Exclusiva: el hijo del sah de Irán asegura que el pueblo iraní desea una democracia seglar, y advierte sobre el error de tratar de aplacar al régimen islámico.
Irán está viviendo la peor convulsión que haya experimentado en cuatro décadas, con miles de manifestantes antigubernamentales paralizando ciudades de todo el país.
Aunque es verdad que las protestas fueron precipitadas por el alza del precio del combustible, el estallido de ira ya estaba gestándose. Los iraníes viven sometidos a un régimen autoritario y deben lidiar con el deterioro de la calidad de vida, así como con una economía que agoniza por las estrictas sanciones estadounidenses que pretenden sofocar el programa nuclear de Teherán y acabar con su influencia en la región.
Los matones del régimen han cubierto las calles con los cadáveres de cientos —tal vez miles— de disidentes, y las autoridades esconden los cuerpos para que nadie pueda llevar la cuenta del saldo de víctimas. Entre tanto, el gobierno estrangula la internet para que los supervivientes no puedan comunicarse entre sí ni con el resto del mundo.
Último hijo varón del depuesto sah Mohammad Reza Pahlavi y heredero al trono iraní, Reza Pahlavi dice que la “masacre” es prueba de la crueldad y la desesperación del régimen instaurado tras la Revolución Iraní.
Pahlavi, quien siempre ha clamado por una democracia seglar para reemplazar el sistema actual, habló con Newsweek desde Washington, D. C., donde vive en el exilio desde 1979, año en que la familia real tuvo que huir Irán.
El príncipe heredero dijo que la agitación actual es prueba de la ira generalizada contra el gobierno de Teherán, para la cual solo hay una solución evidente.
—¿Cómo debemos caracterizar los disturbios en Irán?
—Las protestas están motivadas por el deseo popular de expulsar al régimen. Tal vez el detonante de la reciente oleada de manifestaciones callejeras haya sido el aumento de 200 por ciento en el precio del combustible, mas ese argumento no refleja la esencia de nuestras aspiraciones. Las manifestaciones son un rechazo del régimen, y expresan el deseo de poner fin a 40 años de opresión clerical. Para constatarlo, basta escuchar lo que dicen mis compatriotas que han tomado las calles. No lanzan consignas de reforma ni contra el precio del combustible, lo que gritan es: “¡No queremos una República Islámica!”, y “Jamenei, ¡vete del país!”. Cientos de ellos están dando sus vidas por la causa de la libertad.
—¿Qué revela la brutalidad con que han respondido las fuerzas de seguridad, en cuanto a las prioridades y la mentalidad de quienes detentan el poder?
—Desde hace 40 años sabemos que las prioridades del régimen son proteger y expandir su poder y control; y, por supuesto, enriquecerse. Esta masacre no debe sorprender. De hecho, es lo único que cabe esperar de un régimen que se siente amenazado. Sin embargo, también hemos notado que las fuerzas de seguridad empiezan a desprenderse del régimen y, como resultado, la República Islámica se ha visto obligada a importar extranjeros para controlar las manifestaciones. Esto demuestra que el régimen hará lo que sea para protegerse, incluso el genocidio. Pese a ello, el pueblo sigue luchando. Y el mensaje que me han pedido transmitir al mundo es: “Merecemos más que esto. ¿Por qué nos abandonan?”.
—¿Qué debiera reemplazar al régimen iraní actual?
—Durante cuatro décadas he abogado incansablemente por un sistema seglar y democrático. Y no solo porque ese sistema es lo único que garantiza los derechos humanos, el bienestar y la felicidad de los iraníes, sino porque tengo la certeza de que eso quiere —y exige— la abrumadora mayoría del pueblo iraní. La generación actual, más que ninguna otra, es consciente de que las sociedades liberales y libres son norma en los países soberanos. Los jóvenes iraníes quieren las mismas oportunidades, la capacidad de autodeterminación.
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—¿Hay alguna oposición legítima a la que pueda confiarse esto? Los funcionarios estadounidenses han presionado por la intervención de grupos controvertidos como la Organización de los Muyahidines del Pueblo de Irán. ¿Qué opina al respecto?
—No es cuestión de opinar, sino de verdades fundamentales. Nuestra aspiración nacional es tener una democracia seglar en la que el pueblo iraní decida cuáles grupos, partidos o individuos son relevantes y constructivos para el futuro de nuestra nación. El futuro de Irán lo deciden no los asesores de algún líder extranjero, sino los propios iraníes.
—¿Le gustaría regresar a Irán y participar en un proceso político para establecer un nuevo sistema de gobierno?
—Soy el defensor del pueblo iraní. Mi única aspiración es apoyar la dignidad de mis compatriotas y su movimiento por la libertad. No ambiciono el poder político sobre el futuro de mi país. Dicho esto, estoy ansioso por regresar a Irán, y siempre estaré dispuesto a colaborar con el pueblo para defender sus derechos fundamentales e inalienables contra cualquier potencia, extranjera o nacional. Quiero ayudar en lo que pueda.
—¿Cree que el pueblo iraní aceptaría volver al sistema monárquico?
—Cualquier sistema de gobierno será objeto de intensos debates como parte del proceso constitucional. Mi interés se centra en ese proceso, en esas costumbres democráticas, y no en el sistema de gobierno que pueda haber en el futuro. Excepto por este paréntesis de cuatro décadas, nuestra nación tiene una larga tradición de servicio monárquico. Así que, como es de esperar, muchos iraníes identificados con nuestra historia y cultura sienten afinidad por la monarquía. Sin embargo, en este momento no hablamos de monarquía ni de república, sino de reclamar nuestra nación de manos de una fuerza ocupadora antiiraní. Hablamos de recuperar la democracia.
—¿Qué opina de la estrategia estadounidense de “máxima presión” contra Irán?
—El pueblo iraní lamenta que la conducta infame, desestabilizadora y antagónica de este régimen haya ocasionado que nuestros vecinos y el mundo libre desaten su ira contra nuestra nación. Las sanciones limitan o reducen los recursos que requiere el régimen para emprender sus acciones, y el pueblo de Irán puede entenderlas y sobrellevarlas, porque el propio régimen islámico ejerce una insoportable presión social, política y económica sobre los iraníes. Por consiguiente, mi interés, y el de todos los iraníes, es expulsar al régimen. Mis compatriotas no salen a las calles para entonar consignas contra las sanciones. El clamor de cientos de ciudades está dirigido contra el régimen.
—¿Considera correcto que el presidente Donald Trump se haya retirado del acuerdo nuclear con Irán?
—No soy quién para decir a los estadounidenses cómo deben dirigir su país. Solo me interesa Irán. Todo acuerdo o negociación con ese régimen es ilegítimo, por el simple hecho de que ignora los deseos y las exigencias del pueblo. Quienes pretenden encontrar una salida negociando con el régimen, no hacen más que demostrar su ignorancia en cuanto concierne a las aspiraciones y sentimientos reales de los iraníes.
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—La línea dura de Trump está mermando el estándar de vida iraní. ¿Vale la pena pagar ese precio a fin de contener al régimen de Jamenei?
—Los esfuerzos de contención y apaciguamiento solo han perpetuado la política de mantener el statu quo. La política de hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes. El pueblo iraní entiende y acepta esto, en la medida en que el régimen queda aislado de los recursos que utiliza para oprimir al pueblo y ejercer presión en el exterior. Con todo, el factor que determinará el futuro de Irán es el pueblo iraní, no las políticas del exterior. Si alguna nación desea hacer tratos con Irán, tendrá que hablar con quienes tomarán las decisiones sobre el futuro: el pueblo, no el régimen. Hace décadas que he insistido en que el papel de Occidente es apoyar al pueblo iraní, porque su apoyo y solidaridad reducirán el costo de la victoria final. Apelo a la conciencia de quienes hablan y defienden los valores de la libertad, y ahora guardan silencio cuando más necesitamos sus voces.
—¿Cree que la Casa Blanca debe cambiar su estrategia frente a Irán?
—Después de 40 años de tratar de apaciguar un régimen irredimible, me parece que ha llegado la hora de probar una estrategia distinta. Es necesario que el régimen permanezca al margen. La presidencia [estadounidense] anterior cometió este error, y las consecuencias fueron desastrosas para los iraníes y para toda la región. Lo que se necesita es la participación del pueblo iraní y de la oposición democrática seglar. Por ejemplo, tomar los activos congelados del régimen y devolverlos al pueblo iraní, el propietario legítimo. Usar [esos activos] para crear un fondo con el que mis compatriotas puedan organizar huelgas masivas y poner de rodillas al régimen mediante una desobediencia civil generalizada y pacífica. Por su parte, el presidente [Trump] debe tomar medidas para promover y proteger el acceso irrestricto a la internet, y limitar la capacidad del régimen para hacer propaganda a la vez que sofoca el acceso del pueblo a la información.
—¿Ha asesorado la estrategia de la presidencia Trump?
—Todos estos años he enviado el mismo mensaje a los líderes internacionales, incluidos los estadounidenses. Mi mensaje es simple: no podrán desarrollar políticas para el futuro si solo se dedican a lidiar con este régimen ilegítimo. Tienen que reconocer la exigencia popular de cambios fundamentales, y tienen que colaborar con el pueblo. Seguiré defendiendo este mensaje. El problema no es que el régimen persista en su conducta, porque jamás la cambiará. El problema es que el mundo no ha modificado su conducta de tratar de sosegar al régimen.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek