La primera edición de Action Comics salió a la venta el 18 de abril de 1938, y el mundo conoció entonces a Superman. Creado por Jerry Siegel y Joe Shuster —dos muchachos de Cleveland—, el personaje era tan notable, tan evocador, tan revolucionario, que conectó de inmediato con los lectores (niños y adultos por igual), cambiando la suerte de la humilde revista de historietas y dando origen a un nuevo concepto: el superhéroe. Sin la imaginación de Siegel y Shuster, sin Superman —de hecho, sin Action Comics—, el paisaje de la cultura estadounidense habría sido un espacio mucho más insulso.
Transcurridos 80 años, Action Comics sigue haciendo historia: la edición 1,000 llegará a los quioscos el 18 de abril. Y para coincidir con ese hito, el editor —DC— lanzará un libro con portada dura: Action Comics # 1000: 80 Years of Superman. Con curaduría de Paul Levitz, antiguo escritor y editor de DC (y responsable de 75 Years of DC Comics: The Art of Modern Mythmaking), la edición incluirá una historia de Superman jamás publicada, con una extensión de 12 páginas y escrita en 1945, ilustrada por los artistas del estudio de Shuster y con la probable autoría de Siegel. Levitz dijo que sus representantes legales encontraron cheques que demuestran que pagaron a Siegel por el manuscrito, pero más allá de eso, nadie puede verificar la autoría. “Hemos sido cuidadosos en la manera de expresarnos”, previene Levitz. “No hay registros que valgan un comino”.
La inclusión de la historia es un homenaje póstumo al dúo responsable de lo que se ha convertido en una obra seminal. “En toda la historia de la literatura, solo hay cinco personajes de ficción que todo hombre, mujer y niño del planeta conocen”, escribió el autor de ficción, Harlan Ellison, en 1988. “Mickey Mouse, Sherlock Holmes, Tarzán, Robin Hood… y Superman”.
Y, no obstante, Siegel y Shuster (fallecidos, respectivamente, en 1996 y 1992) fueron timados como pocos: primero, por DC; y después, por un sistema de justicia inflexible que se ocultaba detrás de las leyes de derechos de autor. La versión de su historia en tres cuadros: la pareja recibió 130 dólares por su idea original de Superman; pasó décadas peleando por sus derechos como creadores de Superman; y quedaron al borde de la ruina antes de recibir, finalmente, una pensión del editor, junto con la restauración de sus créditos de autores.
La triste historia de Siegel y Shuster con Superman —y la imposibilidad de cosechar los frutos de su éxito— se transformó en repudio por el personaje. Pero “en años posteriores —señala Levitz—, los alegró que esta cosa —un momento de su infancia y luego, de muchos años de trabajo como hombres hechos y derechos— siguiera viva, y que pudieran tener un asiento de primera fila para constatar el interés del público”.
Ocho décadas después de que Action Comics número 1 volara de los puestos de revistas, nuestra relación con Superman se ha vuelto compleja. En una época de gran ironía, la seriedad de Kal-El se antoja muy aburrida: no es lo bastante sombrío. Es innecesario. Peor aún, es aburrido.
Craso error, todo ello. Solo pregunta al niño que encuentra confianza amarrándose una toalla roja al cuello. O al inmigrante que descubre un alma gemela en el refugiado que escapó del agonizante planeta Kriptón. O al soldado que lleva al Hombre de Acero como mascota a prueba de balas. “Superman es todos nosotros”, escribió el autor Ray Bradbury, en 1987. “Y nosotros somos Superman”. Al cabo de 30 años, eso aún es cierto.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek