen. Irán ha rechazado las demandas de Estados Unidos como equivalentes a una capitulación total.
Por su parte, Bolton tampoco ha dejado en secreto su deseo de derrocar al régimen de Teherán. “La política declarada de Estados Unidos debería ser ponerle fin a la Revolución Islámica de Irán de 1979 antes de su cuadragésimo aniversario”, escribió Bolton en un artículo de opinión en The Wall Street Journal en enero de 2018, apenas dos meses antes de que Trump lo nombrase el nuevo asesor de seguridad nacional. “Reconocer un nuevo régimen iraní en 2019 revertiría la vergüenza de haber visto una vez a nuestros diplomáticos como rehenes por 444 días. Los otrora rehenes podrían cortar el listón de la nueva embajada estadounidense en Teherán”.
El otoño pasado, Bolton, desde hace mucho un animador del uso de la fuerza militar, le pidió al Pentágono que diese opciones para un ataque militar contra Irán después de que milicianos apoyados por los iraníes dispararon tres cohetes que explotaron sin hacer daño en un lote baldío en terrenos de la embajada estadounidense en Bagdad. Alarmado, James Mattis, el entonces secretario de Defensa, bloqueó la solicitud.
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Durante el más reciente escalamiento de las tensiones, Bolton le ordenó al pentágono que diese un plan militar revisado para enviar hasta 120,000 soldados a Oriente Medio en caso de un ataque iraní contra fuerzas estadounidenses o que reanudase su programa nuclear. El tamaño de la fuerza se acercaba a la cantidad de soldados que invadió Irak en 2003.
En un indicio de las divisiones marcadas dentro de la administración por la política con Irán, Trump, quien se opone a la presencia sin final de tropas estadounidenses en Oriente Medio, más tarde aprobó el envío de solo 1,500 soldados adicionales a la región.
Recientemente, ha habido cierta especulación de que Trump podría despedir a Bolton por ser demasiado belicoso. Funcionarios de la Casa Blanca aceptan que los dos hombres no tienen una relación estrecha. Pero por ahora, añaden, el presidente parece estar contento con usar a Bolton en el papel de “policía malo”, aunque solo sea para que Irán siga preguntándose cuáles son las intenciones de Estados Unidos.
“Lo que más me gusta de nuestra política es que estoy muy seguro de que los iraníes no tienen idea de lo que podría hacer el presidente Trump”, dijo recientemente a The Hill el general retirado James Jones, exasesor de Seguridad Nacional de Obama. “Los tenemos en vilo, y podrían despertarse una mañana y descubrir que ya no tienen una armada, por ejemplo”.
El ejemplo que Jones eligió no fue al azar. En abril de 1988, en el combate naval más grande desde la Segunda Guerra Mundial, la armada estadounidense atacó a fuerzas navales iraníes en represalia porque Irán minó el golfo Pérsico durante la guerra entre Irak e Irán, una acción que dañó seriamente un buque de guerra estadounidense. Para el final de la batalla, las fuerzas estadounidenses habían hundido o inutilizado la mitad de la flota operacional de Irán.
Los expertos regionales dicen que los militares iraníes aprendieron lecciones tácticas valiosas de ese combate, lecciones que funcionarios estadounidenses y analistas independientes creen que ahora están usando en la confrontación actual con las fuerzas estadounidenses.
“Las lecciones que aprendieron los iraníes fueron que no te enfrentas a los militares estadounidenses convencionalmente; enfrentas los intereses estadounidenses asimétricamente”, dice Miller, ahora vicepresidente del Centro Wilson, un grupo de expertos en política exterior en Washington. “Por lo que, usando minisubmarinos tripulados por fuerzas especiales iraníes, plantaron minas en buques petroleros saudíes y emiratíes. Mientras tanto, los houthis enviaron un dron para atacar una porción del oleoducto este-oeste saudí”.
Miller dice que estos dos ataques fueron significativos, y un anticipo ominoso de lo que posiblemente sea inminente siempre y cuando la administración de Trump mantenga su estrangulamiento económico sobre Irán.
“Ellos atacaron estos buques petroleros en 8 a 20 kilómetros lejos de la costa de Fuyaira”, uno de los Emiratos Árabes Unidos, dice. “El oleoducto llevaba petróleo saudí a terminales en el mar Rojo. Los ataques fueron poco convencionales —nadie murió— y era muy difícil demostrar la autoría. Ciertamente no son una causa en este momento para que Estados Unidos ataque directamente a los iraníes”.
Otros expertos regionales están de acuerdo en que Irán posiblemente estuvo detrás de los ataques a los buques petroleros y el oleoducto, y añaden que probablemente fueron pensados para aumentar el precio del petróleo mientras Teherán siente lo duro de la reducción de sus exportaciones. “Hasta ahora eso no ha sucedido”, dijo Henry Rome, un analista de Oriente Medio en el Grupo Eurasia, una consultora comercial internacional. “Pero no es por falta de intentos”.
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Además, los analistas anticipan que los iraníes revivirán gradualmente elementos prohibidos de su programa nuclear en un intento de obtener algún alivio económico de los europeos a cambio de interrumpir dichas actividades, o aumentar su apalancamiento si comienzan las negociaciones con Estados Unidos.
“Desde el punto de vista iraní, el statu quo no es sostenible”, dijo Rome a Newsweek. “Su economía no puede sobrevivir con cero exportaciones de petróleo. Por lo que se están viendo obligados a actuar en cierta variedad de formas para aliviar la presión”. Irán ha negado que sus fuerzas hayan llevado a cabo los ataques.
Algunos observadores detectan un detalle positivo en la súbita disposición de la administración y los iraníes a reanudar las negociaciones. Pero llevar a ambos bandos a la mesa no será una tarea fácil; como la administración, Irán tiene algunas demandas propias: Teherán insiste en que no considerará negociar un nuevo acuerdo nuclear hasta que la administración de Trump vuelva a cumplir el acuerdo de 2015, lo cual significaría retirar las sanciones y ponerle fin a su campaña de presión máxima.
“Al retirarse del acuerdo nuclear, fue Estados Unidos, no Irán, el que dejó la mesa de negociaciones”, dijo a Newsweek Sayed Hossein Mousavian, exportavoz de Irán en las negociaciones nucleares con la comunidad internacional y ahora profesor en Princeton. “Por lo tanto, si quieres negociaciones, deberías regresar al acuerdo nuclear, mostrar tu compromiso para con tu firma y tus palabras, y luego podemos negociar los otros asuntos”.
Aun cuando Trump ha mostrado que es imposible predecir con certidumbre lo que él podría hacer, muchos analistas creen que un regreso al acuerdo nuclear, del que Trump hizo tanta campaña para desacreditarlo, sería un suicidio político para el presidente, quien espera reelegirse en 2020.
“La administración no puede, bajo ninguna circunstancia, regresar a la versión original del acuerdo con Irán sin socavar su credibilidad y su política”, dice Miller. “Se vería afectado si, de hecho, el propósito de todo el ejercicio era simplemente regresar al acuerdo y tratar de vender dos veces un alivio a las sanciones”.
Rome reconoce que hay una posibilidad de conversaciones por la liberación de seis estadounidenses que los iraníes tienen cautivos “si Teherán siente que puede obtener algún alivio a las sanciones con ello”.
Pero, añade, la probabilidad de un punto muerto diplomático más amplio y de redoblar el estrangulamiento a la economía iraní en los siguientes seis meses sigue siendo una receta para el tipo de inestabilidad que puede llevar a un conflicto armado, incluso si Estados Unidos y los líderes iraníes insisten en que no quieren uno.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek