
Una impactante instalación artística sorprendió este lunes a diplomáticos y transeúntes frente a la sede de la ONU en Ginebra: una réplica de El pensador, de Auguste Rodin, sepultada bajo una montaña de residuos plásticos. Botellas, envases, redes de pesca y juguetes rodean la escultura en una metáfora visual potente del costo ambiental que cargan las futuras generaciones.
La obra, titulada La carga del pensador, es una creación del artista y activista canadiense Benjamin Von Wong, y estará en exhibición durante los diez días que durarán las negociaciones para el primer tratado internacional jurídicamente vinculante destinado a frenar la contaminación por plásticos.
El mensaje es claro y urgente: el plástico no solo está en los océanos, sino también en el cuerpo humano, en la cadena alimentaria y en el aire. El pensador, en esta versión, sostiene un bebé deteriorado en una mano y botellas aplastadas en la otra, como símbolo del dilema ético y sanitario que enfrenta la humanidad.
Las negociaciones —que se celebran del 5 al 14 de agosto— reúnen a representantes de los 193 países miembros de la ONU, con el objetivo de retomar el proceso tras el estancamiento en Busan, Corea del Sur, en diciembre pasado.
“Si queremos proteger la salud, debemos pensar en los productos químicos tóxicos presentes en el medio ambiente”, advirtió el artista. “Esperamos un tratado fuerte y ambicioso. No solo por nuestra generación, sino por todas las generaciones futuras”.
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el mundo genera más de 430 millones de toneladas de plástico cada año, y más de dos tercios terminan como desechos persistentes en ecosistemas terrestres y marinos.
La urgencia del tratado no es solo ambiental, sino sanitaria: estudios recientes han demostrado que los microplásticos están presentes en la sangre, la placenta humana y hasta en los pulmones, lo que despierta crecientes preocupaciones por su efecto en la salud.
Para que el tratado tenga un impacto real, organizaciones ambientalistas piden que incluya límites obligatorios a la producción de plásticos vírgenes, la eliminación de químicos tóxicos en su fabricación, y restricciones a los plásticos de un solo uso.
Mientras los negociadores deliberan en Ginebra, El pensador —hundido en basura— observa en silencio, recordando que la solución no solo está en la legislación, sino en la voluntad colectiva de cambiar el rumbo del planeta. N
(Con información de AFP)