Una capa viscosa, similar al slime (un juguete sensorial elástico), que recubre los vasos sanguíneos del cerebro, podría ser la clave para resguardar este órgano de los efectos dañinos del envejecimiento.
Según un nuevo estudio en ratones, publicado este miércoles en Nature, esta capa viscosa se degrada con el tiempo, lo que podría facilitar la entrada de moléculas dañinas en el tejido cerebral y desencadenar respuestas inflamatorias. No obstante, una terapia genética destinada a restaurarla logró reducir la inflamación en el cerebro y mejorar el aprendizaje y la memoria en ratones viejos.
“Nuestro hallazgo pone de relieve un conjunto de moléculas poco conocidas llamadas mucinas, que recubren el interior de los vasos sanguíneos de todo el cuerpo y dan a la mucosidad su textura resbaladiza. Si bien las mucinas desempeñas muchas funciones interesantes en el cuerpo, hasta hace poco no teníamos las herramientas para estudiarlas. Eran invisibles”, explicó Carolyn Bertozzi, química ganadora del premio Nobel de la Universidad de Stanford en California y autora principal del estudio.
En palabras de la profesional, las mucinas son proteínas grandes adornadas con carbohidratos que forman enlaces entre sí, creando una sustancia gelatinosa cargada de agua. Además, resultan componentes cruciales de la barrera hematoencefálica, un sistema que restringe el movimiento de algunas moléculas desde la sangra hacia el cerebro.
EFECTO SLIME: EL PAPEL DE LAS MUCINAS EN EL CEREBRO
Lo destacable del artículo es la terapia genética. Durante mucho tiempo los investigadores llevan buscando la forma de introducir medicamentos a través de esta “capa viscosa” para tratar enfermedades del cerebro, sobre todo asociadas con el envejecimiento, como la enfermedad de Alzheimer.
El papel de las mucinas en estos cambios era poco conocido hasta que Sophia Shi, estudiante de posgrado en Stanford, decidió investigar una capa rica en mucina llamada glicocáliz, que recubre los vasos sanguíneos. Junto a su equipo, analizó cómo esta estructura se ve afectada por el envejecimiento en el cerebro de los ratones.
“Las mucinas en los vasos sanguíneos jóvenes eran gruesas, jugosas y regordetas. En los ratones viejos, eran delgadas, cojas y desiguales. Los ratones viejos suelen ser olvidadizos. No pueden salir del laberinto tan fácil como antes, pero obtienen mejores resultados en esas pruebas después de que restauramos su barrera de mucina”, dijo.
Esta investigación abre una nueva vía de estudio para los científicos que están explorando la barrera hematoencefálica, según Michelle Erickson, que estudia neurobiología y fisiología en la Universidad de Washington en Seattle, Estados Unidos. “Esto va a hacer que este campo avance bastante”. N