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Los números no tiemblan

Publicado el 25 de agosto, 2025
Los números no tiemblan

Aprendí a confiar en los números mucho antes de saber cuál era la definición de la confianza.
En la escuela todo parecía relativo: la simpatía de la maestra, la aceptación de los otros niños, el trazo de la letra o el humor del día. Los números, en cambio, eran -son- otra cosa. Una suma siempre daba el mismo resultado. Una división no cambiaba según el ánimo de nadie. Eran certeza en medio de juicios cambiantes.

Con el tiempo descubrí que ese orden estaba en todas partes. El trigo madura en ciclos, las mareas obedecen a la luna, el corazón conserva su compás. Nada está desligado del todo: hasta lo que parece caos responde a una métrica secreta, como si el universo se sostuviera sobre una partitura invisible. Los números , para mi son ese idioma con el que la vida nos habla, aunque no siempre tengamos la paciencia de escuchar.

Hoy comprendo la paradoja: los números no mienten, aunque puedan ser torcidos. No son ellos los que fallan, sino las manos que los manipulan. He visto gráficas que ofrecían verdades opuestas en un mismo día, encuestas que fabricaban certezas, balances que disfrazaban pérdidas. Como si quisieran manchar la transparencia de algo que, en esencia, permanece intacto.

Byung-Chul Han ha advertido que vivimos rodeados de discursos y de ruido, atrapados en una saturación que nos desgasta. Tal vez por eso los números se convirtieron en mi refugio: una brújula que, aunque pueda ser malinterpretada, nunca pierde su dirección. Porque detrás de cada cifra late una historia: un salario que sostiene una casa, una deuda que pesa como sombra, un ahorro que encierra esperanza.

Lo descubrí con los años: los números, como el amor, no se prueban con palabras, sino con actos. Así como las acciones son el verdadero idioma del amor, los números son el lenguaje más honesto de la realidad. No adornan, no esconden, no inventan. Son lo que son: registros fieles del pulso de la vida.

Y quizá por eso los sigo eligiendo. Porque en un tiempo de noticias falsas, de opiniones que se multiplican hasta volverse ruido, de comentarios y actos que surgen de la ignorancia y desinformación, ellos permanecen en silencio, firmes, esperando que alguien los mire de frente.

Los números no tiemblan.
Tiembla quien intenta doblarlos.

Hoy, en medio de la inteligencia artificial, la promesa de la singularidad y la hiper exposición constante, conviene recordarlo: los números siguen siendo de las pocas cosas reales que nos quedan. Y al observarlos, quizá lo importante no sea solo descifrarlos, sino aprender a percibir con claridad el mundo que reflejan, sin olvidar que ahí —en su exactitud— todavía habita una verdad que no se desgasta.

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