
TAYLOR SWIFT SE VA A CASAR y las distintas posturas políticas se quieren adjudicar este logro.
Sus fans y cualquiera que se encuentre al tanto, en el nivel más mínimo de la cultura pop, saben el impacto de este hecho en la conversación pública. Lo especial en este caso es que, aunque la vida de celebridades de tal magnitud siempre marca la agenda del entretenimiento, pocas lo hacen tan frecuentemente con la agenda política como lo hace Taylor Swift.
El fenómeno de la cantante femenina más escuchada en plataformas digitales en la política no es nuevo; sin embargo, sus recientes declaraciones se han enfrentado a un mundo que cada vez más entreteje lo político con lo cotidiano. Una sociedad cada vez más polarizada encuentra en la referente pop más exitosa de las últimas décadas una guía política sin precedentes. Aquí te contamos cómo una artista que empezó haciendo música country ahora es el fichaje más peleado entre demócratas y republicanos; izquierda y derecha; políticos y “apolíticos”.
Si para este punto todavía hay miradas escépticas sobre la relevancia musical de Taylor, retomemos algunos datos: en su última gira, The Eras Tour, que por cierto fue la primera vez que tocó suelo latinoamericano, rompió récords de asistencia y recaudación, convirtiéndose en la más taquillera de la historia. Cada lanzamiento suyo tiene un efecto inmediato en la economía desde ventas de vinilos hasta turismo en ciudades donde se presenta, lo que demuestra que su influencia va mucho más allá de la música: es un atractivo internacional.
Los fanáticos del deporte tampoco se salvan de la ola swiftie, pues la relación de la empresaria con el ala cerrada de los Kansas City Chiefs, Travis Kelce, ha generado un notable aumento en la audiencia televisiva de la NFL, especialmente entre mujeres jóvenes. Se ha reportado un incremento del 20% en los patrocinios y un aumento superior al 50% en la audiencia femenina de entre 12 y 17 años desde que su relación se hizo pública, según datos del medio The Wrap.
Sin embargo, es curioso cómo apenas un anuncio de la compositora sale, miles de militantes políticos, de cualquier ideología, quieren compartir un poco del reflector. Las declaraciones de políticos se vuelven un “estira y afloja” por ver quién es más cercano a la cantante. Mientras tanto, Taylor hace lo mejor que sabe hacer: guarda silencio… a menos de que la obliguen a dejar de hacerlo.
El posicionamiento político de Taylor siempre fue un misterio, o por lo menos hasta hace poco. Si bien es normal que artistas se quieran alejar del ojo político, ya que sus números pueden verse afectados, Taylor era la que más sufría esta presión pública por dejar el terreno seguro del silencio.
Durante sus primeros años de carrera, Taylor se mantuvo estratégicamente callada. En 2016 la prensa exigió su opinión sobre las próximas elecciones, pero ella simplemente no cedió. La decisión entre la demócrata Hillary Clinton o el entonces candidato republicano Donald Trump fue objeto de debates y teorías que llenaban la discusión en internet.
Sin embargo, dos años después Taylor rompió su neutralidad para apoyar a los demócratas en las elecciones intermedias. Aunque no era el paso gigante que daría en 2024, sí marcaba una tendencia liberal que se alejaba de aquel fandom conservador que la perfilaba a su lado.
Aquella publicación en Instagram provocó que, en solo un día, 65,000 personas, entre ellas muchos jóvenes, se registraran para votar en las elecciones próximas. Ese fue el parteaguas donde ya no solo eran los medios quienes ansiaban su opinión, sino que los mismos políticos entendieron lo redituable que era tener a Taylor Swift en su bancada. Ese día, el juego cambió.
La relación entre Taylor Swift y Donald Trump ha sido todo menos estable. En 2020, durante las protestas de Black Lives Matter, la cantante acusó directamente al presidente de “avivar el racismo y el supremacismo blanco”. Años más tarde, en 2024, criticó el uso de inteligencia artificial para difundir imágenes falsas que la mostraban como si apoyara al republicano, dejando claro que su voto sería para Kamala Harris.
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Un reciente ejemplo de esta tensión fue cuando opinadores populares del lado más conservador de Estados Unidos felicitaron a la artista por su compromiso con el jugador de la NFL, Travis Kelce, casi de inmediato.
Casi como una reacción organizada y premeditada, estas figuras —como Charlie Kirk, conocido por sus comentarios en contra, y Ben Shapiro, gran opositor a catalogar el conflicto en Gaza como un genocidio— lanzaron tweets opinando del hecho y, sorpresivamente, los comentarios fueron muy positivos.
Lo más bizarro y extraño del asunto fue cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comentó a la prensa unas horas después que le parecía una noticia fantástica: “Les deseo mucha suerte. Creo que él es un gran jugador. Creo que es un gran tipo y creo que ella es una persona fantástica, así que les deseo mucha suerte”, dijo Trump a los periodistas.
Este cambio de humor hacia la cantante parece ser una forma de decirle al mundo “que todo estaba bien entre ellos” y que aquella rivalidad que se acentuó en las elecciones presidenciales de Estados Unidos quedaba en el pasado, o incluso que nunca existió.
Donald Trump gets asked about Taylor Swift and Travis Kelce’s engagement.
— Pop Base (@PopBase) August 26, 2025
Y es que apenas tres meses antes, Trump reiteró su posición sobre que “odiaba a Taylor Swift” desde que la cantante apoyó a la candidata Kamala Harris en un post de Instagram. En mayo pasado comentó, muy a su estilo egocéntrico: “¿Alguien se ha dado cuenta de que, desde que dije ‘ODIO A TAYLOR SWIFT’, ella ya no es ‘POPULAR’?”.
El vaivén entre críticas y halagos demuestra que Taylor Swift se ha convertido en un factor imposible de ignorar incluso para Donald Trump. Lo que antes parecía una rivalidad abierta hoy se transforma en declaraciones que buscan suavizar tensiones, reflejando cómo el peso cultural y político de la cantante obliga a los propios líderes a reaccionar a cada uno de sus pasos.
En un tablero donde las simpatías de millones de jóvenes pueden definir elecciones, la relación entre Swift y Trump no solo es un episodio curioso de la cultura pop, sino también un recordatorio de que la política moderna ya no se entiende sin el eco de las celebridades. N
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