Hace solo una década, una de las compañías que revolucionó la primera era de internet se apagó discretamente tras años de rumbo errático y de dificultades para monetizar su negocio. Me refiero a Altavista, un motor de búsqueda al que Google eclipsó gradualmente. Ambas compañías se dedicaban esencialmente a lo mismo: agilizar la búsqueda y organización de la creciente cantidad de datos que se multiplicaban en la web. Sin embargo, por alguna razón, solo la empresa de Larry Page y Sergey Brin convirtió aquella necesidad en un negocio rentable y escalable.
La historia de la tecnología está repleta de ejemplos de este tipo, y también de malas interpretaciones sobre ellos. Si el fin de Altavista hubiera sido leído como la inutilidad u obsolescencia de los motores de búsqueda, nos hubiera parecido absurdo. Sin embargo, en el ámbito de las criptomonedas siguen apareciendo analistas que confunden “la parte por el todo” y decretan la muerte de las criptomonedas guiados por el colapso de una de ellas o, peor, por su comportamiento temporal.
En los casi 15 años del bitcóin, algunos siguen acumulando profecías fallidas sobre su final mientras otros se enfocan en su “adolescencia” y en que, precisamente por ello, está experimentando “dolores de crecimiento a medida que la regulación se pone al día con la innovación”. Por supuesto, no se trata de afirmar que todas son rosas en el mundo cripto, pero sí de mirar la película completa con las preguntas y expectativas adecuadas.
LAS FORMAS DE LA CRIPTOECONOMÍA
Si las criptomonedas sobreviven pese a sus oscilaciones de valor y a las resistencias que enfrentan es porque claramente están lejos de ser un fenómeno pasajero. Buena parte de ello se debe a que ponen en evidencia las limitaciones del dinero fiat (dinero por decreto), fundamentalmente aquellas que surgen de la desconfianza en las autoridades que lo emiten.
En países con alta inflación, muchas personas se “criptoeconomizan” para proteger sus ahorros y poder proyectar su futuro financiero más allá del corto plazo. La correlación entre el entusiasmo por las cripto y los índices de inflación elevados encuentra en Argentina su mejor ejemplo, pero el fenómeno se repite también en economías tan distintas como Turquía y Vietnam.
Mientras este poder “antiinflacionario” muestra músculo, las criptomonedas también se afianzan en otra cualidad fundamental: la de convertirse en medios de pago. Aunque el progreso tampoco ha sido lineal en este punto, desde 2019 se verifica un crecimiento sostenido y es esperable que las regulaciones venideras, como la que aprobó recientemente el parlamento europeo, signifiquen un nuevo impulso en esa dirección.
CRIPTOMONEDAS DE NUEVA GENERACIÓN
En paralelo a esta evolución, están emergiendo criptomonedas de nueva generación desvinculadas del anonimato y respaldadas en activos. Se trata de un capítulo relevante en la historia del dinero y muestra, una vez más, que no hay moda ni burbuja, sino el trayecto de prueba y error tantas veces recorrido por otras tecnologías.
Pero mientras el bitcóin alcanza su “adolescencia” (cumplió 14 años en enero pasado) sin haber resuelto la cuestión de su extrema volatilidad, la próxima generación de monedas digitales entra en escena para mostrar que sus cualidades pueden superar tanto las debilidades del dinero fiat como la alta inestabilidad de las primeras criptomonedas. N
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Silvina Moschini es presidenta y fundadora de Unicoin. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.