¿Qué tienen que ver los dinosaurios con el cáncer? Más allá de inspirar películas taquilleras, estos gigantes prehistóricos ofrecerían claves valiosas para combatir una de las principales causas de muerte en el mundo. Un estudio reciente sugiere que los fósiles de dinosaurios podrían aportar información crucial para el desarrollo de nuevos tratamientos contra el cáncer, enfermedad que en 2022 provocó cerca de 9.7 millones de decesos.
La investigación, publicada en la revista Biology y realizada por científicos de la Universidad Anglia Ruskin y el Imperial College de Londres, descubrió que ciertos fósiles aún conservan proteínas y estructuras celulares, como glóbulos rojos, que permiten estudiar cómo estas especies antiguas enfrentaban enfermedades, incluido el cáncer.
“Los dinosaurios, por su longevidad y gran tamaño, ofrecen un modelo interesante para entender cómo algunas especies desarrollaron resistencia al cáncer a lo largo del tiempo”, explica Justin Stebbing, profesor de Oncología en Anglia Ruskin y autor principal del estudio.
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Los investigadores analizaron restos de un Telmatosaurus transsylvanicus, un herbívoro que habitó hace unos 70 millones de años en lo que hoy es Rumania. Al examinar el fósil con microscopios de alta potencia, identificaron estructuras similares a glóbulos rojos que podrían conservar información molecular valiosa.
Este hallazgo no solo amplía el campo de la paleopatología —el estudio de enfermedades en especies extintas—, sino que también subraya la importancia de preservar tejidos blandos fosilizados, más allá de los huesos, para entender mejor la evolución de enfermedades como el cáncer.
¿CÁNCER EN DINOSAURIOS? LA ENFERMEDAD TIENE RAÍCES EVOLUTIVAS PROFUNDAS
“Dinosaurios como el T. transsylvanicus pueden proporcionar información útil, con evidencia como la identificación de un tumor (ameloblastoma) que sugiere que el cáncer era un desafío biológico recurrente en los ecosistemas prehistóricos. A medida que mejoren las técnicas llamadas paleoproteómicas, estos tejidos pueden ayudar a detectar proteínas antiguas y vías supresoras de tumores”, apuntan los científicos.
Normalmente, el ADN se degrada con el tiempo, especialmente a lo largo de millones de años. Pero las proteínas, sobre todo las que se encuentran en tejidos duros como los huesos, pueden sobrevivir mucho más tiempo. Por eso son tan valiosas.
“Las proteínas, en particular las que se encuentran en tejidos calcificados como el hueso, son más estables que el ADN y menos susceptibles a la degradación y la contaminación. Esto las convierte en candidatas ideales para el estudio de enfermedades antiguas, como el cáncer, en especímenes paleontológicos”, afirma Stebbing.
Curiosamente un estudio anterior ya había encontrado evidencia de cáncer en Telmatosaurus, lo que sugiere que la enfermedad tiene raíces evolutivas profundas. Al estudiarlo en animales extintos, los investigadores esperan obtener nuevos conocimientos sobre cómo el cáncer se comporta, se adapta y podría tratarse mejor en los seres humanos.
“Nuestra investigación, que utiliza métodos relativamente poco utilizados, invita a una mayor exploración que podría ser la clave para futuros descubrimientos que podrían beneficiar a las personas”, concluye el académico. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)