En un país donde presumimos avances en tecnología, conectividad y cobertura educativa, sigue existiendo un rincón oscuro que muchas veces se ignora: el analfabetismo en personas con discapacidad. Y no se trata sólo de cifras, sino de vidas que se ven privadas de lo más básico: leer y escribir. En México, más del 20 % de las personas con discapacidad mayores de 15 años no saben leer ni escribir, cifra que contrasta brutalmente con el 3.7 % entre la población sin discapacidad (INEGI 2020). La diferencia no es una simple estadística: es un reflejo del abandono estructural y social hacia quienes viven con una condición de discapacidad.
Este rezago no es uniforme: afecta con mayor crudeza a quienes presentan discapacidades sensoriales o cognitivas. Por ejemplo, los datos del CONEVAL revelan que el rezago educativo alcanza niveles de hasta el 40 % en personas con discapacidad mental. Mientras tanto, el Estado mexicano sigue apostando por políticas educativas universales que, en realidad, no son universales para quienes más las necesitan.
En Aguascalientes, uno de los estados con menor tasa de analfabetismo general en el país (2.1 %), esta problemática no ha desaparecido. Aunque es cierto que el estado ha hecho esfuerzos para garantizar el acceso a la educación, los datos históricos revelan que el 32.9 % de las personas con discapacidad mayores de 15 años eran analfabetas en el año 2000. A pesar de los avances en infraestructura educativa, el acceso real sigue siendo una deuda pendiente, pues la accesibilidad no sólo es física, también es metodológica y actitudinal.
Sin embargo, en este panorama preocupante, hay señales de esperanza. El Instituto para la Educación de las Personas Jóvenes y Adultas (INEPJA) en Aguascalientes ha asumido un compromiso serio con la alfabetización de personas con discapacidad. Bajo la dirección del Lic. Alejandro Monreal, el instituto ha comenzado a implementar ajustes razonables que han demostrado ser simples, pero contundentes. Hablamos de adecuaciones como el diseño de materiales accesibles en braille o con lectura fácil, aplicación de exámenes orales, o el acompañamiento de asesores capacitados en trato digno y enfoque de derechos.
Estos ajustes, lejos de ser concesiones, son parte del cumplimiento de una obligación del Estado mexicano plasmada en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que exige a las instituciones generar condiciones de igualdad. Lo que INEPJA ha hecho bajo este liderazgo es aplicar con sensatez y humanidad lo que muchos organismos públicos aún ven como carga administrativa: dar acceso real a la educación.
La visión del Lic. Alejandro Monreal no parte de la compasión ni del asistencialismo, sino del reconocimiento de derechos. En diversas comunidades del estado, el instituto ha logrado incorporar a procesos de alfabetización a personas ciegas, con parálisis cerebral, con discapacidad auditiva y psicosocial, mediante metodologías incluyentes que parten del respeto y la comprensión de las diferencias. Este enfoque ha permitido que personas que durante años fueron descartadas del sistema educativo, ahora puedan leer, escribir, y sobre todo, sentirse parte de la sociedad desde el ejercicio pleno de su ciudadanía.
El analfabetismo en personas con discapacidad no se elimina con discursos ni con programas genéricos. Se combate con políticas focalizadas, con voluntad política y, sobre todo, con empatía institucional. La experiencia de Aguascalientes demuestra que cuando hay sensibilidad y visión, es posible avanzar. Por eso es vital reconocer el trabajo del INEPJA y de quienes, desde lo público, se atreven a modificar estructuras para abrir puertas.
La alfabetización no debería depender del tipo de cuerpo, de sentidos funcionales o de diagnósticos. Y sin embargo, todavía hoy en México, miles de personas con discapacidad viven excluidas de esa posibilidad. Apostar por su inclusión educativa no es un favor: es una deuda histórica que estamos obligados a saldar.
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Ricardo Martinez es activista por los derechos de las personas con discapacidad en Aguascalientes, vocero de la Asociación Deportiva de Ciegos y Débiles Visuales, y la primera persona ciega en presidir un colegio electoral local en América Latina.