LA ORGANIZACIÓN sin fines de lucro Reinserta descubrió que los jóvenes involucrados con los cárteles de la droga en México tienen su primer contacto con el crimen organizado entre los 13 y los 15 años de edad en promedio.
Debido a que no pueden ser juzgados como adultos y pueden pasar desapercibidos más fácilmente, los menores del país han sido reclutados cada vez en mayores cantidades por los cárteles para vender drogas, actuar como vigilantes o “halcones” y, finalmente, para convertirlos en sicarios, según informó Associated Press.
Reinserta, una organización que trabaja para evitar que los jóvenes sean reclutados por los cárteles y para rehabilitar a aquellos que ya lo han sido, entrevistó a un total de 89 menores en tres diferentes centros de readaptación juvenil, y encontró que 67 de ellos habían estado involucrados activamente con los cárteles. De estos últimos, todos habían dejado la escuela y aprendieron a utilizar armas de fuego, según su informe publicado este miércoles.
Reinserta indicó que, comúnmente, los menores son reclutados por otros chicos de edades similares. Algunos se valen de las drogas o de la religión para reclutar a otros menores, mientras que otros promueven un sentido de pertenencia, del que carecen muchos chicos. La pobreza, los hogares abusivos y las escuelas y organismos sociales insensibles hacen que algunos niños sean especialmente vulnerables al reclutamiento, según la organización.
No te pierdas: La guerra contra el narcotráfico narrada a partir de 33 excapos mexicanos
Jacobo creció en el estado de Jalisco, en el occidente de México, sede del Cártel Jalisco Nueva Generación. Nunca se sintió cómodo en la escuela y tuvo una niñez llena de abusos: en un momento dado, su madre le puso las manos sobre la estufa encendida debido a que, presuntamente, había empujado a un compañero de la escuela.
Actualmente, Jacobo tiene 17 años y afirma que no lo hizo. Pero a los 12 fue reclutado para realizar su primer asesinato para el cártel. “Van por ahí buscando niños que estén en las calles y necesiten dinero”, recuerda. “A los 12 años me convertí en una especie de asesino a sueldo”.
Jacobo contó su historia a Reinserta, un grupo sin fines de lucro de México que no reveló los nombres completos de los chicos porque todos son menores de edad y actualmente se encuentran en centros de readaptación juvenil, además de que muchos de ellos temen sufrir represalias por parte de las bandas criminales.
“Un vecino me preguntó: ‘¿Quieres ganar dinero?'” Al haber crecido en un hogar donde su familia apenas podía llegar a fin de mes, la respuesta era obvia. “Dije que sí. ¿Quién no quiere ganar dinero?” Pero los 1,500 dólares que ganó no duraron mucho; él se había vuelto adicto a las metanfetaminas, en parte para acallar los efectos psicológicos de lo que hacía.
Lee: Sicarios mexicanos practican canibalismo en iniciación
Cuando tenía unos 15 años torturaba a miembros de los cárteles rivales para sacarles información y después asesinarlos y descuartizarlos o disolverlos en ácido en los alrededores de Ciudad de México.
Su último trabajo fue el que lo hizo caer; el cártel le ordenó realizar un asesinato en público, con una gran cantidad de testigos. La policía llegó a buscarlo, y él se ocultó. El cártel se puso en contacto con él para decirle que debía ocultarse en otro lugar, “pero era una trampa”, recuerda. Había dejado de ser útil, igual que muchos otros adolescentes desechables que venden droga en las calles, o trabajan como “halcones” y sicarios; el cártel quería deshacerse de él.
“Cuando llegué al lugar de reunión, comenzaron a dispararme”, dice Jacobo, cuyo apellido no fue revelado debido a que es menor de edad. “Me dispararon en la cabeza, en la espalda, en el abdomen”. Lo dieron por muerto, pero milagrosamente logró sobrevivir, y actualmente cumple una sentencia de cuatro años por asesinato en un centro de readaptación juvenil.
Las leyes mexicanas permiten sentencias de entre tres y cinco años para la mayoría de los delincuentes juveniles, lo que significa que casi todos ellos estarán libres antes de cumplir los 21 años.
Te recomendamos: Desapariciones forzadas: un problema grave desde Siria hasta México y desde Sri Lanka hasta Gambia
Es un trabajo difícil en México; aunque está vivo, Jacobo todavía tiene miedo; por su propio trabajo en el cártel, sabe que este se encuentra en todas partes y que no se detendrá ante nada. “Ahora soy solo un blanco que debe ser eliminado, una pequeña molestia para uno de los cárteles más poderosos del país”.
De acuerdo con Marina Flores, investigadora de Reinserta, el estudio indica que algunos de los mitos más comunes sobre los menores en los cárteles de la droga son falsos.
Aunque los chicos casi siempre comienzan a usar drogas y dejan la escuela o son expulsados de ella antes de unirse a los cárteles, la pertenencia a las bandas callejeras locales ya no parece tener una función importante. Los cárteles mexicanos reclutan directamente a los menores tan pronto como dejan la escuela.
“Las bandas callejeras ya no son un paso previo para unirse al crimen organizado”, señala Flores. “Hemos encontrado que, tan pronto como son expulsados de la escuela, se incorporan de inmediato al crimen organizado”.
También lee: Docenas de niños inmigrantes abandonados por traficantes son hallados en Arizona
La Red por los Derechos de la Infancia en México indica que entre los años 2000 y 2019, 21,000 jóvenes de menos de 18 años fueron asesinados y 7,000 fueron desaparecidos.
El grupo calcula que, hasta 2019, alrededor de 30,000 jóvenes habían sido reclutados por los cárteles de la droga. En los estados de la frontera norte, a los niños se les atrae con una amplia variedad de drogas, los cárteles les proporcionan más armamento y entrenamiento, los hacen participar en una mayor variedad de actividades criminales y pasan más rápidamente a realizar actos violentos que los jóvenes de los estados del sur del país.
Por ejemplo, Orlando creció en las calles de ciudades del norte como Ciudad Juárez tras escapar de un orfanatorio. Calcula que, entre los 10 y los 16 años, ya había matado a 19 personas, la mayoría de ellas por orden del Cártel de Sinaloa.
Ahora, a sus 17 años y con una condena de cuatro años por homicidio, dice: “No conozco otra forma de vida aparte de matar gente”.
Al igual que Orlando, Iván creció en una ciudad fronteriza del norte, y su padre trabajaba para un cártel.
Pero Iván no sufrió la pobreza o el abuso; él tomó la decisión consciente de unirse al mismo cártel para el que trabajaba su padre.
“Estaba muy influido por la narcocultura, me gustaban los corridos, las series (de televisión), las armas, las camionetas”, recuerda.
A los 11 años, trabajaba como sicario para el cártel, descuartizando o disolviendo los cadáveres de sus víctimas. Se asustó cuando vio un cadáver por primera vez, pero después de un breve periodo, “no sentía nada, ni miedo, ni arrepentimiento, ni culpa, ni nada”. Iván también cumple una condena por asesinato.
Reinserta propone posibles soluciones, entre las que está una atención más temprana a los menores, más oportunidades de recreación y aprendizaje e intervenciones para prevenir la violencia doméstica. El grupo también propone la creación de un registro nacional de niños reclutados por los cárteles, proporcionar atención psicológica y dar un tratamiento temprano y eficaz contra las adicciones. N
—∞—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek