La supervivencia de las abejas está en peligro. Algunas especies están muriendo a un ritmo insólito, y se cree que los causantes podrían ser los tóxicos químicos agrícolas. Sin embargo, estos insectos enfrentan muchas otras amenazas, y parece que el cambio climático podría ser la gota que colmará el vaso de algunas especies de abejas. Pues, según afirma una nueva investigación, si la Tierra sigue calentándose y las abejas no encuentran la manera de adaptarse, algunas poblaciones podrían extinguirse.
Un equipo de científicos descubrió que, al calentar sus ambientes, entre 30 y 70 por ciento de las abejas albañiles moría. Esto significa que si las temperaturas siguen aumentando, la tasa de muerte de las poblaciones de abejas podría ser mucho más acelerada y los ecosistemas de todo el mundo se verían afectados, afirmó Paul CaraDonna, ecologista de la Universidad Northwestern.
“Fue un hallazgo muy aleccionador. No es una buena noticia para esta abeja”, declaró CaraDonna para Newsweek.
A lo largo de dos años, CaraDonna y un equipo de investigadores trabajaron en la sierra de Santa Catalina, en Arizona, donde llevaron a cabo un experimento que pretendía simular el impacto que tiene el cambio climático en las abejas. Para ello, construyeron 90 cajas de anidación, cada cual con una capacidad máxima de 15 abejas. Los científicos usaron pintura blanca reflejante para pintar un primer grupo de cajas que simulaba un ambiente más fresco, semejante al de la década de 1950; luego, cubrieron un segundo conjunto de cajas con barniz transparente para usarlas como controles del estudio.
Por último, pintaron de negro al grupo de cajas restante para simular el clima previsto para los años 2040 a 2099. Con el simple hecho de pintarlas de negro, esas cajas absorbían más energía radiante, la cual calentaba el interior y a las abejas que las ocupaban. Las abejas vivieron en esos ambientes alterados desde el inicio del desarrollo larvario hasta la metamorfosis y su madurez. Los hallazgos del estudio fueron publicados el jueves 28 de junio en Functional Ecology, la revista de la Sociedad Ecológica Británica.
“En condiciones más frescas o normales, murieron muy pocas abejas; pero murieron bastantes más cuando el temperatura ambiental aumentó un par de grados en promedio”, reveló CaraDonna. “Me sorprendió mucho ver que, en esos [dos] años, hubo muchas abejas que no sobrevivieron”.
Las abejas que sobrevivieron al calor se volvieron más pequeñas, perdieron mucha de su grasa corporal y sufrieron a resultas de trastornos en la hibernación. Esos resultados sugieren que las abejas supervivientes no son saludables y podrían tener serias dificultades para encontrar alimento o aparearse.
“Es posible que, en el futuro, las poblaciones locales de abejas se extingan debido al cambio climático”, sentenció CaraDonna, quien también es investigador del Jardín Botánico de Chicago, un centro científico para la conservación.
Endémica del oeste de Estados Unidos y el norte de México, la abeja albañil del estudio -también llamada “abeja azul de los arándanos”- pertenece a la especie Osmia ribifloris. Este insecto en particular construye sus nidos dentro de orificios y grietas de los tocones de árboles muertos. Así mismo, es un polinizador primario de los arbustos de la especie Arctostaphylos que florecen en los desiertos (conocidos con el nombre común de manzanita), de manera que podría tener un impacto muy grande en dicho ecosistema.
“Los polinizadores endémicos son un factor muy importante para que la naturaleza funcione sin tropiezos”, prosiguió CaraDonna. “Se calcula que cerca de 90 por ciento de todas las plantas de floración se benefician de la polinización animal. Esto asciende a más de 300,000 especies vegetales en todo el mundo”.
Si bien las abejas albañiles usadas en el experimento no polinizan cultivos agrícolas, es posible que las temperaturas crecientes también afecten a otras poblaciones de abejas. Mediante un efecto de cascada, la muerte de las abejas podría resultar en daños para la vida humana, ya que perjudicaría nuestros sistemas agrícolas, previno CaraDonna.
“Cuando metes mano a todos estos factores, hay muchas consecuencias que pueden interrumpir el funcionamiento de los ecosistemas naturales y eso, a la larga, puede precipitar una cascada que también afectará a los humanos”, concluyó.