¿Alguna vez te ha ocurrido que, mientras vas en el transporte público o estás relajándote en la sala de tu casa, comienzas a imaginar situaciones, rostros u objetos? Es algo completamente humano. Estas “imágenes mentales” surgen a partir de una mezcla de recuerdos, experiencias previas y conocimientos que nuestro cerebro guarda. Pero entonces, ¿cómo logramos diferenciar entre lo que imaginamos y lo que realmente vemos?
Aunque las imágenes reales y las imaginadas se procesan en las mismas áreas del cerebro, la mayoría de las personas puede distinguir entre ambas. De hecho, neurocientíficos descubrieron dos regiones cerebrales clave encargadas de separar la fantasía de la realidad, según un estudio publicado el 5 de junio en Neuron y citado por Nature.
“Ser capaz de separar el mundo interior de la realidad es muy útil para el funcionamiento normal de la vida diaria, pero este es algo que sí falla en la psicosis y la esquizofrenia”, apunta Nadine Dijkstra, coautora del estudio y neurocientífica cognitiva del University College de Londres, Reino Unido.
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Para el estudio, los investigadores desarrollaron un método para explorar el límite de la capacidad de las personas para distinguir imágenes reales de las imaginarias. Esto consistió en mostrar a voluntarios rayas blancas y negras de transparencia variable sobre un fondo similar a la estática de la televisión. En algunos ensayos, los científicos pidieron a los participantes que imaginaran las rayas mientras observaban la imagen y que informaran si realmente las veían y, de ser así, qué tan vívidas eran.
“LA GRAN IMAGINACIÓN DE NUESTRO CEREBRO”
Cuando los participantes pensaban que las rayas eran más vívidas, era más probable que las reportaran como reales, independientemente de si las rayas realmente estaban ahí.
Para correlacionar las observaciones de los participantes con la actividad cerebral, los investigadores tomaron imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf) de los involucrados mientras observaban las imágenes con y sin franjas. Las imágenes de IRMf, que se basan en el seguimiento de los cambios en el flujo sanguíneo como indicador de la actividad cerebral, mostraron que la actividad en una región llamada circunvolución fusiforme presentaba una alta correlación con la intensidad de las franjas.
“La circunvolución fusiforme procesa información visual de alto nivel, pero se desconocía su papel para distinguir las imágenes imaginarias de la realidad”, dicen los autores.
En tanto, la ínsula anterior, otra región central para el procesamiento y la gestión de la información, mostró actividad solo cuando el participante consideró que las rayas eran reales. Sin embargo, Dijkstra señala que se necesitan más estudios para confirmar el grado de participación de la ínsula anterior en la separación de las imágenes imaginarias de la realidad.
Para los autores, este artículo es un primer paso importante para desenredar la percepción y la imaginación. Y ahora, ¿qué viene? Los próximos estudios, según los investigadores, deben tener en cuenta otros procesos cognitivos. Por ejemplo, “si la atención de un participante se desvía cuando se muestran las rayas durante el experimento, podría informar incorrectamente que la imagen no era real”, agrega Nadine Dijkstra.
Dijkstra y Thomas Naselaris, neurocientífico de la Universidad de Minnesota Twin Cities, coinciden en que sería valioso analizar la actividad cerebral en estas dos regiones utilizando imágenes más complejas, como rostros y escenas. Esto permitiría obtener una comprensión más profunda de cómo opera este mecanismo en el procesamiento visual de la realidad, especialmente en personas que experimentan alucinaciones visuales. N