Es posible que antiguas erupciones volcánicas ocasionaran que los tiburones modernos se hayan vuelto mucho más feroces que sus antepasados, según se indica en un nuevo estudio científico.
Según los autores de la investigación, los espeluznantes escualos que conocemos en la actualidad evolucionaron de los animales corpulentos que vivían en el fondo del mar hace unos 93 millones de años, época en que una violenta eyección de lava escapó a las aguas oceánicas.
Aquel acontecimiento disparó los niveles de dióxido de carbono, lo que, a su vez, condujo a un cambio climático dramático que elevó la temperatura de la superficie del mar a niveles sin precedente.
Los científicos opinan que ese cambio fue lo que ocasionó que algunos tiburones desarrollaran aletas pectorales. Esta teoría la fundamentan en la medición de más de 500 tiburones y especies fosilizadas, cuyos resultados divulgaron en un artículo científico publicado el 17 de junio pasado en la revista Current Biology.
“Las aletas pectorales son una estructura crucial, comparable a los brazos de una persona”, escribió en un comunicado el biólogo Phillip Sternes, candidato a un doctorado de la Universidad de California en Riverside, y autor principal del estudio.
LOS TIBURONES FEROCES NO LO SON TANTO
“Luego de revisar un conjunto de datos inmenso, lo que encontramos fue que esas aletas cambiaron de forma conforme los tiburones ampliaban su hábitat, pasando del fondo marino hacia el mar abierto”, añadió el especialista.
“Sus aletas son como las alas de los aviones comerciales, largas y estrechas para minimizar la cantidad de energía necesaria para el movimiento”, agregó Phillip Sternes.
La mayor parte de las especies modernas de tiburones aún vive en el fondo marino, región que los científicos denominan “zona bentónica”. Los tiburones bentónicos de hoy suelen ser depredadores esbeltos, algo más planos y de tamaño mediano, bastante distintos de los escualos que nadan velozmente en mar abierto y que desempeñan un papel prominente en la cultura popular… a pesar de que solo 13 por ciento de los tiburones modernos son, de hecho, esos ágiles depredadores feroces de mar abierto.
Sternes y su equipo de investigadores conjeturan que, durante el periodo Cretáceo, los tiburones primitivos tenían dificultades para respirar a causa de los bajos niveles de oxígeno en la zona bentónica, condiciones que provocaron que algunos se adaptaran a las aguas abiertas.
También durante el Cretáceo, la temperatura de la superficie del mar era bastante más elevada que en nuestros tiempos, con un promedio de alrededor de 28.2 grados centígrados respecto de los 20 grados centígrados de la actualidad. No obstante, ese calentamiento no ocurrió de la noche a la mañana, y la evolución de los tiburones tampoco fue igual de acelerada.
NO SE SABE CÓMO RESPONDERÁN LOS TIBURONES EN EL FUTURO
“La temperatura de la superficie del mar era bastante templada durante toda aquella época, hasta que se registró un pico de temperatura muy evidente hace uno o dos millones de años”, puntualizó en su comentario el Dr. Lars Schmitz, profesor asociado de Ciencias Integradas: Biología, en el Departamento Kravis de Ciencias Integradas de Claremont McKenna College y coautor del artículo.
A medida que el calentamiento global impulsaba la evolución de algunos animales (incluidos los tiburones), muchas otras especies terminaron por desaparecer. No obstante, es muy difícil predecir cómo responderán los tiburones y el resto de la fauna marina ante las tendencias de calentamiento de nuestros tiempos.
Si bien numerosos investigadores han observado que algunos tiburones —en particular las especies tropicales como el tiburón tigre (Galeocerdo cuvier) y el tiburón toro (Carcharias taurus)— han empezado a migrar hacia el norte, es imposible saber si esos escualos podrán adaptarse rápidamente a las crecientes temperaturas.
“La temperatura está aumentando con tanta celeridad que el registro geológico no aporta información alguna que podamos usar como parámetro de comparación”, reconoció Sternes.
Los hallazgos del estudio ponen de relieve la gran dificultad y la incertidumbre inherentes a cualquier esfuerzo para predecir la respuesta de la vida marina ante el cambio climático. Este es un asunto que debiera preocupar tanto a los biólogos como a los conservacionistas de nuestra era. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)