Las emanaciones de los incendios forestales se han vuelto la fuente principal de contaminación veraniega en el oeste de Estados Unidos y han creado una de las calidades del aire más poco saludables en esta nación.
CUANDO Nathan Turner se mudó a Utah hace unos años desde Pensilvania se imaginó que haría caminatas regulares con su esposa y dos hijos pequeños bajo un limpio cielo del oeste. Luego vino el humo. La calidad del aire en Salt Lake City en los veranos más recientes ha sido abismal. En julio, su hijo de dos años sufrió de una tos tan severa que Turner pensó que era ferina. Ahora, él planea mudar a su familia de vuelta a la Costa Este para finales de este año. “Alejar a nuestros niños de ese tipo de contaminación es en verdad importante”, comenta.
El oeste de Estados Unidos solía ser conocido por sus grandes paisajes y cielos azules. Este verano, los incendios forestales en Columbia Británica y California han cubierto el noroeste de humo por varias semanas, provocando condiciones del aire poco saludables en estados tan lejanos como Nevada, Idaho, Wyoming y Utah. La contaminación ha excedido por mucho los niveles pensados como seguros por la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos.
Durante unos días en agosto, el estado de Washington tuvo la peor calidad del aire en Estados Unidos. Los monitores en Cheeka Peak, en la zona noroeste del estado, registraron 208 microgramos de hollín por metro de aire; cualquier cantidad superior a 36 microgramos es considerada como insegura por la Agencia de Protección Medioambiental. Los científicos atmosféricos dijeron que la lectura era “sin precedentes”. En Salt Lake, lejos del epicentro de los incendios en el noroeste, la calidad del aire se degradó en el transcurso del verano, con lecturas tan altas como 90 microgramos a principios de septiembre.
Todo este hollín está enfermando a la gente. El humo de los incendios forestales ha sido vinculado al aumento en los índices de asma, infartos de corazón y derrames cerebrales, según un estudio publicado previamente este año en Journal of the American Heart Association [Revista de la Asociación Americana de Cardiología]. Para quienes sufren de afecciones cardiacas preexistentes, el riesgo de infarto de corazón aumenta más de 40 por ciento cuando el aire está denso por causa del humo. Ellie Brownstein, pediatra del área de Salt Lake y quien sufre de asma, recientemente ha sacado su inhalador cada cierta cantidad de horas. Típicamente, dice, solo lo necesita cuando se enferma. Y aconseja a los pacientes con asma que tengan el aire acondicionado funcionando constantemente en sus casas para prevenir los síntomas.
Inhalar el humo de fuegos forestales puede enfermar a personas sanas, provocando tos, garganta irritada, dolor de pecho y un ritmo cardiaco elevado, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades. Brownstein dice que vio “una gama” de niños con estos síntomas en su clínica este verano, de los cuales muchos no tenían un historial de enfermedades respiratorias. Los departamentos de emergencia en todo el estado de Washington reportan un aumento en quejas relacionadas con humo desde finales de agosto, dice un portavoz del Departamento Estatal de Salud. “Ha sido un verano terrible”, comenta Robert Paine, director de atención pulmonar en el Hospital de la Universidad de Utah, en Salt Lake. “Recibo reportes extensos de problemas para respirar cuando se acumula el humo. Está provocando muchos problemas sintomáticos en mis pacientes con enfermedades pulmonares”.
En el oeste de Estados Unidos, el humo de los incendios forestales ahora es la fuente principal de contaminación veraniega, según Dan Jaffe, profesor de química medioambiental en la Universidad de Washington campus Bothell. Los riesgos a la salud están dándole la calidad de urgente a una mejor administración de los bosques. Las prácticas actuales de prevención de incendios, las cuales se enfocan en prevenir por completo los incendios forestales, han permitido que se acumule el sotobosque, lo que prepara el horizonte para incendios enormes y duraderos que generan muchísimo más humo del que debería ocurrir naturalmente. Si los administradores de bosques introdujeran incendios más pequeños y episódicos, podrían tener la capacidad de prevenir algunos de los incendios grandes.
“Estos fuegos necesitan quemar; se supone que quemen”, dice Carol Ekarius, directora ejecutiva de la Coalición para el Río Platte Sur Superior en Colorado. “El problema es que están quemando muy afuera del rango histórico de variabilidad. Si históricamente habrían quemado un par de miles de acres, ahora son 100,000 acres”.
En áreas donde no es viable llevar a cabo incendios pequeños y controlados, tal vez sea necesario talar los bosques con máquinas. Después de semanas de toser, Ekarius dice que ahora es “una ambientalista que cree en las motosierras”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek