Es 12 de marzo de 1971. Palacio Nacional. El presidente Luis Echeverría recibe en su despacho a cinco funcionarios del gobierno poco antes de la medianoche. La reunión se convocó con carácter de urgente. Sin más preámbulo, y en torno al presidente, los funcionarios reciben un informe de inteligencia que se disponen a leer con detenimiento.
El legajo de documentos contiene fotografías y nombres de empleados de la embajada rusa y un análisis detallado en donde se les vincula con una conjura concebida en Moscú, planeada y ejecutada por el KGB, el antiguo servicio de espionaje de la Unión Soviética.
—Debemos actuar con energía —dijo Echeverría mientras dejaba el expediente en su escritorio.
El procurador Julio Sánchez Vargas le respondió al presidente que se tomarían las medidas necesarias para neutralizar las intenciones de los rusos.
—Pegue contra la embajada, señor procurador. Todo se fraguó allí, no olvidemos a Netchiporenko. Es el número uno. Tenemos las pruebas —terció el oficial de inteligencia que había entregado el informe minutos antes.
Oleg Maksimovich Netchiporenko era considerado uno de los más eficaces agentes del KGB designados en la embajada rusa en México. En los informes entregados a Echeverría se describía a Netchiporenko como hábil y peligroso, con un fluido español y sin acento extranjero y se le reconocía como el mejor agente del KGB en América Latina.
Desde que llegó a México, en 1961, Oleg Netchiporenko operó desde una oficina ubicada en el tercer piso de la embajada en donde se fraguaban las operaciones del KGB. El organismo de espionaje ruso consideraba esa oficina como una de las cinco más importantes fuera de territorio soviético.
El agente Oleg pronto se vio inmerso en la guerra secreta que mantenían en México los servicios de espionaje cubanos en contra de los exiliados anticastristas. Pero fue su trabajo en el reclutamiento de universitarios lo que interesó al gobierno mexicano. Los servicios de inteligencia lo señalaban como el hombre que fraguó la formación de guerrillas en México desde los años 70 tras reclutar y enviar a jóvenes estudiantes a la Universidad Patricio Lumumba en Moscú.
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Los servicios de inteligencia mexicanos conocían bien a Oleg Maksimovich Netchiporenko, y para cuando se le presentó el informe de la conjura soviética a Echeverría, ya le habían ganado algunas batallas al espía.
Un año antes, en febrero de 1970, el espionaje mexicano había dado un fuerte golpe a Oleg y al KGB tras reclutar a Raya Kiselnikova, la joven viuda de un físico soviético y confidente en México de Netchiporenko.
Un año después, en febrero de 1971, los servicios de inteligencia mexicanos descubrieron una célula de jóvenes guerrilleros que pertenecían a un grupo que había incentivado Oleg, denominado Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR).
El informe presentado a Echeverría un mes después, el 12 de marzo, incluía testimonios, confesiones e información sobre un plan de subversión que vinculaba a células guerrilleras con la embajada soviética y en particular con Oleg Maksimovich Netchiporenko, el gran artífice del plan.
El 15 de marzo el gobierno mexicano anunció más detenciones y aseguró que la cacería de guerrilleros continuaba. Y el 17 de ese mismo mes, el gobierno de Luis Echeverría ordenó a su embajador que abandonara Moscú.
A la mañana siguiente, el canciller Emilio Rabasa expulsó a cinco diplomáticos de la embajada soviética en México, entre ellos Oleg Netchiporenko, que salió del país el 21 de marzo rumbo a las oficinas centrales del KGB en Moscú.
La historia, que tensó las relaciones diplomáticas entre México y la entonces Unión Soviética en la década de 1970, forma parte de un expediente desclasificado por el servicio de inteligencia mexicano al que tuvo acceso Newsweek en Español.
El legajo de 355 fojas, denominado “Comité para la Seguridad del Estado (Komitet Gosudârstvennoy Bezopásnosti-KGB)”, describe con detalles una de las preocupaciones más apremiantes del gobierno en esos años, cuando se emprendió una cacería de diplomáticos y agentes rusos en territorio mexicano.
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El interés por Rusia, detonado en últimas fechas por la trama de la injerencia del gobierno de Vladimir Putin en las elecciones norteamericanas para beneficiar a Donald Trump, y extendida en Europa por las denuncias de interferencia en países como Alemania, Inglaterra, Francia y Holanda, no es nuevo para México.
Desde los años 70, las agencias de inteligencia de México y Rusia se han medido en un juego de espías que ha tenido como saldo la tensión entre ambos gobiernos.
Expedientes desclasificados por el gobierno mexicano dan cuenta de la guerra secreta que se ha mantenido con los organismos de inteligencia rusos.
En un informe de mayo de 1977, el entonces titular de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), Javier García Paniagua, daba detalles sobre la guarida de agentes soviéticos en Paseo de la Reforma número 27, en Ciudad de México, un edificio que albergaba una mueblería, identificada como “agencia del KGB”.
En un documento fechado el 27 de noviembre de 1978 y clasificado entonces como “secreto”, la DFS daba cuenta de cómo un funcionario mexicano había sido reclutado como un “contacto de confianza” por los servicios de inteligencia cubanos y utilizado como “agente” por el KGB.
Daniel de la Pedraja y Muñoz era funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y había trabajado en las embajadas de Pekín y La Habana. “A principios de noviembre de 1973, el sujeto fue identificado como uno de los nueve individuos que habían estado bajo fomentación (sic) desde 1972 por funcionarios de la embajada cubana estacionados en México. De 1971 hasta su asignación en Pekín, el sujeto había estado en frecuente contacto con Oleg Sergeyevich Korolev, un funcionario del KGB”, se lee en el informe desclasificado del servicio de inteligencia mexicano.
En un apartado del informe se menciona que el entonces embajador de México en Cuba, Ernesto Madero Vázquez, había sido “reclutado” en 1953 en Moscú por “un alto funcionario del KGB”. El diplomático había trabajado en la embajada mexicana en la URSS entre 1953 y 1962.
En un documento fechado en 1979, los espías mexicanos colocaron en su punto de mira a Vladimir Khalyutin, identificado como el cerebro del KGB en el país. “El jefe del KGB soviético en México es Vladimir Grigoryevich Khalyutin, quien llegó a Ciudad de México el 21 de octubre de 1974. Khalyutin es un alto funcionario de carrera del KGB que reemplazó a Igor B. Korolev”.
“La especialidad de Khalyutin es la manipulación de la prensa y estar a cargo de los agentes secretos del KGB en el país”, dice el informe. En un apartado del memorando se asegura que el espía mantenía contactos con miembros del partido oficial. “Se sabe que tiene contacto con políticos dentro del PRI, pero limita esas relaciones para mantener un perfil bajo”.
Al final del informe se mencionan los nombres de dos personas identificadas con el Partido Revolucionario Institucional que mantenían contacto con el jefe del espionaje soviético: el “Lic. Gaitán” y “Vicente Ruiz Furlong”.
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La cacería de espías rusos por parte de los agentes de inteligencia mexicanos se mantuvo hasta los años 80. En un informe fechado el 25 de octubre de 1982, elaborado por el “Departamento C-047” de la Dirección Federal de Seguridad, se detalla la vigilancia que mantuvieron durante siete días sobre Oleg Malov, identificado como “miembro del servicio de inteligencia soviético”, desde su llegada a México el 19 de octubre hasta su partida a Panamá.
Poco más de mes y medio después, el 17 de diciembre de 1982, la DFS reportó la llegada al país desde el 10 de diciembre de Leonid Sergueievich Zaitsev, identificado como un “miembro importante del KGB”. Sin embargo, el último día de su estancia en México, los agentes mexicanos no lograron identificar a uno de los contactos con los que se reunió el espía soviético.
El 22 de abril de 1983, la DFS elaboró un informe sobre las actividades de agentes del KGB en México. “En los últimos meses se ha detectado la llegada a nuestro país de una mayor cantidad de diplomáticos soviéticos, los cuales llegan con visas de 7, 15 y 30 días y nunca mencionan el motivo de su viaje, pero a los cuales se les ha observado en muchos lugares de la ciudad que por sus características no se justifican como lugares de visita para diplomáticos extranjeros”.
“Muchos de los diplomáticos soviéticos asignados a su embajada en nuestro país tienen antecedentes de pertenecer al servicio de inteligencia soviético (KGB) y de haber sido detectados en otros países donde residieron, realzando actividades ajenas a su trabajo de diplomáticos”, se lee en el memorando de la DFS.
El informe toma como ejemplo el caso de Igor I. Shuryguin, entonces primer secretario en Asuntos Culturales en la embajada rusa en México, a quien se le acusó en España durante sus estancia en ese país de haber realzado “actividades ajenas al cargo diplomático que ocupaba”.
En el documento se mencionan las visitas al país que había realizado Oleg Malov. “Por el conocimiento que se tiene de la manera de operar de agentes extranjeros, podemos pensar que Oleg Malov está viniendo a nuestro país a establecer contactos con agentes de inteligencia y también para establecer una zona para sus operaciones clandestinas”.
En un informe de julio de 1984, la DFS destacó como prácticas del KGB “la guerra psicológica y el espionaje”, y señaló como método para contrarrestar sus actividades “operar en forma similar”.
El 13 de marzo de 1979, el entonces director de la DFS, Miguel Nazar Haro, advertía en uno de los informes desclasificados por el gobierno sobre el uso de la propaganda rusa. “Con relación a la propaganda de la Unión Soviética, se observa que continúa incrementando el uso de sus embajadas”.
El recelo en la comunidad de inteligencia del gobierno mexicano por las actividades de los agentes del Kremlin en México no ha cesado desde entonces.
“Investiguen el número de personal diplomático acreditado en la embajada rusa; cada año aumenta sin justificación”, advirtió recientemente un exfuncionario del Centro de investigación y Seguridad Nacional (Cisen), el organismo que reemplazó a la Dirección Federal de Seguridad a finales de los 80.