En todos los aspectos habrá un mundo antes y un mundo después del coronavirus. Nuevos hábitos y nuevas formas de coexistencia deberán primar en estos tiempos extraños para la humanidad.
La pandemia por el nuevo coronavirus convirtió la primavera de 2020 en una época histórica para todo el mundo. Son tiempos extraños para la humanidad, y en medio de estos, millones de personas ya volvieron o ya se preparan para regresar a la vida cotidiana tras varios meses de encierro.
A juzgar por los expertos, una “nueva normalidad” pos-COVID-19 debería significar el renacimiento de una sociedad con nuevos hábitos y nuevas formas de coexistencia y, con ello, asumir las consecuencias que ha dejado la pandemia a su paso.
En todos los aspectos habrá un mundo antes y un mundo después del coronavirus. En materia de salud, el COVID-19 se va a perpetuar mientras no exista una vacuna, y aunque la haya, quedarán secuelas durante varios años, explica en entrevista con Newsweek México el especialista en medicina interna e infectología Alejandro Macías Hernández.
“Veremos cambios importantes en la operación de los sistemas de salud respecto al distanciamiento social. Esto se verá reflejado en la distribución de pacientes en las salas de urgencias. Tendrá que haber una separación, sobre todo si presentan problemas respiratorios.
“La pandemia también nos ha permitido ver el abandono del sector salud, por ello, la sociedad comenzará a exigir al Estado que brinde servicios de salud de calidad”.
El especialista en microbiología y salud pública recuerda que, en 2009, la influenza H1N1 fue un barrunto de pandemia, pero dejó lecciones que no se aprendieron. En esta ocasión, el coronavirus va a provocar cambios no solo de las redes sanitarias, sino económicos, políticos y sociales, ante lo que considera que es uno de los mayores impactos que ha tenido la sociedad en cien años: “Probablemente del tamaño de las dos guerras mundiales”.
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Con el coronavirus, Macías Hernández espera que se aprendan las lecciones que no se debieron haber olvidado, como la higiene recurrente y la reducción del contacto social.
Lo anterior porque, explica, el COVID-19, tiene como característica peculiar que cuando surge una primera oleada no infecta a una gran proporción de la población. De acuerdo con estadísticas internacionales, indica, probablemente haya infectado al 15 por ciento de la población y con eso causó grandes estragos. “Lo que significa que, a un país como México, de 127 millones de habitantes, todavía le quedan 100 millones de personas por contagiarse, es mucha gente la susceptible”.
Por eso las medidas sanitarias no deben relajarse, ya que son parte de la nueva realidad. De hacerlo, de inmediato habrá reactivaciones del virus. El volver a ocupar los espacios públicos significa una etapa de ensayo y error. Ya que, explica, seguramente se entrará y saldrá del distanciamiento social dependiendo de los nuevos brotes.
De acuerdo con Macías, el coronavirus también ha demostrado que muchas de las actividades que antes se hacían de forma presencial pudieron haberse hecho desde casa e, incluso, podrían continuar así de forma permanente.
Tal es el caso de la telesalud. Durante la pandemia, en distintas partes del mundo se ha hecho uso de la telesalud que, de acuerdo con el Centro Nacional de Excelencia Tecnológica en Salud, es la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación en los sistemas de salud, incluyendo servicios médicos, académicos, administrativos y técnicos, con el propósito de intercambiar información en el ámbito de la salud.
En tanto, la telemedicina es el suministro de servicios de atención sanitaria en los casos en que la distancia es un factor crítico. Es realizada por profesionales sanitarios que utilizan tecnologías de la información y la comunicación para el intercambio de información válida para hacer diagnósticos, prevención y tratamiento de enfermedades, así como para actividades de investigación y evaluación, con el fin de mejorar la salud de las personas y de sus comunidades.
Sobre estos métodos, el doctor Macías, también catedrático de la Universidad de Guanajuato, asevera que la medicina no debería practicarse de esa forma: “Hay un principio en el método clínico, y es que al paciente hay que verlo, revisarlo, tocarlo. Aunque la pandemia también provocó el auge de la telemedicina y las aplicaciones, estas pueden propiciar que muchos pretendan dar consulta de forma virtual, algo que no debe hacerse.
“He visto que se han ofrecido servicios de telemedicina. Si se pretende practicar la medicina de esta manera, habrá un desastre. Las aplicaciones también podrían representar un riesgo. Cómo se puede detectar que una persona tiene una manifestación grave o no. Con el COVID-19 es difícil. Hay circunstancias donde todavía se necesita un criterio médico”, añade el especialista.
CLASIFICACIÓN DE LA SOCIEDAD
Una de las certezas que dejará la pandemia es que el coronavirus será un agente de cambio en el nuevo orden mundial. Y es que, comenta el médico, el virus ya ha dado un golpe y dará otros más de la misma magnitud o incluso mayores, hasta que haya una vacuna. Al tratarse de un virus tan contagioso, eventualmente los contagios llegarán a la inmensa mayoría. Por lo que es de suma importancia continuar con los cambios y practicar incansablemente las medidas de higiene y el distanciamiento social.
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Además, la pandemia provocará la clasificación de personas. “Para fines del virus, habrá tres tipos de personas: los susceptibles, los que tienen el virus y los que ya se curaron (o murieron). Los primeros son los que nunca han padecido la enfermedad y por eso no tienen anticuerpos para defenderse, los que ya están enfermos y se curarán o morirán y, finalmente, los que se curaron.
“Aunque para esas tres situaciones existen pruebas de laboratorio, no son las mismas. Por lo que identificar a cada persona en un rubro será algo complejo. Pero se tendrá que clasificar a los pacientes, porque estar enfermo o haberlo estado regirá muchas de las actividades en los siguientes años”, explica el infectólogo.
A escala industrial y empresarial, la pandemia impactará en México tanto o más como sucedió en Estados Unidos, donde las compañías distribuidoras de carne trabajaron en medio de la crisis de contagios sin haber hecho ningún muestreo, lo que provocó miles de casos de personas infectadas y que algunas hayan enfermado gravemente.
Este tipo de lecciones no pueden olvidarse en la vida post-COVID. “La industria tendrá que conocer qué trabajadores están sanos o ya se infectaron o salieron de la enfermedad. Con estos datos podrá protegerlos y proteger a la sociedad allá afuera. Porque, si hoy no se dan cuenta, en dos semanas tendrán un colapso”, advierte el médico.
Y puntualiza que las revisiones son muy importantes, pues existen casos asintomáticos que pueden distribuir el virus y casos presintomáticos, en los cuales no se observan los síntomas, pero se verán reflejados en días subsecuentes.
“Los empresarios van a tener que entender esto y estar en comunicación con las autoridades de salud para trabajar sin riesgos. Si se vuelve al trabajo a ciegas se va a causar un desastre. Se puede hacer, pero de manera inteligente. Hay que asegurarse de que en los espacios laborales no haya actividad del virus, eso va ser parte de la realidad que viene”, explica Macías Hernández.
EL COVID-19 OBNUBILÓ AL MUNDO
Con el paso de los meses, además de contagios y muertes, la pandemia también desató confrontaciones políticas entre gobiernos y discriminación en las sociedades. E incluso existen amenazas latentes de guerras comerciales que vendrían a abonar a las varias crisis mundiales que dejará el coronavirus.
El internacionalista e historiador Cutberto Hernández Legorreta asevera que el coronavirus obnubiló al planeta. “Se ha pensado que nunca hemos estado ante una crisis tan grande como esta. Considero que sí. La más reciente y letal ha sido el VIH, en los años 1980. Una infección era muerte segura, contrario a la actual.
“Si nos vamos un poco más atrás, tenemos la gripe de 1918, que aniquiló al 10 por ciento de la población de algunos de los países afectados. Y en el siglo XIV, la peste negra dejó una situación mucho peor. Hubo hasta un 50 por ciento de población que falleció en Europa. Esto lo considero importante porque nos ayuda a situarnos y, a partir de eso, poder entender toda la complejidad de lo que tenemos enfrente y asimilar que toda crisis es un punto de partida para nuevas oportunidades”, comenta el investigador a Newsweek México.
Esta crisis sanitaria, señala, sirve para que la humanidad tome conciencia de los graves peligros que puede llegar a significar la desunión de las naciones. Por ello, este tipo de crisis deberían desembocar en un fortalecimiento de la cooperación internacional, no solo porque representaría una victoria contra el coronavirus, sino porque los países podrían hacerse cargo de peligros que acechan a la humanidad como el cambio climático y las bombas nucleares, agrega Hernández Legorreta.
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El especialista, quien forma parte del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt en el área de las ciencias sociales, pone énfasis en que se debe mantener un carácter de solidaridad y cooperación por parte de gobiernos y civiles, ya que, si no se colabora de manera global, difícilmente se podrá atender de manera cabal la crisis sanitaria.
“Los virus no se comunican, las personas sí. Por lo tanto, los gobiernos deben colaborar y dar a conocer los avances que se tienen para enfrentar el COVID-19 en el orden sanitario, pero también en el económico y político. En la medida en que haya solidaridad a escala mundial, más fácilmente se podrá atender no solamente esta, sino cualquier otra crisis”.
TEORÍAS CONSPIRACIONISTAS, NO
El doctor Legorreta es enfático al decir que no es el momento de buscar culpables sobre el origen del coronavirus. Por el contrario, se deben dejar de lado las teorías de la conspiración que tanto perjudican las relaciones entre los gobiernos y las sociedades. “Así es como surge la intolerancia y la discriminación, puntualmente contra las personas que tengan rasgos chinos. Se culpa a ciertas etnias como las generadoras del mal, cuando científicamente se ha comprobado que no es así”.
Tampoco se debe de dar por hecho que la realidad pre-COVID fue significativamente distinta a lo que se pueda presentar posteriormente, añade. En este sentido, ni las crisis sanitarias, ni los desastres naturales, ni el caos provocado directamente por el hombre pueden presentar una realidad distinta de manera inmediata. Por lo que recomienda pensar en posibles cambios a mediano y largo plazo.
De acuerdo con el también experto en gobernanza, antes del coronavirus el mundo ya padecía situaciones que lo empujaban hacia crisis económicas, pero también sanitarias, desde el VIH hasta el ébola y la influenza H1N1. A ello se suman las crisis humanitarias provocadas por la violencia y que han sido causadas por las modificaciones en las estructuras de intercambio y de movilidad de las personas: “Las cuales no critico, pero es preciso mencionar que no se han creado las condiciones de control para evitar el crecimiento del crimen organizado o de los grupos fundamentalistas”.
Por ello, reitera, no se deben apresurar proyecciones generadas por la incertidumbre, presionar a la sociedad y, sobre todo, meter temor en el sentido de que “nada va a ser como antes”. En realidad, en los procesos históricos nunca ha sido nada igual al proceso anterior, indica. “Poco se habla de las crisis ya preexistentes y el fin de los modelos. Ya estábamos ante esto, con o sin COVID-19”.
Hernández Legorreta prefiere hablar de “realidad” y no de “nueva normalidad”. Y nuestra realidad, comenta, es que nada de lo que ha llevado a padecer distintas crisis a la humanidad se restringe al mero hecho de la existencia del coronavirus. Desde antes tenemos ya procesos acabados o en agotamiento, un ejemplo es la crisis medioambiental.
“Hay que detenernos y reflexionar, ser críticos y pensar a la distancia. Se tienen que revisar los procesos a lo largo de la historia, para eso sirve la historia, para tener un contexto mucho más amplio de las situaciones que enfrenta la humanidad en la actualidad.
“No hay normalidad distinta porque, además, estrictamente hablando, la ‘normalidad’ la hacen las leyes y esto no es una ley. Es una situación que se está presentando ante realidades sociales y políticas diversas. Hay que reflexionar, pero no desde el punto catastrofista, sino como una oportunidad de saber qué sucede en el mundo a escala política, económica y levantar la voz. Es momento de ocupar los espacios de participación ciudadana y no solamente escuchar a las grandes empresas o a los gobiernos poderosos”.
El investigador hace un llamado para que la sociedad muestre mayor interés en los procesos políticos que derivan en un marco económico. Ya que, en relación con la vacuna contra el coronavirus, el modelo actual privilegia el mercado y las farmacéuticas privilegiarán sus ganancias por encima del bien de la humanidad y, señala, corresponde a los gobiernos poner límites y, a la sociedad, exigirlos.
“Al dejar de lado el espíritu humanitario de la sociedad, se da demasiada fuerza y poder al interés económico y comercial. Se abandona al ciudadano de a pie que camina por las calles de Timor Leste o el que está en Ciudad de México”.
Para el internacionalista, la gran enseñanza que la humanidad debe aprender es que la comunicación debe ser revalorada y, en términos de ciencia, se debe pensar con sentido ético. “Ya no somos Estados aislados. Somos sociedades interconectadas y esa interconectividad debe ayudarnos a ser solidarios y cooperar entre los diferentes miembros de la sociedad”.
ECONOMÍA MUNDIAL, DEVASTADA
En marzo pasado, la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Alicia Bárcena, advirtió que la pandemia tendrá efectos devastadores sobre la economía mundial, incluso más intensos que los sufridos durante la crisis financiera global de 2008-2009.
“La crisis del COVID-19 pasará a la historia como una de las peores que el mundo ha vivido. Impactará a una debilitada economía mundial a través de la pérdida de ingresos y desempleo”, advirtió.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advirtió que la pérdida de empleo se disparó y que casi la mitad de la población activa mundial podría llegar a perder sus medios de vida. Los efectos del COVID-19 propiciarán que al menos 305 millones de personas pierdan sus empleos.
En México, de acuerdo con el doctor en economía Carlos Lever, existe menos incertidumbre sobre el impacto económico que sobre el impacto en salud porque ya sabemos que el primero será sustancialmente negativo.
En ese sentido, se debe tener claro que la pandemia provocará una crisis nueva: “No es la crisis financiera típica a la que nos hemos enfrentado, pero considero que hay algo distinto de dónde estamos y a dónde vamos. Cuando nos encerramos no tuvimos flexibilidad para reaccionar. Y una economía tan compleja como la mexicana, con muchos sectores y muchas cadenas de producción integradas con el mundo, necesita que la gente esté probando cosas distintas. Con esta experiencia podemos probar nuevos modelos de negocios, algunos en línea, algunos en distanciamiento”.
Consultado por Newsweek México, el decano de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey espera que con guías básicas y mejores prácticas que se aprendan del mundo se pueda observar una buena experimentación:
“Vamos a ver a gente cambiando el sector, cambiando las formas de trabajar. El riesgo es real, no queremos volver a tener un brote y regresar a donde estamos ahora. Lo ideal es tener una red de seguridad que nos impida tener un cierre total para que no se vean rebasados los sistemas médicos. Además, si tenemos confianza en nuestros empresarios y emprendedores veremos que la economía mexicana tiene mucha resistencia y tiene posibilidades de responder a esta pandemia”.
CAMBIOS EN CONTRATOS SOCIALES
El experto señala que, a largo plazo, la crisis va a generar cambios muy grandes y obligará a repensar las obligaciones, incluso los contratos sociales, entre empresarios, trabajadores y gobierno.
En el terreno global, comenta, existe un elemento de geoestrategia que preocupa, y es la tendencia de choque entre Estados Unidos y China, que parece ser que se va a acelerar.
“No de forma automática, pero se podrían crear polos de influencia entre países que están dispuestos a integrarse con China. Varios sectores en Occidente que habían estado confiados en utilizar mano de obra barata de China van a repensarlo y eso facilitará la posibilidad de dividir el mundo.
“Aunque a China no necesariamente lo agarran listo para independizarse, va a ser una tensión constante en un mundo de nacionalismo, de preocupación, dado que la crisis viene del exterior y de preocupación por lo local”.
En cuanto al terreno laboral, Carlos Lever comenta que, en medio de esta crisis, se ha aprendido que la gente más preparada para adaptarse a trabajar en línea y vía remota son las personas con cierto grado de preparación y herramientas que los ayudan a tener mayores ingresos.
“Debemos estar preocupados porque la desigualdad no se traduzca en que los costos de la crisis caigan de manera desproporcionada, principalmente en las personas de menores recursos.
“Por eso, ante esta epidemia se debe de cuestionar cuáles son las obligaciones del Estado, ya que, a pesar de que los efectos son diferentes, el coronavirus no ha dejado de tocar a nadie. Esta crisis nos ha colocado en igualdad entre gente de ingresos altos y bajos. Por ello, está en el interés de todos mantener un Estado eficaz y que logre un mínimo de seguridad en salubridad para toda la población”.
Lever indica que volver a la normalidad es un riesgo, pero cerrar la economía por completo, si bien se pudo justificar en los primeros momentos de la pandemia porque había mucha incertidumbre, no es una solución que pueda ser sostenible a largo plazo.
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A esta crisis se suma la caída de la demanda mundial del petróleo, que ha deprimido un sector importante y al gobierno por ser una fuente de ingresos. Además, comenta, el turismo también enfrenta una situación muy complicada.
Resalta, además, que en la vida después de la pandemia, las pequeñas y medianas empresas están en una situación vulnerable. Ahora tendrán que adaptar los ambientes de trabajo para evitar brotes. Esto requerirá inversión y eso necesita capital, y al haberse cerrado la economía durante un tiempo, habrá menos posibilidades de protección en el ambiente laboral.
“En medio de una oleada donde había mucho cuestionamiento del modelo mundial, se puede interpretar que esto es consecuencia de un mundo integrado, una pandemia así iba a suceder eventualmente.
“Estamos integrados y es peligroso para un país pretender que puede aislarse del mundo exterior. Lo mejor como país es seguir invirtiendo y generar reglas razonables de cooperación a escala internacional. Es posible adaptar el modelo económico para que haya más robustez. Sería un gran error pensar que podemos abandonar la integración global”, concluye el economista.
NO A LA HIPOCONDRÍA SOCIAL
La pandemia ha desnudado las carencias en salud, pero también las humanitarias a escala planetaria, asegura la socióloga Esthela Martínez Robledo.
“El coronavirus ha demostrado que vivimos en sociedades donde impera el individualismo y, a su vez, hemos generado discriminación, ya sea hacia los médicos que salvan nuestras vidas o hacia los pacientes y sus familias. Se ha llegado a padecer una hipocondría social y desconfianza masiva que no debemos permitirnos.
“Tampoco se trata de relajar las medidas al grado del descuido. Preferible cambiar el modelo para sociabilizar y desprendernos del contacto físico. Hasta que no exista una vacuna, transitaremos por la vida acompañados del coronavirus. Seguimos inmersos en la pandemia. Pero ahora regresamos a lo cotidiano con conocimientos y precauciones para evitar los contagios”, explica la científica social a Newsweek México.
Agrega que es satisfactorio ver que millones de personas se adaptaron y reaccionaron positivamente a las medidas de confinamiento: “La convivencia social tiene que metamorfosearse, las medidas de protección deben prevalecer en el regreso a la vida cotidiana, pero sin generar miedos y fobias”.
Lamentablemente, el mundo tiene que llegar al extremo de sentir miedo a enfermar y tal vez a morir para lavarse las manos, desinfectar los alimentos, usar un gel, mantener desinfectados los espacios públicos y personales. “No se trata de vivir en ansiedad y shock, pero sí de tener valores de higiene y conciencia social. No solo para cuidar de nosotros y de nuestras familias, sino también para proteger a la otredad. Así también se salvan vidas”, comenta.
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“La pandemia debió dejarnos una lección de humanismo para repensar la brecha entre ricos y pobres. Se debería pensar en privilegiar con la vacuna, cuando se tenga, a los países más pobres, donde la gente muere por hambre. Tras la pandemia la solidaridad mundial debería ser un imperativo”.
El cambio de paradigma también es necesario en cuanto a la toma de decisiones, comenta, y quienes deben dictar las reglas en la vida post-COVID son los científicos, los médicos, los epidemiólogos y no los gobiernos ni los intereses de los grandes capitales. Debemos adecuarnos a las nuevas reglas no políticas ni económicas, sino de la salud.
“Una de las máximas de la vida post-COVID debe ser una mayor inversión en salud pública y ciencia. Privilegiar investigaciones sobre virus y vacunas, así debe comenzar el siguiente estadio. Con un aumento a presupuestos para la prevención y control de enfermedades de larga duración y progresión. Y generar oportunidades para evitar la escasez de especialistas”, puntualiza Martínez Robledo.
TAMBIÉN IMPACTOS AMBIENTALES
Aunque parece que la pandemia solamente ha dejado estragos, el aislamiento social producto de esta parece tener efectos positivos en el medioambiente. Como muestra está la disminución de la contaminación después de reducir la cantidad de dióxido de carbono liberada en la atmósfera.
Sobre esta reacción, el biólogo y ambientalista Raúl Benet explica a Newsweek México que, en efecto, ha habido algunos impactos relativamente positivos de este aislamiento, tanto en el consumo de combustibles fósiles y movilidad, como por la ausencia de cruceros, basura y ruido, lo que ha provocado que algunos ecosistemas se sientan liberados e, incluso, la fauna habite otros espacios.
“Hay una importante reducción en los principales contaminantes, como los aviones que contribuyen a la emisión de diferentes gases y que ahora están operando al 30 por ciento de su capacidad, lo mismo que la industria naviera, que es sumamente contaminante y que siempre se ha escabullido de acuerdos internacionales. Ahora los buques tienen sus operaciones en pausa.
“Es algo positivo, pero no se puede festejar porque el costo que tiene para la gente es alto. Se están yendo a la bancarrota, hay desempleo, eso no se puede celebrar, pero sí debemos darnos cuenta de lo difícil que es remontar todo el desastre ambiental que hemos generado”.
El cambio climático, la desaparición de especies y la invasión de ecosistemas son solo algunos de los problemas que el ser humano ha provocado al medioambiente, indica el doctor Benet.
“Observar cómo sin humanos parece haber un efecto positivo en el medioambiente nos debería hacer reflexionar sobre lo profundo del daño que estamos haciendo y que es necesaria una crisis de esta dimensión para apenas empezar a tener un pequeño impacto sobre el desastre que provocamos”.
No obstante, los efectos positivos también son acompañados por graves daños a ciertos ecosistemas por parte de personas que, de forma ilícita, se dedican a la extracción de maderas o al tráfico de animales.
“Frente a un vacío de autoridad derivado de la pandemia, se aprovechan para cometer estos y otros ilícitos, intentan apropiarse de bosques y selvas, esto se puede observar en países sudamericanos. En ocasiones, la comunidad intenta defender el territorio, lo que provoca que sean asesinados”.
EL REGRESO A LA VIDA COTIDIANA
Benet, biólogo por la Facultad de Ciencias de la UNAM y con estudios de doctorado en desarrollo rural y en ecología, comenta que, al estar próximo el retomar la vida después de la pandemia, también preocupa el regreso a los espacios públicos. “Esperaría que en estos meses de encierro haya habido reflexión sobre el impacto positivo en el medioambiente y nos demos cuenta de nuestra responsabilidad en el desastre del planeta.
“En Europa existen grupos sociales muy importantes que están pidiendo a los gobiernos que dejen de tomar en cuenta el crecimiento económico como un indicador de éxito y que empecemos a pensar en indicadores como la pobreza, el agua, la educación y en los sistemas de salud como los verdaderos indicadores para saber qué tanto estamos fortaleciendo nuestros sistemas”.
Para el biólogo es necesario no volver a la normalidad de antes y considera positivo que en países como Nueva Zelanda se haya determinado acabar con los subsidios a la industria fósil y que se deje sin financiamiento ni rescate a las empresas, a menos de que generen empleos verdes y energías limpias.
Lo lamentable, dice, es que las potencias están inyectando grandes cantidades de dinero para regresar a la situación en la que antes se vivía.
“Muchos países plantean suavizar las medidas ambientales a fin de hacer crecer su economía. Planean olvidarse de pedir a las empresas licencias y manifestaciones de impacto ambiental. Tal vez en dos o tres años el mundo tenga una recuperación económica, pero en realidad estamos cavando más hondo y otras crisis y pandemias vendrán y se convertirán en desastres sociales como este, por las decisiones basadas en lo económico”.
Una vida diferente tras la pandemia, concluye el ambientalista, debe incluir inversión en energías limpias, renovables, en una economía verde y no depender del turismo que ensucia el agua, devasta territorios, desplaza comunidades y genera un impacto ambiental negativo sobre los manglares: “En la nueva normalidad también deberíamos salir de ese turismo depredador”.