Centro E, una agencia policiaca poco conocida de Rusia, está suprimiendo la disidencia. Una publicación en redes sociales, por ejemplo, podría meterte en la cárcel.
Poco antes de las seis de la mañana, agentes de policía allanaron el apartamento de Daniil Markin en Barnaul, pequeña ciudad rusa a unos 3,200 kilómetros de Moscú. Al momento de la redada, en julio de 2017, el estudiante de cinematografía de 18 años no sabía por qué la policía había irrumpido en su hogar. Asegura que los agentes no se dieron prisa en explicárselo. Se limitaron a incautar sus computadoras, su smartphone y demás dispositivos electrónicos para luego llevarlo a la oficina local del Centro para Combatir el Extremismo, una división policiaca que pertenece al poderoso Ministerio del Interior ruso.
En ese momento los agentes del llamado “Centro E” le informaron de una acusación de “discurso de odio” contra los cristianos, motivada por un puñado de imágenes que Markin había reposteado o guardado en su cuenta VKontakte, la versión rusa de Facebook (también conocida como VK). La imagen más antigua era de 2013, cuando el acusado contaba con 13 años. Markin no creó alguna de las imágenes, y la mayor parte circulaba ampliamente en línea. Pese a ello, de hallarlo culpable encararía hasta cinco años de cárcel.
Los memes en línea que metieron a Markin en problemas legales podrían ser ofensivos para algunos cristianos, pero su abogado, Alexander Yeremenko, insiste en que no hay fundamentos para clasificarlos como discurso de odio. Uno mostraba el rostro de Jon Snow, el personaje de Juego de tronos, rodeado de un halo y las palabras: “¡Jon Snow ha resucitado! ¡De verdad ha resucitado!”. Las leyendas de la imagen hacen referencia a la resurrección mágica de Snow en la popular serie de HBO, y parodian el tradicional saludo de Pascua de los cristianos ortodoxos. En otra figuraban tres ángeles fumando marihuana en una pipa de agua, y Markin asegura que, mientras revisaban su cuenta de VKontakte, los investigadores reían al ver las fotos.
“Sería poco decir que me horrorizó saber de qué me acusaban”, recuerda Markin, cuyo juicio se inició en junio. Además de las acusaciones penales, el gobierno ruso lo ha inscrito en su listado de extremistas y terroristas, la cual incluye a neonazis y simpatizantes del grupo militante Estado Islámico (ISIS). Esa medida le impide usar una tarjeta de crédito, y debido a las otras restricciones financieras que aplican a todos los integrantes de la lista, no puede retirar de su cuenta bancaria más de 10,000 rublos (150 dólares) mensuales. “Guardé unas cuantas imágenes que nadie vio, y por eso me han incluido en una lista junto con individuos que matan en Irak y Siria”, protesta.
La redada en el domicilio de Markin fue parte de la creciente represión de Rusia contra la actividad en redes sociales. Según informes de Agora, un grupo ruso proderechos humanos, en 2017 las autoridades judiciales abrieron 411 acusaciones criminales contra usuarios de internet, mientras que en 2016 fueron 286 casos. Cuarenta y tres personas están purgando sentencias que abarcan desde varios meses hasta poco menos de cuatro años en prisión; y la abrumadora mayoría fue acusada de repostear e incluso guardar imágenes en los álbumes fotográficos de sus cuentas en redes sociales (como hizo Markin). La fiscalía ha implicado memes que satirizan a la Iglesia ortodoxa rusa —un aliado crucial del Kremlin—, así como imágenes que critican la intervención militar rusa en Ucrania.
Según los críticos, esas acusaciones son el siguiente paso del prolongado esfuerzo para reprimir la libertad de expresión, el cual se inició en los primeros tiempos del mandato de 18 años del presidente Vladimir Putin, cuando los principales medios noticiosos fueron sometidos al control del Kremlin.
En otro juicio, Eduard Nikitin —desempleado de 42 años y residente de San Petersburgo- encara cinco años entre rejas por la acusación de “incitar al odio” mediante una serie de imágenes y memes políticos que publicó en VKontakte. Una de las imágenes es un dibujo satírico que caracteriza a los simpatizantes de Putin como individuos ignorantes y sin educación. A principios de septiembre, Natalia Kovaleva, de 42 años y originaria de Sarátov, ciudad del Distrito federal Central, fue acusada de extremismo por publicar en redes varias canciones populares rusas que acusaban de corrupción a los tribunales locales. La policía que allanó su domicilio informa que es sospechosa de “mancillar el honor y la dignidad” de los jueces de la región de Sarátov.
Entrevistado hace poco por el sitio Web 66.ru, Alexei Bushmakov, abogado que ha defendido a sospechosos de extremismo, conjeturó: “Creo que pretenden acusar a las personas… que asisten a manifestaciones en apoyo de [el líder opositor, Alexei] Navalny”.
Centro E cuenta con unos cien empleados en Moscú, y varios centenares más en todo el país. Creado en 2008, dicho centro no siempre se ha dedicado a sofocar la disidencia política en línea. A fines de los años 2000, sus agentes desempeñaron un papel importante en la desintegración del movimiento “poder blanco” de Rusia, y encarcelaron a gran cantidad de ultranacionalistas violentos. “Encerraron a centenares de esos individuos”, comenta Alexander Verkhovsky, director del Centro Sova de Moscú, organización no lucrativa proderechos humanos que vigila el extremismo. “Ese trabajo solía ser peligroso; muy distinto de pasar el día revisando VKontakte”.
Ahora, los activistas de la oposición rusa han dado en describir a los agentes del Centro E como Ojrana, denominación de la policía secreta del periodo zarista. La inmensa mayoría de las acusaciones tiene que ver con publicaciones en VKontakte, más que en las redes sociales occidentales. Los críticos afirman que esto se debe a que la compañía rusa no tiene empacho en entregar información de sus usuarios a las autoridades. Si bien VKontakte ha respondido que no tiene más opción que cooperar con la policía, Mail.Ru —la compañía matriz— ha pedido que el reposteo de contenidos “extremistas” sea descriminalizado, y clama por una amnistía para todos los convictos. De igual manera, se ha comprometido a introducir una opción para que los usuarios de VKontakte vuelvan completamente privados sus contenidos.
Entre tanto, siguen apareciendo casos. Otros argumentos para las acusaciones de extremismo han incluido memes o imágenes de símbolos nazis, no obstante el contexto de la publicación. Hasta hace cuatro años, era delito postear símbolos del Tercer Reich con la intención de promover el nazismo; mas esa limitación fue eliminada en 2014, como medida para combatir lo que las autoridades rusas consideraban “intentos de rehabilitar el nazismo”. Así, allanaron el camino para lo que los críticos llaman acusaciones absurdas.
En un caso, la policía del Distrito Central de Rusia acusó a un hombre que dio “me gusta” a un cartel promocional de la película hollywoodense Historia americana X, debido a que la imagen contiene una esvástica. Pero el filme —que estelariza Edward Norton, en el papel de un skinhead violento que se reforma en prisión— no ha sido proscrito en Rusia e incluso se ha proyectado en la televisión estatal. En otro caso, un joven de 16 años, simpatizante de la oposición, fue enjuiciado porque, en un álbum de VKontakte, guardó la imagen de una esvástica levógira: el símbolo budista de la luz y la paz. Aunque los dos sospechosos terminaron pagando multas pequeñas, los críticos insisten en que las acusaciones pueden tener repercusiones importantes en sus vidas.
“En teoría, algunas leyes contra el extremismo son positivas, pues van dirigidas a combatir el racismo y la discriminación”, comenta Dmitry Dzhulai, exagente de policía que trabajó en el Centro E entre 2014 y 2016. “Sin embargo, han empezado a utilizarse contra individuos que las autoridades desaprueban; como activistas políticos y personajes de la oposición”.
Dzhulai y otros exempleados del Centro E revelaron a Newsweek que la represión política no es la única razón de que haya aumentado la cifra de internautas que enfrentan acusaciones de extremismo. Explican que un factor importante es la presión implacable que ejerce el alto mando del Centro E, exigiendo cuotas de arrestos cada vez más altas. Por su parte, los jefes de policía no objetan los métodos que usan los agentes para cubrir dichas cuotas (Centro E no respondió a nuestra petición de comentarios).
“La postura oficial es que no hay un sistema de cuotas, pero cada año descubren más crímenes que el año anterior”, informa Dzhulai, quien ahora ejerce la abogacía en Moscú. “El método más fácil y rápido es utilizar un motor de búsquedas para detectar los memes y demás tonterías que escriben los usuarios de VK”. Esa búsqueda suele resultar en redadas policiales y acusaciones criminales.
“Son meras estadísticas por el afán de las estadísticas”, interpone Vladimir Vorontsov, otro exagente del Centro E entrevistado en Moscú. Agrega que, al principio, las autoridades rusas redactaron leyes contra el extremismo para contener a la disidencia; pero ahora, desesperados por satisfacer a sus jefes, los empleados del Centro E aplican esas leyes de manera casi aleatoria.
Vorontsov recuerda: “Cuando trabajaba en el Centro E, la gente no manifestaba opiniones personales sobre el trabajo. Solo decían: ‘Bueno, así es mi empleo y haré lo que me ordenen’. Los empleados no encuentran embarazoso pasarse el día registrando la internet. Solo les importa mantener contentos a los jefes y no vacilan en poner en riesgo la vida y la libertad de los demás”.
Los agentes del Centro E no son los únicos que navegan en la web en busca de sospechosos de extremismo. “Recibimos muchas quejas anónimas”, dice Dzhulai. “También denuncias de personas que han discutido en línea con alguien y quieren vengarse”. Dice que esta práctica se originó en la era soviética, cuando podías denunciar a tus parientes o vecinos por actividades o comentarios “anticomunistas”.
De manera inevitable, la represión ha ocasionado que la ciudadanía rusa piense dos veces antes de publicar en línea, sobre todo en VKontakte. “Trato de no preocuparme, pero tengo siempre presente que podría enfrentar acusaciones por algo que posteo o reposteo”, confiesa Yelena, trabajadora de caridad de 33 años, quien pidió omitir su apellido. Este creciente temor está ocasionando que aumente la ira.
“Muchos temen que ellos y sus hijos puedan convertirse en víctimas, pues consideran que las leyes son injustas y que las agencias de seguridad las aplican en interés propio”, añade Andrey Petsev, analista del Centro Carnegie, comité moscovita de expertos. “Aquí surge una interrogante inevitable: ¿por qué usan memes para encarcelar a la población y suspenden las sentencias de los funcionarios corruptos? Cada vez más personas se plantean esto, y el único culpable es el Kremlin”.
El mismo Putin parece tener inquietudes. En junio, durante una sesión de preguntas y respuestas, el mandatario ruso dijo que “los culpables deben rendir cuentas”, aunque advirtió que existía el riesgo de que el Centro E esté persiguiendo algunas acusaciones hasta un extremo “absurdo”. El 3 de octubre, Putin introdujo propuestas parlamentarias para descriminalizar los reposteos “extremistas”. No obstante, de ser aprobadas, las enmiendas presidenciales aún permitirían que los tribunales impongan sentencias de hasta 15 días de cárcel por la actividad en las redes sociales.
Por lo pronto, Markin, el estudiante de cinematografía, tiene que asimilar la posibilidad de que podría pasar entre rejas los primeros años de su veintena; todo por una gracejada irreverente con un personaje de Juego de tronos. “Rusia está matándome; de manera lenta, pero segura”, lamenta. “Lo peor es que esto podría ocurrirle a cualquiera en la Rusia de Putin”.
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Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek