Unos científicos que hacían pruebas con sangre donada y lista para transfundir, descubrieron que alrededor de 70 por ciento de una pequeña muestra aleatoria contenía rastros de alprazolam.
En un artículo publicado a principios de noviembre en la revista Journal of Pharmaceutical and Biomedical, los investigadores expresaron su asombro ante los rastros de sustancias farmacéuticas detectados en lotes presuntamente limpios; en específico, jarabe para la tos y medicamentos ansiolíticos.
El análisis reveló también que los 18 lotes de sangre que integraban la muestra contenían cafeína, lo que apunta a que los estadounidenses tienen una gran afición por el café, el té y demás bebidas cafeinadas.
El propósito de la inspección era determinar la pureza de las muestras de sangre antes de utilizarlas para probar un método que estudia el efecto de los productos botánicos en el metabolismo de los fármacos. Los productos botánicos son plantas o extractos de plantas que se ingieren con fines terapéuticos; por ejemplo, equinácea, aceite de cannabidiol y ginkgo biloba.
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“Desde el punto de vista de la ‘contaminación’, si bien la cafeína no causa inquietud a los pacientes, no deja de ser un reflejo de la sociedad moderna”, declaró en un comunicado Luying Chen, candidata doctoral de la Universidad Estatal de Oregón (OSU).
“En cuanto a la presencia de las otras sustancias, no solo representan una preocupación para los pacientes, sino que causan problemas a quienes realizamos este tipo de investigaciones, porque es muy difícil conseguir muestras limpias de sangre”, añadió Chen.
Los científicos tuvieron que rechazar todos los lotes probados, excepto por las muestras de dos individuos que accedieron a donar sangre sin haber comido o bebido alguna cosa que tuviera cafeína.
Ocho de las muestras (44 por ciento) contenían dextrometorfano -un medicamento de venta libre que se usa para combatir la tos-, mientras que otras trece (72 por ciento) fueron positivas a la presencia de alprazolam, ansiolítico que se comercializa con varios nombres, como Xanax® o Tafil®.
Los investigadores también analizaron la sangre en busca de un medicamento utilizado en el tratamiento de la diabetes tipo 2 (tolbutamida), mas no encontraron rastros de esa sustancia en los lotes examinados.
Aun cuando estos hallazgos ofrecen una perspectiva interesante sobre el consumo de Xanax en Estados Unidos, el propósito de la investigación que emprendieron Chen y Richard van Breemen -profesor de química médica en OSU- era averiguar el efecto de los suplementos botánicos dietéticos en los procesos con que el organismo descompone los medicamentos.
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Es importante entender estos mecanismos, ya que el consumo de productos botánicos sigue aumentando. Según un informe de American Botanical Council, las ventas de suplementos herbales aumentaron 8.5 por ciento durante 2017, superando por primera vez el tope de 8 mil millones de dólares. Por su parte, la organización Research and Markets afirma que las recientes tendencias en salud y bienestar están aumentando la demanda de derivados botánicos e impulsando la búsqueda de productos de salud naturales.
“En esencia, los productos botánicos contienen elementos naturales cuya acción es similar a la de los fármacos”, explicó van Breemen. En otras palabras, esas sustancias pueden interactuar con las enzimas del cuerpo igual que hacen los medicamentos farmacéuticos. Esa interacción puede ocasionar problemas de metabolización farmacológica en las personas que consumen los dos tipos de sustancias. Según algunos cálculos, casi la mitad de los adultos de Estados Unidos utiliza fármacos recetados.
La interacción entre los medicamentos recetados y los ingredientes botánicos “no es clara y tampoco previsible”, agregó van Breemen. “Lo extraño en este caso fue el hallazgo de tanta sangre contaminada”,
“Otro aspecto a considerar es que, casualmente, detectamos los fármacos que buscábamos para nuestro ensayo de interacción medicamentosa. ¿Cuántos otros que no buscábamos estarán presentes en la sangre?”
A la larga, el estudio utilizó una muestra de sangre relativamente pequeña. Todo esto sugiere que hacen falta investigaciones adicionales, con muestras más numerosas y obtenidas de una gran variedad de fuentes, para determinar la magnitud real del problema de la sangre donada contaminada con sustancias farmacológicas.