Tras la muerte de un niño de siete años en Sídney, y debido al reciente incremento de casos en la ciudad de Adelaida, la Academia de Ciencias de Australia -organización que representa a los principales científicos del país- está creando conciencia sobre una infección potencialmente mortal instando a los progenitores a que se aseguren de vacunar a sus hijos contra esa enfermedad.
“Enfermedad meningocócica” es un término que abarca cualquier infección ocasionada por la bacteria Neisseria meningitidis, mejor conocida como meningococo. Se trata de un grupo de enfermedades que suelen ser muy graves y a veces conducen a la muerte en cuestión de pocas horas.
Si bien la enfermedad meningocócica puede ser mortal, es fácil prevenirla con vacunas contra todas las cepas. Se conocen cinco cepas de Neisseria meningitidis -A, B, C, W, y Y-, y de todas ellas, tres (B, C y Y) causan la mayor parte de las enfermedades relacionadas en Estados Unidos.
Aunque Australia ha experimentado un incremento reciente, la enfermedad es poco común en Estados Unidos (se identificaron alrededor de 375 casos en 2015), y las tasas han disminuido desde fines de la década de 1990. Aun así, en los últimos años se han registrado varios brotes en los campus universitarios estadounidenses.
Las enfermedades meningocócicas incluyen la infección de las membranas protectoras que envuelven el cerebro y la médula espinal (meningitis meningocócica), así como una infección de la sangre (septicemia meningocócica) que daña las paredes de los vasos sanguíneos, provocando hemorragias en los órganos y manchas hemorrágicas en la piel, conocidas como petequias.
Según los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), las bacterias se diseminan mediante el intercambio de secreciones respiratorias y de garganta -por ejemplo, escupitajos-, y pueden transmitirse mediante el contacto humano prolongado o íntimo, como besar o toser.
Los individuos que presentan síntomas de la enfermedad se denominan “portadores”, y uno de cada 10 de portadores tiene bacterias en la parte posterior de la nariz y en la garganta. Por fortuna, el meningococo no es tan contagioso como los virus que causan el resfriado o la influencia. Por ejemplo, no puedes infectarte mediante el contacto casual o respirando el aire de un lugar donde estuvo una persona con enfermedad meningocócica.
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El riesgo de adquirir la enfermedad es mayor para individuos con depresión del sistema inmunológico, fumadores y quienes viven en ambientes hacinados, así como en niños, adolescentes y adultos jóvenes.
Los síntomas más comunes de la meningitis meningocócica son fiebre, dolor de cabeza (cefalea) y rigidez del cuello, aunque algunos también pueden presentar náusea, vómito, sensibilidad a la luz y alteraciones del estado mental.
Los síntomas de la septicemia meningocócica incluyen fiebre, fatiga, vómito, manos y pies fríos, escalofríos, respiración agitada, diarrea, y malestar intenso o dolor en músculos, articulaciones, pecho o vientre.
Además de ser muy grave, la enfermedad meningocócica es una de las contadas infecciones bacterianas que pueden ocasionar la muerte en cuestión de horas. Por otra parte, es difícil de diagnosticar debido a que los signos y síntomas suelen parecerse a los de otros padecimientos. Los médicos disponen de varios antibióticos eficaces para combatir estas enfermedades, pero es de suma importancia iniciar el tratamiento lo antes posible.
Sin embargo, aun con el tratamiento antibiótico, es común que mueran entre 10 y 15 de cada 100 personas infectadas, y entre 11 y 19 de cada 100 supervivientes quedan con discapacidades crónicas, como pérdida de una o más extremidades, sordera, problemas del sistema nervioso, o daño cerebral.
CDC señala que “la mejor defensa contra la enfermedad meningocócica es mantener al día las inmunizaciones recomendadas”.
A fin de educar a la población en lo referente a esta enfermedad, la Academia de Ciencias de Australia acaba de lanzar una nueva campaña de video desarrollada en colaboración con el Departamento de Salud australiano.
Dicho video incluye historias de quienes han sobrevivido a la enfermedad, como Eliza Ault-Connell, quien adquirió la infección a los 16 años de edad y terminó perdiendo las dos piernas.
“Si analizas mi caso -estuve en la unidad de cuidados intensivos durante ciento diez días, y me operaron más de sesenta veces- te darás cuenta de que la carga financiera de la enfermedad es enorme”, dijo Ault-Connell en su declaración. “Compara eso contra el costo de una vacuna que, además, es segura y eficaz. Me parece que la prevención es mucho mejor que la cura”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek