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Cerrar la puerta después de entrar: el espejo roto del voto antiinmigrante

Publicado el 8 de diciembre, 2025
Cerrar la puerta después de entrar: el espejo roto del voto antiinmigrante
Hombre latino muestra apoyo a Trump en una protesta en Austin tras la victoria electoral de Biden en 2020. (Sergio Flores / AFP)

Nadar a contracorriente siempre es difícil: el río te empuja en la dirección opuesta y desafiarlo es un acto de valentía que inevitablemente hace que todos te miren. Por eso, quienes necesitan pasar desapercibidos suelen simplemente dejarse llevar. Así funciona hoy el discurso antiinmigrante: una narrativa que excluye a quienes llaman la atención, ya sea porque alzan la voz, por su color de piel o por el idioma que hablan.

En la actualidad, protestar contra las políticas excluyentes conlleva un alto riesgo. Quienes las desafían se arriesgan a ser discriminados y, en el peor de los casos, incluso a ser expulsados de la sociedad de la que buscan formar parte. Por ello, muchos encuentran refugio al unirse a esos grupos que los rechazan: repetir el mismo discurso con la esperanza de que los vean como iguales. Surge entonces la pregunta: ¿qué pasó para que existan tantos migrantes que apoyan a líderes que los rechazan abiertamente?

Jensy Manchado es un joven latinoamericano y ciudadano estadounidense que forma parte de una comunidad que representa a más de 68 millones de latinos que viven en Estados Unidos. Cuando escuchó por primera vez el discurso de “Make America Great Again” (MAGA), encontró en él la oportunidad de reforzar su identidad. En 2024 votó por el candidato republicano Donald Trump, quien lanzaba comentarios abiertamente racistas contra todos sus compatriotas hispanoamericanos. Pero lejos de que los insultos lo espantaran, reforzaron su compromiso con el movimiento. Cuando, en octubre de ese año, Trump insinuó en una entrevista que ciertos inmigrantes cometían asesinatos porque “está en sus genes”, Jensy simplemente asumió que esas palabras no lo incluían; que él pertenecía a una categoría distinta.

Pocos meses después, cuando finalmente Trump ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos, Manchado se enfrentó a la realidad. Agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, ICE por sus siglas en inglés, envalentonados por las nuevas políticas, interceptaron su auto y lo arrestaron con violencia. “¡Suelta las llaves!”, le gritaron antes de que pudiera presentar su identificación como ciudadano estadounidense. Fue en ese instante cuando presenció en carne propia las palabras racistas que antes solo escuchaba en la televisión. Este y otros testimonios describen estas deportaciones como la prueba de que el color de la piel y el acento son los únicos parámetros que importan para las políticas antimigrantes.

“Realmente están siguiendo a los latinos, a los que nos vemos hispanos”, dijo días después en una entrevista con Noticias Telemundo. “No están persiguiendo a los criminales ni investigando. Te ves hispano y asumen que eres ilegal, que eres un criminal. Y no es así. No todos los hispanos somos criminales, ni todos los indocumentados tampoco”. A los agentes eso no les importó. No hicieron preguntas, no investigaron, no le pidieron papeles y mucho menos lo escucharon: solamente se fijaron en que su apariencia encajara con la imagen del “intruso” que define la narrativa trumpista. Ese es el sistema al que muchos latinos le dieron su voto en 2024. Uno que hoy actúa en su contra.

“LATINOS POR TRUMP”

Si el caso de Jensy Manchado fuera aislado, no sería más que una noticia peculiar. Pero la realidad es que es una situación tan común que se repite en miles de migrantes o hijos de inmigrantes. Según el Pew Research Center, cerca del 48 por ciento de los votantes de origen latino apoyaron a Trump en 2024, una cifra significativamente mayor que 36 por ciento que lo respaldó en 2020.

Este fenómeno va más allá de un voto o de una postura política; más bien, representa el deseo desesperado de integrarse socialmente en una comunidad abiertamente xenófoba. Estas protestas antiinmigrantes, organizadas por migrantes, surgen de una motivación que trasciende fronteras: la necesidad de pertenecer a una sociedad que aparenta apertura siempre y cuando sacrifiques tu origen, a tus compatriotas y, a veces, tu propia historia. El doctor Javier Urbano Reyes, uno de los especialistas en migración más reconocidos del país, lo describe como una promesa vacía, incluso como una ilusión. Así lo explica:

“No se trata de que ellos lo vean como un proceso que atenta contra ellos, sino más bien que, al votar por quienes no quieren migración, sienten que se están integrando a la sociedad. Entonces dejan afuera a aquellos que aún no han llegado a la frontera, que están por entrar a la frontera o que recientemente acaban de entrar. Por lo tanto, es una evasión. (…) Esa es la explicación más importante de cómo se da este fenómeno a nivel mundial”.

En otras palabras, repetir un discurso que excluye da la falsa sensación de estar del lado “correcto” del río, aunque la corriente, igual que en la historia de Jensy, no distinga ideas, sino apariencias.

Un caso popular es el de Pedro Víctor García, quien llegó a Estados Unidos desde Cuba en 1962, sin visa. Como muchos cubanos de ese periodo, fue detenido y estuvo a punto de ser deportado. Hoy, muchas décadas después, su nieto, Marco Rubio, ocupa uno de los cargos más poderosos del país como secretario de Estado en la administración de Trump. Desde el poder, Rubio impulsa una de las políticas migratorias más duras —y consideradas por expertos también una de las más crueles— de la historia reciente. Una que, irónicamente, habría impedido que su propio abuelo pusiera un pie en el país que ahora considera su hogar.

En una entrevista de 2012 con Jorge Ramos, este le preguntó si no era hipócrita negarles a miles de familias la misma oportunidad que sí tuvo su abuelo. Rubio simplemente respondió: “Los tiempos han cambiado; las políticas también deberían”.

Protestas en Los Ángeles contra Trump y sus redadas migratorias, en las que manifestantes se enfrentan a la policía durante la marcha “No Kings Day” en 2025. (Spencer Platt / Getty Images North America / Getty Images vía AFP)

En pleno 2025 Marco Rubio no se presenta como descendiente de un migrante que salió victorioso de un sistema que no lo incluía, sino como el líder de un movimiento que rechaza a quienes se encuentran en la misma posición vulnerable en la que alguna vez estuvo su abuelo. “Las votaciones en el mundo en contra de inmigrantes hechas por inmigrantes tienen que ver con un tema de querer cerrar la puerta porque quieren ser los últimos que entran”, concluye Urbano sobre los migrantes que rechazan su pasado.

Meses después de la detención de Jensy, se desconoce si dejó de apoyar las políticas migratorias de Trump. No ha dado más declaraciones. Lo lógico sería pensar que actualmente protestaría contra cualquier idea discriminatoria sobre su apariencia. Sin embargo, los datos muestran que muchos apoyan o guardan silencio, ya sea por miedo a la deportación o a la exclusión social. Urbano lo resume así: “Hay dos expresiones: para quien acaba de llegar, es esconderse en las cloacas sociales y no salir; y quien ya tiene algún vínculo legal con Estados Unidos radicaliza su posición, pues no quiere ser víctima de un arresto”. 

Para comprobarlo, basta con entrar a las redes sociales. “Latinos por Trump”, en Facebook, reúne a más de 25,000 usuarios que publican diariamente mensajes celebrando redadas, endurecimiento de fronteras o historias de deportación. En esos espacios digitales, quienes alguna vez fueron señalados como “el otro” ahora reproducen el mismo discurso que los excluye, con la esperanza de que señalar a migrantes con mayores desventajas los eleve en la escala social. “Una persona que mira hacia abajo y ve que hay alguien que tiene más desventajas que él le supone una representación de un aparente progreso. (…) cuando ve a alguien más abajo, inmediatamente su instinto le dice que debe cerrar ya la puerta”, abona Javier Urbano.

ELEGIR EVIDENCIAS EN LUGAR DE PREJUICIOS

Los prejuicios y las duras miradas hacia la inmigración no son nuevos, pero hoy están resurgiendo con mayor fuerza. También se explica por qué el estado de la sociedad actual actúa como el caldo de cultivo ideal para que esa estrategia política gane votos. “Si un partido afirma que la inmigración es mala en lo fiscal, es mentira; los datos lo refutan. Cuando te dicen que la inmigración invade, los datos muestran que muchos países se están cayendo demográficamente y que la inmigración es lo que renueva la pirámide poblacional. Hay muchos datos que desmontan esa narrativa, pero requieren interpretación. Una sociedad cansada, que no lee, que no quiere datos y que tiene grados de ignorancia, aceptará mejor un discurso sencillo y una solución sencilla”.

Jubilee, un canal de YouTube conocido por confrontar ideas opuestas, ilustra este fenómeno. En el episodio 1 “Progressive vs 20 Far-Right Conservatives”, con más de 14 millones de vistas, el periodista Mehdi Hasan se enfrenta a veinte votantes extremadamente conservadores. Cuando se discute el tema de la migración, una participante afirma que “los inmigrantes no son estadounidenses”. Hasan le recuerda inmediatamente que la Decimocuarta Enmienda establece que cualquier persona nacida o naturalizada en Estados Unidos es ciudadana. Ella asiente, pero segundos después confiesa: “No estoy al tanto”.

Esta incongruencia crece cuando admite que sus propios padres llegaron como inmigrantes y se naturalizaron: “En este momento… no acepto que los inmigrantes sean estadounidenses”, afirma. Es una frase que, como diría Urbano, no busca defender una ideología, sino proteger un lugar dentro de ella: cerrar la puerta apenas después de haber entrado.

La escena resume lo que investigadores han documentado desde hace años. El Digital Democracy Institute of the Americas (DDIA) registró más de 3,200 mensajes de desinformación sobre migración entre enero y octubre de 2024, distribuidos en 1,400 grupos públicos de WhatsApp que alcanzan a 3.4 millones de latinos. Son mensajes diseñados para no ser verificados: audios que aseguran, sin pruebas, que “los inmigrantes recibirán todos los beneficios”, cadenas con cifras falsas o frases cortadas que apelan al miedo y a la urgencia. Información instantánea para una sociedad agotada, sin tiempo ni ganas para eludir la trampa.

Doctor Javier Urbano Reyes, quien ha sido coordinador de la maestría en Estudios sobre Migración y profesor e investigador del Departamento de Estudios Internacionales en la IBERO. (Especial)

La sala de Jubilee, un cuarto lleno de personas repitiendo datos incorrectos mientras ignoran los verificables, no es ficción: es una prueba del desgaste social que Urbano identifica como terreno fértil para sembrar la xenofobia. La evidencia requiere reflexión; la desinformación, en cambio, solo necesita un prejuicio.

La corriente antiinmigrante avanza no porque tenga sustento, sino porque exige menos que la verdad: no requiere leer, ni contrastar, ni preguntar. Basta con repetir lo que ya se siente familiar. Para muchos migrantes, esa familiaridad ofrece una ilusión de pertenencia, pero para los líderes que capitalizan el miedo es una herramienta política.

Sin embargo, los datos, y los casos como el de Jensy, muestran el costo de dejar que esa narrativa se imponga. Como advierte Javier Urbano, la única defensa real es la educación: no la académica, sino la capacidad mínima de detenerse, escuchar y comprender. En una sociedad agotada, esa es la lucha a contracorriente que define nuestro tiempo: elegir la información en lugar del miedo. Elegir evidencias en lugar de prejuicios. Y, sobre todo, elegir no cerrar la puerta justo después de cruzarla. N

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