Entre aplausos y la melodía del Canon de Pachelbel la tarde de este viernes arrancó el homenaje póstumo al escritor mexicano Fernando del Paso Morante, quien el pasado 14 de noviembre falleció en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, a la edad de 83 años.
Familiares, amigos, así como ciudadanos de a pie acudieron al Palacio de las Bellas Artes, de la Ciudad de México, a dar el último adiós al autor de, entre otras obras: “José Trigo”, “Noticias del Imperio”, y “Palinuro de México” (Premio Rómulo Gallegos en 1982).
La primer guardia en torno a sus cenizas presentes estuvo a cargo de su familia más cercana entre quienes estuvieron su esposa Socorro y sus hijos Paulina, Adriana y Alejandro del Paso.
Le siguieron guardias donde se vio a miembros de la comunidad artística y cultural. Entre ellos a María José Cuevas, hija del pintor José Luis Cuevas, Gerardo Estrada, Adolfo Castañón y el exrector de la UNAM José Sarukhán, entre otros.
Los hijos de Fernando del Paso -quien también fue poeta, diplomático, académico y miembro del Colegio Nacional y que ayer recibió un homenaje de cuerpo presente en la Universidad de Guadalajara- dedicaron palabras en honor a quien es considerado uno de los máximos exponentes de la narrativa mexicana y a quien en 2015 le fue otorgado el Premio Cervantes:
Adriana del Paso agradeció al pueblo de México por todos los mensajes de cariño que han recibido para su padre: “no me canso de leerlos”, dijo con la voz entrecortada.
La cineasta Paulina del Paso recordó que hace 50 años su padre, que aún era un joven escritor y “solo había escrito, y lo digo con ironía -precisó- José Trigo” acudió al Palacio de Bellas Artes a dar una plática sobre su obra. Lo hizo en un momento en el que acababa de enfrentar: “un cáncer mortal; y sin embargo, vivió 50 años más, 50 años plenos, llenos de amor, de pasión y de generosidad”.
Dicho esto, Paulina citó un pasaje escrito por su padre, y lo hizo a nombre también de su hermano fallecido, Fernando del Paso, el primogénito del escritor mexicano:
“Lo que nunca jamás pudimos medir fue nuestro amor, porque era infinito.
Era, sí, como cuando Palinuro le preguntaba al abuelo cuánto lo quería.
– Mucho, muchísimo le contestaba el abuelo Francisco.
– Pero ¿cuánto, cuánto abuelo? ¿De aquí a la esquina?
– Más, mucho más.
– ¿De aquí al Parque del Ajusco?
– Más, muchísimo más: de aquí al cielo de ida y de regreso, yéndose por el camino más largo de todos y regresando por un camino todavía más largo. Y eso después de dar varios rodeos, de perderse a propósito, de tomar un café con leche en Plutón, de recorrer los anillos de Saturno en patín del diablo y de dormir veinte años como Rip Van Winkle, en uno de esos planetas donde las noches duran veintiún años: porque a mi me gusta levantarme temprano, cuando menos un año antes de que amanezca.”
Alejandro del Paso, recordó otras facetas artísticas de su padre, quien fue también ilustrador, pintor y escultor: “y estamos en Bellas Artes, el edificio y patrimonio más majestuoso y así es como considero la obra de mi papá: majestuosa”.
La secretaria de Cultura María Cristina García Cepeda precisó que los libros de Fernando del Paso: “son un tesoro que nos ilumina”, versaban sobre “las pasiones del ser humano” y se insertan en “el mar universal de la literatura”.
Tras ubicar a Del Paso como un escritor comprometido con la palabra inteligente, García Cepeda destacó que “siempre supo que trabajar para la cultura es hacerlo para la patria”. Por ello, agregó: “sus libros seguirán siendo infinitos”.