En febrero, la empresa antes conocida como Facebook perdió 232 billones de dólares en la bolsa de valores. Fue la pérdida más grande jamás vista para una compañía estadounidense en un solo día, una caída equivalente al valor de mercado de Netflix y Fedex combinados. Y para finales de abril este gigante de la tecnología ya había perdido otra quinta parte de su valor.
Meta Platforms, como ahora se conoce formalmente la compañía, desearía que su único problema fuera una derrota brutal en la bolsa. Encara serias amenazas en varios frentes, y cualquiera de ellas podría resultar ser una advertencia existencial. Por primera vez en su historia de 18 años, está decayendo el número de personas que usan Facebook, la red social que alguna vez parecía omnipresente.
Las protecciones de privacidad que Apple añadió al sistema operativo de sus teléfonos celulares el año pasado están maniatando el negocio publicitario, y sustento diario, de Facebook; el cual depende de vigilar lo que hacen sus usuarios. Y todo el mercado juvenil está rechazando a Facebook en favor de TikTok.
Meta también enfrenta un nivel de ira desalentador, y esta se está esparciendo al resto de los gigantes tecnológicos, Google, Amazon, Apple y Microsoft. Estos monstruos de la tecnología y Meta enfrentan el escrutinio de reguladores y legisladores tanto en Estados Unidos como en Europa.
Y todos son objeto del resentimiento público que se continúa intensificando. Una señal de los tiempos: hasta antes de abandonar su candidatura a mediados de abril, Andy Parker, candidato demócrata al Congreso en Virginia, basó casi toda su campaña en frenar el mal comportamiento digital que los gigantes de la tecnología permiten que ocurra.
QUÉ QUIEREN EVITAR LOS PODEROSOS
Los gobiernos de Estados Unidos y Europa básicamente decidieron que no quieren que unas cuantas empresas de tecnología gigantes —que no rinden cuentas a nadie más que a sus accionistas— dirijan las acciones de sus ciudadanos y moldeen nuestras ideas colectivas, todo con el propósito de amasar una fortuna pasmosa. Los legisladores y reguladores en ambos lados del Atlántico ahora se están enfrentando a los monstruos digitales, en lo que se perfila para ser una versión moderna de las grandes batallas antimonopolio del siglo XX con Standard Oil y AT&T.
A finales de abril, la Unión Europea reforzó su estricta regulación en contra de los gigantes de la tecnología al aprobar la Ley de Servicios Digitales (Digital Services Act), una serie de leyes que obligarían a estos monstruos a supervisar la desinformación, el contenido ilegal y la publicidad engañosa de modo mucho más agresivo de lo que lo han hecho hasta ahora.
En Estados Unidos, reguladores, procuradores generales y miembros del Congreso de ambos lados del pasillo están organizando qué medidas tomar en contra de Meta por sus problemas en el manejo de privacidad, desinformación y censura, así como las conductas abusivas y dañinas que se dan en línea.
Quizá, más que nada, lo que preocupa es el mero tamaño, influencia y riqueza de estas compañías. “Cada vez hay más entendimiento de que la concentración de poder e iniciativa es perjudicial para el resto de nosotros”, dice Chuck Collins, académico senior en el Instituto para el Estudio de Políticas Públicas, un think tank (un grupo de expertos) progresivo en Washington, D. C. “Se les avecina un castigo”.
CUÁL SERÍA EL RESULTADO
De ser exitosos, los esfuerzos para frenar el poder de estas empresas cambiarán el mundo. Una de dos, significará que habrá que reducir nuestra dependencia de las herramientas digitales de las que estas compañías fueron pioneras, y que en gran medida ofrecen de forma gratuita. O habrá que abrir la competencia a nuevas compañías de tecnología que piensen dos veces antes de invadir la privacidad, transmitir desinformación, divulgar publicidad y apoyar nuestros peores comportamientos.
Los resultados tendrán eco en nuestras vidas de formas que nadie puede predecir. Los servicios gratuitos de los que hoy dependemos para buscar información, mantenernos en contacto con amigos, navegar las calles, comprar productos a la puerta de nuestro hogar y tener en la palma de nuestras manos desde bancos hasta transporte podrían volverse costosos o menos convenientes. O podrían decaer por completo.
O tal vez, como sucedió con Standard Oil AT&T, entraremos en una era dorada de la competencia que cederá el paso a más opciones, mejores productos y costos más bajos al mismo tiempo que respetan la privacidad.
Los gigantes de la tecnología están enfrentando el juicio final. No se darán por vencidos, pero probablemente haya poco que puedan hacer para mitigar el rechazo público.
Simple y sencillamente, los gigantes tecnológicos están haciendo el negocio de su vida. En 2021, mientras el mundo luchaba contra la oleada pandémica, Meta, Google, Amazon, Apple y Microsoft, los cinco monstruos de la tecnología, disfrutaban de la oleada de ingresos. Combinados, ganaron más de 1.2 trillones de dólares, más de lo que jamás han percibido. Y alrededor de 200 billones de dólares más que en 2020, que en sí mismo fue un año récord.
¿EL NEGOCIO DE SU VIDA?
Incluso Meta, pese a todos los golpes que está recibiendo su reputación y sus acciones, no luce nada mal. El año pasado ingresó 86 millones de dólares. La reciente baja en usuarios es un bache comparado con sus dos billones de usuarios al día. Su total de usuarios mensuales, la métrica que los anunciantes observan más de cerca, sigue creciendo.
“La gente está hablando de como si se fuera a convertir el próximo MySpace o Yahoo”, dice Daniel Salmon, analista que sigue a Meta para la empresa BMO Capital Markets, refiriéndose a aquellas dos empresas de tecnología que alguna vez dominaron, pero que luego se desvanecieron hasta volverse insignificantes. “Pero no creo que eso vaya a suceder”.
Es más, los esfuerzos de Meta por dominar el futuro de la incipiente realidad virtual (VR, por sus siglas en inglés), “metaverso” —donde los usuarios usan googles para explorar, jugar, aprender, comprar y conocerse en espacios 3D— están empezando a rendir frutos. Los lentes de realidad virtual Quest, de Meta, acaparan cerca de la mitad del mercado. Su tienda de software Quest ya alcanzó el billón de dólares en ventas desde su debut en 2020. Y su plataforma en línea Metaverse ha crecido un factor de 10 en los últimos tres meses hasta alcanzar 300,000 usuarios.
Meta y los otros miembros del exclusivo club de titanes de la tecnología se están esmerando bastante para tener aún más dominio. Están gastando cientos de billones de dólares en nuevas instalaciones, expandir sus líneas de productos y comprar empresas pequeñas. Estos cinco gigantes de la tecnología son responsables de casi uno de cada diez dólares invertidos por las empresas en Estados Unidos.
CON LA TECNOLOGÍA ENRIQUECEN SOLO UNOS CUANTOS
Este éxito y ambición se verían mejor si una porción significativa de la enorme riqueza que generan estas compañías se convirtieran en mejores salarios para los trabajadores. Pero las ganancias tienden a enriquecer a un pequeño grupo de inversionistas y expertos en tecnología en Silicon Valley y Seattle, en vez de a los obreros que manufacturan el iPhone, o a quienes trabajan en las camionetas de distribución y almacenes de Amazon.
No es coincidencia que el estupendo sindicato Teamsters los esté apoyando —y ganando terreno— en un esfuerzo por sindicalizar a los trabajadores de Amazon. El 1 de abril, los empleados de la instalación de Amazon en Staten Island, Nueva York, se convirtieron en los primeros en votar a favor de esto. Los organizadores del sindicato dicen que buscan aumentar los salarios por hora de 16 a 30 dólares.
Asimismo, también ayudaría si los cinco gigantes tecnológicos continuaran siendo los audaces disruptores de industrias añejas que alguna vez fueron. Últimamente están congelados en lo que los economistas llaman “extracción de renta”: recolectan una entrada virtualmente asegurada de dinero con tan solo ofrecer mejoras graduales a sus productos. El sistema operativo del iPhone y de Windows alguna vez representaron avances meteóricos en tecnología, pero el iPhone 13 o Windows 11 se distinguen muy poco de sus predecesores.
“Las experiencias que nos dan ya no son tan estupendas”, dice Maritza Johnson, quien dirige el Center for Digital Civil Society (Centro para la Sociedad Civil Digital) de la Universidad de San Diego. “Ya es más difícil emocionarse por esas experiencias”.
CONSTERNACIÓN POR LA PRIVACIDAD
Por lo que sí es más fácil emocionarse, por otro lado, es por cómo los titanes de la tecnología —en particular Facebook y Google— han convertido lo que saben sobre sus usuarios en enormes ingresos por publicidad. Durante años, los usuarios no se detuvieron a pensar mucho en la privacidad en línea, pero ahora hay cada vez más consternación.
Meta, por ejemplo, ha estado bajo fuego por rastrear a lo que sus usuarios le dan clic y lo que ven. La empresa dispone de una gama de herramientas de recopilación de datos con alcance a toda la web, incluyendo teléfonos celulares y otros dispositivos móviles. A través de una extensa red de asociaciones, ahora Meta recibe datos de más de 8 millones de sitios web que describen las actividades de los usuarios de Facebook que los visitan. Las páginas web y aplicaciones que alimentan el enorme apetito de Facebook por los datos incluyen Yelp, Duolingo, Indeed y muchos otros.
Aunque Facebook ha visto surgir a serios competidores, adquirió dos de los más grandes y de más rápido crecimiento: Instagram y WhatsApp. La aplicación de mensajería WhatsApp se volvió popular alrededor del mundo en gran medida porque era considerada un modelo a seguir de la protección de la privacidad al ocultar todos sus mensajes por medio de encriptación. Cuando Meta compró la empresa matriz de la aplicación, en 2014, la compañía dijo que conservaría esas protecciones de privacidad.
LA AMENAZA DE LA COMPETENCIA
No obstante, a inicios del año pasado Meta advirtió a los usuarios de WhatsApp que, o permitían que Facebook los siguiera o tendrían que borrar la app. Facebook cedió solo después de que millones de usuarios huyeran a otros competidores independientes como Signal. La forma en que Meta analiza los datos de usuarios de sus propias páginas web y aplicaciones es particularmente exhaustiva. Por ejemplo, guardan hasta un 79 por ciento de los datos personales que ven a través de Instagram, de acuerdo con un análisis de PCloud, empresa de servicio de tecnología de la información.
No es ningún secreto que Meta usa esos datos de la tecnología para ayudar a los anunciantes a dirigirse a los usuarios correctos con los mensajes correctos, así como para moldear sus recomendaciones de contenido y de a cuáles grupos. Las mejoras que Apple realizó a la privacidad en 2021, que notifica a los usuarios si quieren permitir ser rastreados por terceras partes, afectó las habilidades de recopilación de datos de Meta. Pero la empresa aún tiene un torrente abundante de información de quienes usan celulares Android y a través de la web.
También está posicionada para convertir al metaverso en una fuente de información aún más grande, principalmente porque los lentes de realidad virtual como los Quest de Meta incluyen cámaras que pueden observar el cuerpo y el entorno del usuario.
UN DOSIER REVELADOR
Puede que la recolección de datos que practica Facebook no parezca invasiva cuando se expresa en términos comerciales anodinos de hábitos de navegación y publicidad. Pero la información que reúne de cada uno de sus usuarios de manera rutinaria sería un dosier revelador. Datos sobre los hábitos de navegación —qué páginas web visita la gente, a qué le dan clic ahí y qué compra— fácilmente podrían revelar opiniones políticas, preocupaciones de salud, hábitos alimenticios, planes de viaje y círculos sociales.
Es imposible saber qué otra información podrían obtener los programas de inteligencia artificial en el futuro con base en los hábitos digitales y de tecnología de cada persona. Si se toma en cuenta que Facebook acumula los datos de las actividades digitales de millones de personas, las 24 horas del día, los siete días de la semana, empieza a verse como una pesadilla de la privacidad a gran escala.
Exactamente qué datos consigue Facebook y de qué formas es un gran secreto. “Es tan opaco que la gente no sabe bien a bien qué preguntas hacer”, dice Johnson, de la Universidad de San Diego. “Y si supieran, Facebook no respondería, y si Facebook sí respondiera, no habría manera de verificar su respuesta”.
Como a modo de subrayar el punto anterior, Facebook se negó a asignar a un ejecutivo para dar una entrevista para este artículo.
Google también recolecta enormes cantidades de datos y los comparte con anunciantes. Mucho de eso viene de las palabras clave que tecleamos en nuestras búsquedas. Pero también reúne información de los usuarios a través de las páginas web que visitan y los clics que dan en esas páginas. En gran parte gracias a que es propietario del buscador Chrome, el cual usan dos de cada tres visitantes de sitios web.
ROMPIMIENTOS
El asistente de voz de Google y sus servicios home, tales como bocinas, cámaras de seguridad y detectores de humo, proveen otra fuente de descubrimiento al comportamiento de los usuarios. Y Google es dueño de Android, el sistema operativo de los teléfonos celulares que utilizan más del doble de personas que quienes usan el iOS de Apple. Lo cual les brinda otro medio importante para saber lo que están haciendo los usuarios (Google también se negó a asignar a un ejecutivo para dar una entrevista para este artículo).
Apple tiene acceso a tipos similares de información de usuarios a través de su propio hardware, software y servicios. Pero ahora, de origen, ofrece protección contra el rastreo de terceras partes. Tanto Meta como Google ofrecen la opción a los usuarios de activar algunas funciones parecidas para protegerse del seguimiento, pero típicamente los usuarios no se molestan en hacerlo o no saben dónde encontrar y activar estas protecciones.
Algo que también resulta preocupante: las tres megaempresas han invertido fuertemente en inteligencia artificial, la cual puede averiguar mucho más de una persona a partir de un cierto conjunto de datos. Podría inferir, por ejemplo, si alguien es más propenso a un problema de salud, o tiene cierta preferencia sexual basándose en sus patrones de comportamiento en línea.
El público parece estar harto de ser rastreado por los gigantes tecnológicos. En octubre, una encuesta realizada por la consultoría Public Affairs Council and Morning Consult halló que, de todos los grandes sectores comerciales, los estadounidenses clasifican muy bajo al sector tecnológico en términos de confiabilidad. Solo la industria farmacéutica, de seguros médicos y de energía obtuvieron menos confianza.
YA NO ES CONFIABLE
Este es un cambio gigante en tan solo cuatro años, cuando la misma encuesta halló que la industria tecnológica fue considerada como la más confiable. Los estudios de hace cuatro años o más sugerían que muchos usuarios alguna vez estuvieron dispuestos a renunciar a algo de privacidad a cambio de la conveniencia de los servicios y plataformas en línea. Pero los nuevos datos sugieren que ese trato suena cada vez menos atractivo.
Tal vez lo que es aún más agravante para muchas personas, más que las potenciales violaciones a la privacidad, al menos en lo que concierne a Meta, es la tensión entre la difusión de información errónea, hostil, peligrosa y llena de odio, así como los esfuerzos para eliminar o limitar publicaciones y comentarios tóxicos. Comenzando con el papel que tuvo Facebook en la promoción de la desinformación electoral en 2016, los críticos liberales condenaron a la empresa por no lograr proteger su plataforma de afirmaciones falsas sobre el fraude electoral, propaganda antivacunas y llamados a la violencia política tras la insurrección del 6 de enero de 2021 en la Casa Blanca.
Pero el modelo de negocios de Facebook depende de manera crucial de los algoritmos que promueven publicaciones atractivas para el usuario, una práctica que tiende a mostrar hasta arriba el contenido más incendiario e inexacto.
UN DAÑO A LOS ADOLESCENTES
Para añadirle más leña al fuego, la exempleada ahora denunciante de Meta, Frances Haugen, reveló, durante un testimonio en el Congreso en 2021, una gran cantidad de información interna perjudicial sobre cómo la empresa fracasa en controlar el contenido problemático. En particular, ella confesó que la compañía había suprimido los hallazgos de su propia investigación que mostraban que Instagram, propiedad de Meta, estaba dañando la salud mental de los adolescentes. Las revelaciones dejaron en claro que el propio software de Meta no solo fallaba en capturar y eliminar el contenido más peligroso y tóxico, sino que tendía a promoverlo activamente.
“Las cosas más polarizantes son las que se están promoviendo”, dice Janna Greenberg, investigadora de comunicaciones en la Universidad de Boston. “Los neonazis nunca antes habían tenido una voz”.
Los conservadores, en cambio, han criticado los distintos esfuerzos que Meta, Google y otras empresas de tecnología han hecho para eliminar la desinformación antivacunas, lo referente al fraude electoral, entre otros contenidos que suelen resonar con grandes porciones de sus seguidores.
“A Facebook se le ataca por la izquierda por no quitar lo suficiente y por la derecha por quitar demasiado”, dice Rob Atskison, presidente de la Fundación para la Innovación y las Tecnologías de la Información, un think tank sin fines de lucro con sede en Washington, D. C. que recibe parte de su financiamiento de empresas de tecnología. “No puede ganar”.
Pero los políticos y reguladores sí pueden ganar si atienden la ira generalizada que hay contra los titanes de la tecnología con acciones punitivas. Una encuesta de la Escuela Washington Post-Schar realizada en noviembre encontró que dos de cada tres estadounidenses dicen que el gobierno debe tomar acciones contra estas empresas.
MÁS Y MÁS LEYES Y DEMANDAS
La variedad de demandas judiciales y legislación que se están proponiendo es asombrosa. La Cámara de Representantes está considerando la Ley de Justicia contra los Algoritmos Maliciosos (Justice Against Malicious Algorithms Act) junto con la Ley de Protección de los Estadounidenses contra los Algoritmos Peligrosos (Protecting Americans from Dangerous Algorithms Act), cualquiera de las cuales eliminaría la protección conocida como Sección 230, que escuda a las empresas de redes sociales de ser responsables de los que publican sus usuarios.
Y la Ley de Transparencia de las Burbujas de Filtros (Filter Bubble Transparency Act), que introdujo un grupo bipartidista en la Cámara, con una versión presentada al Senado por los Republicanos, requeriría que Meta, Google y otras grandes compañías de redes sociales se deshagan de los algoritmos que promueven contenido u ofrezcan una segunda versión de su red social que no utilice los algoritmos.
Mientras tanto, en el Senado, la Ley para Promover que los Usuarios Generen Experiencias Positivas en Redes Sociales (Nudging Users to Drive Good Experiences on Social Media Act) reclutaría a la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina, y a la Fundación Nacional de Ciencia para idear técnicas que Meta y otras compañías de redes sociales se verían forzadas a usar para frenar el contenido malicioso en línea.
Y el Senado también está revisando la Ley de Diseño y Seguridad de Internet para Niños (Kids Internet Design and Safety Act), que obligaría a las empresas a ofrecer protección especial para menores de edad. Todas estas propuestas de ley se encuentran actualmente en comité, y aunque es difícil predecir en qué momento una o todas estas leyes podrían llegar a ambas cámaras, el apoyo bipartidista que están recibiendo sugiere que todas tienen una buena oportunidad de convertirse en alguna suerte de legislación.
“NO ALMACENEN MIS DATOS”
La embestida legislativa simplemente refleja el alza en las preocupaciones de privacidad del público, dice Salmon, analista de BMO. “A la gente le gusta tener todos estos servicios gratis”, dice. “Pero lo que no quieren es que las compañías almacenen sus datos”.
Incluso sin leyes nuevas, es probable que los gigantes tecnológicos enfrenten más y más multas por sus transgresiones visibles. Tanto el Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio (FTC, por sus siglas en inglés), que multaron a Facebook por 5 billones de dólares por violaciones a la privacidad tales como compartir datos de los usuarios con terceras partes sin su conocimiento o permiso, anunciaron que están observando de cerca las adquisiciones previas de los titanes para determinar si hay un patrón de comportamiento anticompetitivo.
La Comisión Federal de Comercio también está investigando el negocio VR de Meta para determinar si la compañía violó la Ley Antimonopolios (Antitrust Act) al asignar el precio de sus googles de realidad virtual y al excluir a desarrolladores de software de realidad virtual de terceros, de acuerdo con reportes de Bloomberg y otros.
Se espera que los procuradores generales estatales también actúen: Texas ya demandó a Meta por recopilar datos del reconocimiento facial de sus usuarios, un caso que actualmente se encuentra en la fase de investigación previa al juicio.
Y los grupos privados están entrando en acción: en febrero, Meta resolvió una demanda colectiva por rastrear a los usuarios a través de cookies después de haber cerrado sesión en la plataforma de Facebook. Facebook accedió a pagar 90 millones de dólares a los demandantes. Un grupo de Illinois también demandó a Meta por permitir la publicación de fotografías de personas que no son usuarios de las plataformas de la empresa.
PUNTOS DE QUIEBRE
A pesar de la totalidad de acciones recientes dirigidas a los gigantes tecnológicos, Estados Unidos se está poniendo al corriente con Europa. La Unión Europea aprobó el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR, por sus siglas en inglés) en 2018, que colocó límites acerca de cómo las compañías de tecnología reúnen y usan datos. Por ejemplo, limitar los datos del usuario a la cantidad necesaria para un propósito aprobado, proteger la confidencialidad de los datos, y asegurar que los datos sean precisos y estén actualizados. Esa regulación incluso limita la habilidad que tienen los titanes de la tecnología para mover datos a través de fronteras a países como Estados Unidos, en donde usar esos datos sería legal.
Ambos, Meta y Google, se han quejado públicamente de que las leyes dañan su principal modelo de negocios. Durante las presentaciones con reguladores europeos, Meta ha dado a entender que podría retirarles el acceso a sus plataformas a los usuarios europeos. Sin embargo, la empresa emitió un comunicado posterior negando que “amenaza con irse de Europa”.
En marzo, la UE intensificó sus esfuerzos por reducir el crecimiento de los monstruos tecnológicos. La aprobación de la Ley de Mercados Digitales (Digital Markets Act) pone nuevos límites rigurosos para regular la habilidad que tienen estas empresas de promover sus productos sobre los de sus competidores. Y evitar que los competidores accedan a sus servicios o que empaqueten o preinstalen sus servicios —todas estas son prácticas clave en las estrategias de estas compañías.
QUÉ NO PODRÍAN HACER
Bajo esta ley, por ejemplo, Google no podría instalar su software Android en algunos celulares, o promover sus propios servicios en los resultados de búsquedas. Meta podría no ser capaz de combinar los datos que tiene de usuarios de Facebook e Instagram. Y Amazon ya no podría evitar que los competidores accedieran a la información de los más de dos millones de comerciantes que venden en su plataforma.
Los reguladores europeos ya impusieron una multa de casi 3,000 millones de dólares a Google por promover su servicio de comparación de compras antes que los servicios de sus competidores. Italia y Países Bajos dieron un golpe a Apple con multas multimillonarias por conductas anticompetitivas. Y Reino Unido, que ya obligó a Meta a vender uno de los pequeños competidores que adquirió, designó a un regulador especial. Este mantiene vigilados particularmente a Meta y a Google.
La Ley de Servicios Digitales va aún más allá. Obligaría a los gigantes tecnológicos a mantener un control mucho más agresivo que antes de la desinformación, el contenido ilegal y la publicidad engañosa. La ley, que prohíbe los anuncios en línea dirigidos a niños, autoriza a la Unión Europea a imponer multas del 6 por ciento de los ingresos mundiales anuales de una empresa y expulsar a los reincidentes de la UE por completo.
Estados Unidos parece estar listo para seguir el ejemplo de Europa y tomar fuertes medidas. La presidenta de la Comisión Federal de Comercio (FTC) en el pasado propuso prohibir la expansión de los titanes tecnológicos que se da a pesar de la regulación antimonopolios. Una acción judicial antimonopolios de la FTC, basada en parte en sus adquisiciones de WhatsApp e Instagram, obtuvo luz verde de un juez en enero.
UN FRENO PARA LOS MONSTRUOS DE LA TECNOLOGÍA
Por otro lado, la FTC, junto con varios estados, está investigando a Meta por tácticas anticompetitivas en su nuevo negocio de realidad virtual y su “metaverso”.
Mientras tanto, Google enfrenta demandas del Departamento de Justicia de Estados Unidos y múltiples estados por dominar el negocio de las búsquedas en internet. El Congreso también está considerando dos proyectos bipartidistas de ley: la Ley Estadounidense de Innovación y Elección En Línea (American Innovation and Choice Online Act) y la Ley de Mercados Abiertos de Aplicaciones (Open App Markets Act). Estos podrían restringir aún más la capacidad de los gigantes de ahogar a la competencia. Ambas propuestas están avanzando al Senado, donde probablemente se aprueben.
Ejercer legislación antimonopolios contra los monstruos de la tecnología es complicado, dice Collins, del Instituto para Estudios de Políticas Públicas. Pero el incremento en el resentimiento público ha motivado a los legisladores y reguladores a averiguar cómo hacerlo.
“La medida antimonopolios es un instrumento contundente que tenía como fin hacer frente a la competencia de precios. Por eso no se ha utilizado de manera significativa en años”, dice. “Pero las nuevas acciones se tratan de problemáticas más amplias, de tamaño, poder e influencia”.
Cuando se trata de reducir el tamaño de los gigantes de la tecnología, la historia antimonopolios sugiere que el libre mercado podría vencer a los reguladores. Las últimas grandes acciones antimonopolios, contra Microsoft en 1998 e IBM en 1969, se descartaron porque los competidores estuvieron a la altura del reto. Y eventualmente derrotaron a esas compañías en su propio juego. Hoy IBM es un jugador relativamente pequeño. Y aunque Microsoft sigue siendo un gigante, su valor en el mercado es medio trillón de dólares menor que el de Apple.
DERRIBARSE ENTRE SÍ
Los titanes tecnológicos de hoy podrían asimismo ceder terreno a competidores pequeños, ágiles y más innovadores.
O podría suceder que se derriben entre sí, como monstruos en batalla, a medida que comienzan a ir tras los mismos mercados. Ahora Meta está en el negocio del hardware gracias a sus lentes Quest VR. Aquí compite directamente con Google, Apple y Microsoft, que han estado intentando entrar en esa área con potencial para explotar. Y Amazon ha visto la plataforma de tiendas de Facebook, al igual que el comercio en Instagram, adentrarse en su principal negocio.
Lo que es más, la decisión de Apple de bloquear el rastreo automático de usuarios por medio de las aplicaciones de iPhone podría ser tan solo la primera salva en una guerra entre Apple, Meta y Google por limitar el conocimiento que tienen los otros sobre sus usuarios. Y con ello se derrumbaría por completo la industria de la publicidad en línea. Incluso, Amazon y Microsoft podrían salir lastimados. En 2021 cada uno de ellos ganó 31 millones de dólares y 10 billones de dólares, respectivamente, como resultado de la publicidad. Y ambos tienen la clara intención de hacer crecer estos números. Según The Economist, la proporción de los ingresos que vienen de negocios en los que los cinco gigantes compiten entre sí ahora es de 40 por ciento. Eso es lo doble de lo que era hace seis años.
ME VAS A EXTRAÑAR CUANDO NO ESTÉ
“Gran parte de los esfuerzos para debilitar a estas empresas viene no del público, sino de los competidores”, dice Atkinson, de la Fundación para la Innovación y las Tecnologías de la Información. “Algunos de los ataques más fuertes son entre las mismas grandes compañías de tecnología”.
Sin importar si los monstruos de la tecnología sucumben ante los reguladores, a su propia batalla interna o a los nuevos competidores, probablemente el ganador final sea el público, afirma Johnson. “Ahora mismo es difícil argumentar que los consumidores tienen una alternativa real”, explica. “Pero creo que eso está cambiando, y podemos tener esperanza en que está llegando una nueva ola de innovaciones”.
Si en efecto esto es el principio del fin para los titanes tecnológicos, ¿algún día llegaremos a extrañarlos? ¿Recordaremos con nostalgia la barra de búsqueda de Google, el canal de noticias de Facebook? ¿El mercado integrado de Amazon y el sentimiento de estar envueltos en servicios convenientes y de bajo costo? ¿O nos deleitaremos con la libertad y la innovación que nos brindará una nueva generación de empresas más dinámicas y menos invasivas?
Lo sabremos más temprano que tarde. N
—∞—
(Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek)