Una nueva investigación afirma que la ciencia está más próxima a desarrollar una vacuna contra el acné.
En un artículo publicado en la revista Journal of Investigative Dermatology, un equipo de científicos demostró, por primera vez, que es posible reducir la inflamación de las lesiones que causa el acné utilizando un tipo de célula que produce el cuerpo como respuesta a una toxina que secretan ciertas bacterias de la piel.
Si bien no es una amenaza para la vida, el acné puede tener un fuerte impacto en el bienestar mental de los afectados, debido a que es un padecimiento difícil de ocultar. La aparición de las lesiones puede provocar angustia, disminuir la autoestima y, en casos extremos, conducir a la depresión e incluso, dar origen a ideaciones suicidas.
Aunque el acné aparece comúnmente en la adolescencia -un periodo crítico en el desarrollo físico, emocional y social de un individuo-, las lesiones y las cicatrices pueden persistir hasta la adultez.
“Una vez validado mediante un ensayo clínico en gran escala, el impacto potencial de nuestro hallazgo será enorme para cientos de millones de personas que padecen de acné vulgar”, afirmó en una declaración el Dr. Chun-Ming Huang, profesor adjunto de medicina en el Departamento de Dermatología de la Universidad de California en San Diego, y miembro del Departamento de Ciencias e Ingeniería Biomédica en la Universidad Central Nacional de Taiwán.
Hasta el momento, los medicamentos para combatir el acné -como retinoides y antibióticos- han sido deficientes, y también se han asociado con efectos secundarios graves, como resequedad e irritación de la piel, defectos congénitos, depresión e ideaciones suicidas.
“Las opciones terapéuticas actuales pocas veces son efectivas o tolerables para gran parte del 85 por ciento de los adolescentes y los más de 40 millones de adultos estadounidenses que sufren de esta enfermedad inflamatoria multifactorial”, prosiguió Huang. “Hacen mucha falta terapias nuevas, seguras y eficaces”.
Los científicos sugieren que, a futuro, una vacuna podría atacar a la bacteria llamada Propionibacterium acnes, la cual es muy abundante en la piel humana y se cree que desempeña una función importante en el desarrollo del acné.
En su artículo, el equipo revela que la toxina que secreta P. acnes, conocida como factor Christie-Atkins-Munch-Peterson (CAMP), puede ocasionar inflamación de los tejidos animales.
Así mismo, demuestran que es posible utilizar anticuerpos (células inmunológicas que neutralizan a los patógenos) específicos para CAMP, a fin de reducir la inflamación tanto en ratones como en células cutáneas humanas cultivadas.
Los nuevos resultados apuntan a que el factor CAMP es un objetivo prometedor para las terapias contra el acné. Esta observación tiene especial relevancia porque, hasta ahora, no se había relacionado dicha toxina con el desarrollo del acné.
Con todo, a pesar de su participación en la enfermedad, P. acnes también desempeña una función importante para conservar el equilibrio de todas las bacterias que viven en la piel (microbioma) y que son fundamentales para la salud cutánea, pues -por ejemplo- impiden la invasión de otros patógenos.
En la opinión del Dr. Emmanuel Contassot, de la Universidad de Zúrich, Suiza, cualquier terapia dirigida contra P. acnes debe asegurar que no se pierda por completo el equilibrio de las bacterias de la piel.
“Aunque responden a una necesidad médica insatisfecha y brindan una estrategia atractiva, las inmunoterapias dirigidas contra factores derivados de P. acnes deben diseñarse con mucho cuidado para evitar un desequilibrio indeseable en el microbioma que garantiza la homeostasis de la piel”, escribió Contassot en un comentario acompañante.
“Hay que determinar si las vacunas dirigidas contra el factor CAMP impactarán en múltiples subtipos de P. acnes. No obstante, la inmunoterapia para el acné es una posibilidad interesante que debe explorarse”.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek