Durante la última década, las siglas DEI —diversidad, equidad e inclusión— se convirtieron en parte habitual del lenguaje corporativo y educativo en Estados Unidos. Lo que comenzó como una respuesta al movimiento por los derechos civiles de la década de 1960 y se acentuó con los llamados de justicia racial tras el asesinato de George Floyd en 2020, en Powderhorn, Mineápolis, era una estrategia clave en recursos humanos, gestión del talento y reputación empresarial.
Sin embargo, hoy en día el panorama ha cambiado. Aunque muchos sectores siguen apostando por la inclusión, los programas DEI enfrentan un momento de inflexión entre sus importantes logros y la creciente reacción política y cultural en contra, la cual se ha revigorizado bajo el impulso del presidente Donald Trump, quien le ha declarado la guerra a los términos de diversidad, equidad e inclusión por considerar que se trata de políticas “discriminatorias”.
Las políticas DEI tienen como objetivo declarado promover la igualdad de oportunidades considerando diferentes criterios, especialmente en el proceso de reclutamiento. Algunos de ellos son el origen étnico, el género, la discapacidad y la orientación sexual.
En los últimos años, empresas como Google, Microsoft y JPMorgan Chase adoptaron con entusiasmo las políticas DEI e invirtieron millones de dólares en capacitaciones, contratación diversa y la creación de equipos dedicados exclusivamente a fomentar la equidad interna. En tanto, en varias universidades proliferaron las “diversity offices”, las campañas de sensibilización y los cursos centrados en temas de justicia social.
Sin embargo, al mismo tiempo el acrónimo DEI se convirtió en una de las dianas de la derecha estadounidense, la cual considera que estas políticas en realidad fomentan la discriminación mediante el establecimiento de cuotas y en detrimento del mérito. “DEI no es más que otra palabra para decir racismo”, soltó Elon Musk el año pasado, incluso antes de apoyar a Donald Trump y a partidos europeos de extrema derecha.
En tanto, nada más regresar a la Casa Blanca, el nuevo presidente republicano firmó un decreto que declara “ilegales” los programas y políticas “DEI” dentro del Estado federal. Así, todos los funcionarios y empleados de estos programas fueron puestos bajo licencia administrativa forzada antes de ser despedidos “en 60 días”. Y se envió una circular a distintos ministerios que pide denunciar cualquier intento de ocultar programas de este tipo.
El decreto firmado por Trump se vio como la concreción de una lucha de la derecha que comenzó a gestarse con más ahínco en 2023, cuando se consolidó su resistencia organizada. Legislaturas estatales en Florida, Texas y otros estados liderados por el Partido Republicano promovieron leyes para limitar o eliminar programas DEI en universidades públicas. Su alegato fue que estas iniciativas generan división, imposición ideológica y discriminación inversa.
MEDIDAS Y CONTRAMEDIDAS A LOS PROGRAMAS DEI
Al mismo tiempo, varias empresas tecnológicas redujeron o eliminaron sus departamentos DEI en medio de despidos masivos y cambios estratégicos. Según datos de Revelio Labs, 2024 fue el primer año en el sector privado en que hubo una caída significativa en puestos laborales asociados con DEI.
“Las instrucciones del presidente Trump son claras: no más DEI en el Departamento de Defensa”, declaró en su momento el nuevo jefe del Pentágono, Pete Hegseth, en la red social X. El Pentágono lo cumplirá “de inmediato”, añadió este exmilitar y presentador de Fox News.
Mike González, investigador del centro de reflexión conservador Heritage Foundation, elogió el “desmantelamiento sistemático” de las políticas DEI en la administración estadounidense. Porque ponerle fin “era una promesa de campaña de Trump, una que los votantes exigían”, explicó. La Casa Blanca invoca “la promesa constitucional de una igualdad indiferente a la raza” y la promoción del “mérito”.
No obstante, para los partidarios de las políticas DEI, Donald Trump pone en peligro la lucha contra las discriminaciones. La poderosa asociación ACLU de defensa de los derechos civiles denunció “los esfuerzos deliberados” del republicano para “sembrar la confusión” e “instrumentalizar” las leyes antidiscriminación existentes. Sus decretos “buscan intimidar a todos los empleadores” privados o públicos, utilizando “términos vagos y amenazantes para crear miedo” y forzarlos a abandonar sus programas, argumentó la ACLU.
LA INCLUSIÓN BAJO LA MIRADA DE TRUMP
En respuesta a las acciones emprendidas por la derecha, muchas organizaciones están reformulando su enfoque. El término DEI comienza a ser reemplazado por expresiones como “cultura organizacional saludable”, “igualdad de oportunidades” o “bienestar integral”. El objetivo es mantener los principios sin detonar alarmas en contextos políticamente tensos.
Por el lado contrario, más allá del ámbito educativo o administrativo, la ofensiva se ha extendido a las empresas privadas. Meta, Amazon, Target, Walmart, McDonald’s, Ford y Harley-Davidson, por ejemplo, han anunciado poner fin a sus programas DEI en parte o en su totalidad.
“El panorama jurídico y político en torno a los esfuerzos de diversidad, equidad e inclusión en Estados Unidos está cambiando”, explicó Meta a principios de enero en una nota interna. La empresa matriz de Facebook, WhatsApp e Instagram confirmó así el giro tomado por su fundador y jefe, Mark Zuckerberg, visto días después en las primeras filas de la ceremonia de investidura de Donald Trump.
“Los ataques políticos a la diversidad, la equidad y la inclusión (DEI) pasan por alto una verdad simple: lejos de privilegiar a unos pocos, estos valores crean una sociedad mejor para todos, donde todos podemos sentirnos parte de ella”, opina Calla Devlin, directora general del programa Open to All.
Pese a todo, la conversación sobre diversidad sigue viva, aunque más cauta. Activistas y expertos advierten que el retroceso puede tener consecuencias serias en representación y acceso, sobre todo en sectores como la educación superior y la salud. La batalla por el futuro de los programas DEI está lejos de resolverse, pero lo seguro es que, en la arena política y en el mundo corporativo, la inclusión ya no es un tema neutral. N